miércoles, 1 de enero de 2025

Aquel viaje

Pensaba empezar con un "feliz dos mil veinticinco" y aprovechar que la rima fácil ha vuelto pasados veinte años como si fuera un cometa joviano para caer en ella yo también. Pero no lo quiero hacer. Más que nada, porque lo de "feliz" no me lo creo ni yo, y me da que ya se va a encargar el año que entra de que dicha rima se cumpla literalmente.

Que no tengo nada de pitoniso (ni yo, ni NADIE), pero el futuro cercano se presenta oscuro y frío como una noche de enero y no espero más que malas noticias de aquí a diciembre. Y, si resulta que pasa algo bueno para la humanidad, lo consideraré un milagro. Mis expectativas son tan bajas que al año nuevo sólo le pido que, si todo se tiene que ir al carajo por culpa de algún cataclismo epidémico, financiero o nuclear, al menos sea después de que Netflix haya sacado El Eternauta y la segunda parte de Cien años de soledad.

De todas formas, no quiero ser un cenizo sin más que empeore vuestras ya de por sí jodidas resacas de año nuevo, sino que me gustaría hacer algo que contrarreste la que se nos viene encima.

Mi plan consiste en aprovechar este blog para construirme un refugio que me proteja de tan aciago augurio. Y lo voy a hacer ignorando el consejo que da Sabina en Peces de ciudad cuando dice que "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver". Porque voy a volver, al menos narrativamente, a varios lugares a los que fui feliz, tirando de historias acerca de un viaje que realicé a Tailandia, Camboya y Vietnam en dos mil veintidós y que llenó mi no del todo sano cerebro de bonitos recuerdos, al tiempo que dio para MUCHAS entradas que he ido posponiendo desde entonces. ¿Cuántas? Veamos... Si de una semana en Nueva York pude sacar un post (y otro que tocaba el MoMA de refilón), mi primera estancia en Japón dio para once entradas, y de mi paso por Dubai os pude hablar aquí en diez ocasiones, ¿cuánto creéis que seré capaz de estirar el chicle esta vez, teniendo en cuenta que el viaje del que os quiero hablar esta vez duró casi tres semanas?

Pues, si todo sale bien, me propongo publicar CINCUENTA Y DOS entradas sin contar ésta que estáis leyendo. Con dos cojones.

Que igual debería cortarme un poquito con las mayúsculas y los exabruptos, habida cuenta de lo bien que se me da dejar cosas a medias, pero quiero volver a ser por enésima vez mi propio juez inquebrantable (y mi peor enemigo, todo sea dicho), como cuando eché a andar este blog allá por dos mil dieciséis (no puedo con lo rápido que pasa el tiempo. NO PUEDO) y me empeñé en publicar un post semanal, y que la historia se repita. Esta vez, dedicando la historia a un sólo tema.

Vale, por aquel entonces fui capaz de mantener el ritmo durante poco más de un año y al final tuve que bajar la frecuencia de mis publicaciones porque era habitual que muchas tardes de domingo me pillasen ante una página en blanco que no sabía muy bien cómo rellenar, pero como a veces aprendo de mis errores, esta vez cuento con un elemento que me va a ayudar a lograr mi objetivo:

Os presento a mi sidekick bloguero

La libreta de la foto, la cual robé me encontré en mi oficina y ahora mismo atesoro como si fuese uno de mis órganos internos por razones obvias, contiene UN HUEVO (el huevo será protagonista de la historia dentro de unos meses, ya veréis) de notas que he ido tomando como un puto loco mientras echaba mano de memorias, conversaciones de Whatsapp y fotos durante los últimos días en los que vosotros habéis estado disfrutando de las navidades con familiares y amigos, dejándome solo en casa como un puto perro.

Que no, que yo estos días me he sentido como Adrián Beovides.

Confío en que gracias a todas esas notas podáis ver un nuevo post sobre el viaje cada semana que decidáis pasaros por mi blog de aquí a diciembre. También aviso de que estos posts contarán con enlaces entre ellos que van a convertir el proyecto en una orgía de hipervínculos que os harán sentir como si fueseis Teseo preguntando dónde está el baño de caballeros del laberinto para poder entrar a vomitar del mareo que os va a dar saltar constantemente entre historias. Intuyo que la mayoría de entradas tendrán una longitud decente, en otras me iré tanto por las ramas que podré dividirlas en dos en un acto de ruindad que no os merecéis, y algunas resultarán insultantemente cortas. Como ésta que estáis leyendo ahora, por ejemplo. Que termina ya, pues sólo me queda deciros que este mismo lunes os quiero a todos aquí, bien limpitos y peinados, que empieza la turra.

Al final las expectativas ante todo esto han acabado animándome, mira tú. Así que qué coño, feliz dos mil veinticinco. Y como tengo el sentido del humor de crís de nueve años, por el culo os la hinco y tal.

Licencia Creative Commons

No hay comentarios:

Publicar un comentario