lunes, 12 de julio de 2021

Una de brujas

Voy a empezar esta entrada dejando algo claro: magufadas, ni media. Sé que yo, por declararme cristiano desde que me pasó aquello no debería decir algo así, pero es que he llegado a un punto de mi vida en el que no dejo que me la metan doblada mediante mitos, supersticiones, creencias y demás sandeces del misterio. Los únicos textos que considero sagrados son todo aquello que Carl Sagan dejó escrito en vida y en mi casa se respetan las leyes de la termodinámica. Lo pone en la puerta y todo:

Dos meses me pasé haciendo punto de cruz, ojo. Y el diseño del Calcifer lo robé de algún lugar de internet que no recuerdo, así que no puedo darle crédito

Considerando la parrafada anterior, adivinad mi reacción al saber que en la empresa en la que curro, buscando llevar a cabo actividades dirigidas a que no nos alienemos más de la cuenta, tenían pensado contratar a una pitonisa para que echase las cartas (por videoconferencia, no os lo perdáis) a aquellos empleados que deseasen participar en el fraude. Como estaréis imaginando, dije "a tope con esto, oye", y corrí a pillar sitio. Porque esa es otra. La lista de huecos se llenó en un santiamén sin que quedase muy claro quiénes creían de verdad que su futuro les iba a ser revelado y quienes se apuntaban for the LOL.

Porque sí, yo estaré en contra de pseudociencias y tal, pero es que me das una oportunidad para ver como el mundo arde un poquito más (e ideas para seguir cebando este blog) y pierdo el culo por meterme donde haya que meterse. Por ello, no es de extrañar que el saber que había intercambio de emails entre compañeros que protestaban en plan "oiga, que esto es un timo y una farsa", "que esta señora tiene una web en la que dice que hace cirugías del aura y eso es una gilipollez sin pies ni cabeza", "que también cuenta que no sé quién le enseñó todas estas memeces y ese tal no sé quién es un estafador y un correbulos reconocido en varios países" y organizadores cotraatacando con que hay que respetar las creencias de todos y tal me produjese sentimientos encontrados, pues si al final el evento era cancelado, esta entrada habría llegado a su fin en este preciso momento.

Y ya veis que no es el caso, así que mejor paso a contaros cómo fueron mis diez minutos de videoconferencia con la muchacha. Preparad palomitas, miserables.

Me conecté al enlace proporcionado y la chica, que evidentemente ya estaba allí, me saludó con un "hola" que me descolocó un poco (pues era alemana, y que un extranjero me hable en mi lengua cuando lo esperado es el inglés siempre me choca porque nunca sé si subirme al carro del castellano o seguir con la de Shakespeare). No obstante, me recuperé rápido y adopté una expresión que podríamos considerar como de "bobalicón sonriente", algo en plan la chiquilla aquélla que se grabó cantando una de Justin Bieber de fondo y se convirtió en meme, dando a entender que me creería cualquier mierda que se me contase durante la reunión, por inverosímil que resultase. Pasamos entonces al English y la meiga me preguntó si quería un repaso por encima a las cartas o si tenía alguna pregunta específica en mente, y yo le respondí que, de ser posible, me gustaría obtener detalles acerca de un acontecimiento para el que faltaban unos pocos días: la operación de cadera de mi abuela. Y es que algo así me tenía "preocupado" hasta el punto de "quitarme el sueño por las noches" (y diciendo esto ya sabía que le había puesto la respuesta en bandeja).

—¿Cómo se llama tu abuela? —preguntó ella mientras barajaba el mazo.

—Amelia.

Tras unos segundos agachando la mirada y trasteando con los naipes (o eso creo, pues todo lo que pasaba por debajo de su pecho se salía de plano en la videoconferencia), en los que yo pasé de "bobalicón sonriente" a "bobalicón preocupado que se agarra a un clavo ardiendo y se cree cualquier mierda que le cuenten", frunciendo el ceño y poniendo morritos sin pasarme, señaló rápidamente al techo y me soltó que "le estaban diciendo" que todo iba a ir bien, que lo que tuviese que ser, sería, que si volvía a tener episodios de preocupación me levantase del sitio y me moviese y que si por las noches me despertaba o no conseguía dormirme, leyese un rato. Vamos, los mismos consejos que le dan a los yayos en Saber vivir. Le faltó recomendarme beber mucha agua y comer cinco piezas de fruta al día. Y que me comprase el tensiómetro de los cojones. "Sí, eso me están diciendo", insistió mientras volvía a señalar rápidamente hacia arriba sin indicarme quiénes le estaban revelando aquello.

