Antes de viajar a ningún sitio, procuro documentarme acerca de la geografía, la historia y la cultura de mi destino. No es que pretenda convertirme en un erudito, pero sí al menos presentarme allí sin ser un puto inculto. O al menos con un puñado de datos que me permitan fingir que no soy un puto inculto ("un puñado de datos que me permitan fingir que no soy un puto inculto" es, por otra parte, la definición perfecta de todos los sistemas educativos por los que ha pasado la humanidad desde la revolución industrial).
Dejando a un lado conocimientos que tenía de antemano porque soy así de friki, está aquello que mis amigos y conocidos me contaron al saber de mi plan viajero, datos que consulté por mi cuenta en diversas fuentes, y algún que otro detalle que descubrí sin proponérmelo. Por otra parte, fueron varias las recomendaciones que recibí, y también las voy a incluir aquí, so pena de que la entrada me quede demasiado corta. Vayamos por países...
Tailandia
De este país sabía, resumiendo muchísimo y mal, que la capital es Bangkok y que cuenta con templos descomunales y con alguna que otra estatua de Buda gigante. También tenía referencias de la existencia de las mujeres jirafa y del uso de elefantes para entretener a turistas, pero como no me va la explotación, no contaba con buscar nada de eso una vez allí.
También sabía que Tailandia era famoso por sus playas, especialmente al sur. Cierto es que Jorge quería conocer esa parte del país, pero yo le dejé claro que si lo que busco es tirarme en la arena junto al mar, me voy a Mallorca, que pilla más cerca. Por ello, él estuvo en aquella zona unos días antes de mi llegada (y luego usaría esto como rompehielos a la hora de empezar una conversación con la gente, el muy listo, diciendo que había pasado media semana en Krabi, en el sur, bañándose en sus playas, haciendo kayak, visitando algún que otro templo y conociendo a una pareja de brasileñas muy majas).
Asimismo, estaba al tanto de que el país es destino de parejitas de recién casados, y que allí el negocio de la prostitución está MUY desarrollado. Y sí, daría fe tanto de lo uno como de lo otro.
Relacionado con este último detalle, mientras un día previo a la partida nos juntábamos a comer en la oficina, un compañero mencionó como actividad "curiosa de ver" el ping pong show, y otra compañera, que también estuvo allí en el pasado, se unió a la recomendación. No obstante, al día siguiente rectificó y nos dijo que aquello sólo merecería la pena si nos apetecía ver una mirada vacía en los ojos de la protagonista del espectáculo.
Y resulta que tuvimos opción de ir, pero pasamos.
Camboya
Angkor Wat, Angkor Wat, Angkor Wat, Angkor Wat y Angkor Wat. Eso era básicamente lo que sabía de Camboya gracias al libro que mi yo adolescente ojeó mucho tiempo atrás. Ya os he hablado más de una vez de él, ¿verdad? Pues esperad, que os enseño una foto:
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Ojos como platos |
También estaba al tanto del genocidio de los Jemeres Rojos, pero muy por encima, pues ya se sabe que esta clase de información se nos es enseñada en el colegio o instituto de forma masticadita y resumida, con el nombre del que manda, el año y el número de muertos aprox, como si fuese la obra de un único responsable que un día se levanta con el pie cambiado y decide hacer el papel de malo de la película. Sin entrar a analizar las causas que llevan a esa situación, el desarrollo y (en muchos casos lo más importante) quién pone la pasta para permitir que eso ocurra y quién, pudiendo hacer algo para evitarlo, mira para otro lado. O, en el caso de este genocidio en concreto, sin mencionar al hijo de la gran puta de Henry Kissinger.
Con la idea de ampliar un poquito el conocimiento de un tema del que sabía gracias a mi amigo Pablo me leí el libro autobiográfico de Haing Ngor Survival in the Killing Fields, y ya que estaba, me vi la peli de Los gritos del silencio (el mismo día que también me metí la de Hotel Rwanda porque a esta vida hemos venido a sufrir).
De cara a lo que teníamos pensado ver, Jorge quería visitar un lago cercano a Siem Reap cuyos habitantes vivían en palafitos. Lo hicimos, y la experiencia me dejó sentimientos encontrados. En cuanto a la capital, Phnom Penh, la descartamos porque el novio de Jorge, que como buen austriaco pasó un mes aquí al acabar de estudiar, dijo que no merecía la pena.
Por cierto, el mismo compañero que dejó caer lo del ping pong show tailandés nos advirtió que, de acudir a Angkor Wat con guía, le hiciésemos una foto a éste, pues a la salida del templo nos encontraríamos con cientos como él, esperando a sus respectivos turistas, y no seríamos capaces de distinguir al nuestro. Suena un pelín racista, ¿verdad? Pues sabed que eso fue EXACTAMENTE lo que nos pasó. Y estoy convencido de que a vosotros os pasaría también, así que a callar.
He de reconocer que me planté allí con cierto prejuicio clasista debido a que el Street View de Siem Reap mostraba imágenes de hacía diez años, las cuales no reflejaban la mejora de infraestructuras experimentada por la ciudad recientemente. Lo que tampoco me enseñó Street View fue la enorme simpatía de los locales. Eso lo descubrimos Jorge y yo allá donde íbamos durante los escasos cuatro días que pasamos en el país.
Vietnam
Del último país de la lista sabía, por encima de todo, de la patada en el culo recibida por Estados Unidos y de lo orgullosos que aún estaban los vietnamitas de habérsela dado. Intenté profundizar en el tema sirviéndome del libro de Max Hastings La guerra de Vietnam, pero tengo que reconocer que no fui capaz de pasar de la mitad del mismo (hay libros imposibles de leer que son un coñazo, las cosas como son). Algo que este ejemplar afirmaba es que muchos vietnamitas hablan francés debido a la ocupación gabacha que sufrieron durante casi cien años, pero no logré dar con un sólo vietnamita que respondiese con un oui a mi parlez vous français?
Sabía que el país vive bajo un régimen comunista (pero de esto se habla poco porque no les va tan mal, a pesar de que su inflación económica provoque el que billete más pequeño, de diez mil dong, valga menos de medio euro al cambio) y que su capital, Hanoi, es un lugar tan loco que tenía que ser experimentado en primera persona. Por otra parte, descubrí los paisajes espectaculares del norte de mano de los enlaces que me estuvo mandado Jorge mientras organizábamos todo esto, y dejé que fuese él quien decidiese qué ver y qué no en aquel país. Y tengo que reconocer que tomé la decisión correcta.
También había oído que la comida del país era toda una maravilla, pero que contaba con su cara oculta: y es que mi fisio (que como buena austriaca estuvo una temporada por allí) me advirtió de potenciales intoxicaciones alimenticias si no teníamos cuidado, recomendando que optásemos por sitios con mucho tránsito de clientes. También me pidió que, por favor, no comiese carne de perro. Y no tuvo que insistir mucho para que cumpliese su petición, la verdad.
Yo creo que, teniendo todo lo anterior en cuenta (y algún que otro dato más que ahora no me viene a la cabeza), estaría bien empezar el viaje de una vez, ¿no?

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