Y yo pensé: "qué huevos los tuyos, tía", mientras sentía pena por quienes pagan una pasta para que les coman el tarro con esto. Obviamente, no lo dije en voz alta. Procedí en su lugar a poner cara de "bobalicón aliviado" y dejé que siguiese con la performance. El siguiente número consistió en enseñarme cartas que iba sacando de la baraja mientras me contaba su significado, más o menos como aquella vez que coincidí con mi vecina y su chiquillo de cuatro años en el ascensor y al mocoso le dio por mostrarme su colección de cromos de fútbol mientras yo pensaba que el crío era un pesado y que aquel viaje en ascensor se me estaba haciendo mucho más largo de lo normal.

La primera carta fue una en la que salían dos cisnes acompañados del número 24, y me dijo que esa carta era "muy poderosa", pero no aclaró a qué clase de poder se refería: si es que se podía usar para entrar en una casa ajena a robar, si era radiactiva... Lo que os digo, ni idea. Luego extrajo otra con un oso polar, lo cual, según ella, implicaba que yo soy muy fuerte y tengo mucha voluntad. "Sí, y que el cambio climático me está matando de hambre" estuve a punto de decir. Pero NO lo hice porque quería seguir haciendo el papel y tal.

Por último, me mostró una con una llave e insistió en lo de la voluntad y añadió que podría conseguir todo lo que me propusiera si le ponía empeño. Y yo pensé "¿dónde he oído eso mismo antes? Ah, sí. EN CUALQUIER PUTA SERIE DE DISNEY CHANNEL".

Y aún quedaban cinco minutos, así que echó mano de otra baraja (una de sus favoritas, según me confesó) con la intención de seguir desgranando mi personalidad y mi fortuna. En esta ocasión, las cartas representaban... animalitos. Vamos, como la colección de cromos de Vida y Color (para los más jóvenes, de esto hablé por encima hace años) pero en versión engañabobos. De este mazo obtuvo dos cartas: la primera fue un koala, pero no recuerdo muy bien lo que dijo porque estaba ocupado pensando que hay que tenerlos cuadrados para sacar al mercado una baraja en la que los nombres de los bichos están escritos en Comic Sans y pretender que semejante mierda es algo que dabe tomarse medianamente en serio. Pero bueno, creo que mencionó que puedo lidiar con todo lo que se me venga encima si tengo la actitud adecuada o alguna nimiedad por el estilo.

La segunda carta fue un halcón, y volvió a mencionar lo de la actitud pero yo ya estaba con la cabeza puesta en la entrada que me iba a poner a escribir para contar todo esto en cuanto acabase la sesión. Fue en ese momento cuando mi gato Piojo hizo su aparición estelar al asomarse a mi webcam, provocando que la pitonisa se emocionase (lo cual no es de extrañar porque GATO) y declarase muy convencida que los gatos son muy espirituales. Que yo pensé "éste no. Éste es imbécil y se come el estropajo del fregadero si me descuido". Pero bueno, la chica pudo disfrutar durante el resto de la sesión del espiritual ojete del bicho, que decidió quedarse en todo el medio como de costumbre.

La bruja concluyó mi radiografía espiritual, o como lo queráis llamar, diciendo que me veía muy calmado y que le gustaba mi aura (lo cual agradecí, pues habría estado muy feo haber sufrido un aurashaming sin venir a cuento), que me veía con capacidad de ayudar a los demás (a mí, que soy un hijoputa de cuidado) y de desarrollar amistades muy fuertes. Y que tirase de gato en los momentos chungos. A esto respondí recuperando mi cara de bobalicón del principio y diciendo "¿verdad? Si es que los gatos sanan a las personas" porque es una gilipollez que leí no sé dónde.

Para terminar, me sugirió que llenase la casa de cartelitos en plan "puedo lograr que..." o "voy a conseguir que..." para que su energía me ayudase a obtener mis metas, y yo supe que ni de coña, pues en mi casa no habrá teología, geometría ni decencia, pero por lo menos hay buen gusto (punto extra para quien haya pillado la referencia) y lo de los cartelitos es una horterada del copón. También me preguntó si nos habíamos visto en alguna otra ocasión, a lo que respondí que no mientras me aguantaba las ganas de soltar que quizá en otra vida, pues quería mantener la pantomima hasta el último momento, y antes de dar por finalizada la sesión me dijo que iba a cruzar los dedos por mi abuela, pues me garantizaba que su operación de cadera iba a ir MUY BIEN. Y mientras me enseñaba los dos pulgares en plan "ok", nos dijimos "adiós", finalicé la conferencia y borré con alivio la expresión de bobalicón de mi cara.

Y ahora, la única pregunta que queda en el aire no es "¿que tal fue al final la operación?" La pregunta es "¿qué operación ni qué cojones?" Y es que mi abuela (y en parte me sabe mal haber recurrido a ella para esto), que ni siquiera se llama Amelia, falleció hace más de diez años. Pero por lo visto eso no hay carta de animalitos que te lo cuente.

Licencia Creative Commons

No hay comentarios:

Publicar un comentario