lunes, 7 de julio de 2025

Aquel viaje. Minutos musicales

Yo creo que la anterior entrada en la que hacía un breve análisis literario del duty free del aeropuerto de Siem Reap no fue suficiente para relajar la intensidad alcanzada en este blog a raíz del contenido sobre Camboya, así que hoy voy a desviarme un poquito del tema que nos ocupa y os voy a hablar del mejor disco de la historia del rock en Español. Un álbum que fue publicado hace ya cuatro años porque el tiempo vuela, y de cuya existencia me enteré gracias a que por aquel entonces aún existía La vida moderna y Héctor de Miguel lo dejó caer en una de las emisiones. Concretamente, dijo: "oye, qué bueno lo último de Robe".

Robe, como habréis podido deducir si no lo sabíais ya, es el nombre del grupo. Y Robe es también el nombre de su líder, Roberto Iniesta, quien tras dejar (o más bien disolver) Extremoduro se unió a Álvaro Rodríguez Barroso, Carlitos Pérez, Alber Fuentes, David Lerman, Lorenzo González y más tarde Woody Amores para sacar un disco de la hostia detrás de otro.

De entre todos ellos destaca, y mucho, Mayéutica.

Mayéutica es una obra maestra de casi tres cuartos de hora que, aunque esté troceada en pistas, hay que escuchar del tirón. Algo muy fácil de hacer porque está disponible en Youtube y yo os la estoy enlazando aquí. De nada.

La primera canción del álbum, Interludio, es un puente que une La ley innata (un trabajo anterior de Robe Iniesta cuando era Extremoduro) con lo que se nos viene encima en Mayéutica. Recuerdo que cuando estudiaba informática en la universidad era habitual que muchos temarios hablasen de teoremas complicadísimos que terminaba con el autor diciendo: "la demostración de este teorema queda como ejercicio para el lector". Y yo lo odiaba porque yo no quería pensar. Yo quería memorizar. Pero ahora, curiosamente, os voy a hacer lo mismo a vosotros y os dejo como deberes que busquéis La ley innata en un rato que tengáis libre, os lo escuchéis y me deis las gracias por ello. Además, esto es necesario para entender a qué se refiere Robe cuando, tras los primeros segundos de punteo de guitarras y pizzicato de violín seguido por una preciosa melodía que dan la bienvenida a la pieza, dice eso de:

Se cae la casa desde que se marchó
Perdí la pista del eje del salón

Y debe ser importante, pues lo repite una segunda vez acompañado por la voz de Lorenzo González. Luego, un tarareo hace subir la intensidad de la pieza (acostumbraos a subidas y bajadas porque este disco es una puta montaña rusa).

Dejo las ventanas sin cerrar
y la puerta abierta
por si decidiera regresar
Que no tuviera que esperar
Que nada la entretenga

Y unas notas de violín pegan lo anterior a lo siguiente:

Y dejo las canciones sin final
por si no vuelve nunca más
y nada fuera cierto

Lo de dejar las canciones sin final es un "avisados quedáis" en toda regla, así que avisados quedáis. Pero el disco sigue. Un par de veces más, referencia a La ley innata (la segunda vez, con una base de violín que me vuelve loquísimo):

Se cae la casa desde que se marchó
Perdí la pista del eje del salón

Nuevo tarareo que nos lleva hacia arriba para, haciendo un paralelismo con lo que ha cantado hace nada, decir:

Dejo las ventanas sin cerrar
y la puerta abierta
por si me entran ganas de escapar
Que no tuviera que esperar
Que nada me entretenga

Y dejo las canciones sin final
por si un día quiero regresar
y nada fuera cierto

Insisto en lo de dejar las canciones sin final.

El violín da paso entonces a las guitarras, que a dúo y bien marcadas por la batería, ponen las notas finales a esta introducción.

Si al principio he dicho que hay que escuchar Mayéutica del tirón es porque, entre otros motivos, cada pista está unida a la siguiente y debería ser ilegal hacer pausas en esta maravilla. Para muestra de ello, las guitarras que dejamos atrás en aún resuenan cuando comienza Primer movimiento: después de la catarsis y a una nueva melodía de guitarra se le van uniendo el violín y el piano de forma maravillosa.

No quedan sombras del pasado
desde que te has acercado
Ahora todo es claridad

No quedan penas atrasadas
ni quedan puertas cerradas
ni nada que derribar

No habrá nada que derribar, pero tras estos versos el glissando del violín introduce un ritmo demoledor de los de sacudir la cabeza. Para mí esto es el tema del disco, musicalmente hablando (si no es así, me da igual). Y ahora la batería resalta las palabras:

No queda ni una sombra
No queda ni un recuerdo amargo
Para no sucumbir me tengo olvidado
de todo lo malo

Otra vez el glissando y otra vez el ritmo demoledor. Esta vez, con la voz de Lorenzo dándole más fuerza aún si cabe.

Y pongo a ver qué pasa
hoy las cartas sobre la mesa
Y  te voy a decir lo que a mí me pasa
por si me interesa

La música se relaja lo justo porque la letra así lo va a exigir:

Siento que me estremezco
sólo de estar contigo
respirando el mismo aire

Y si lo que hacen a continuación Carlitos Pérez con el violín y Álvaro Rodríguez Barroso con el piano no os evoca lo que viene siendo una respiración (acentuada por los latidos de un corazón desde el bajo de David Lerman), yo ya no sé qué deciros.

Siento que me estremezco
Será que, culpa del amor
todo me sabe diferente

Y la melodía vuelve arriba, esta vez con el piano guiando a los acordes de la guitarra.

He perdido la cabeza
y la he perdido tantas veces
que perdí la cuenta

El violín rubrica lo que Robe acaba de cantar, pero Robe sigue:

Ahora tengo la certeza
y la he tenido tantas veces
y perdí la cuenta

Me pasé la noche sin dormir
como lobo aullándole a la luna llena
Todo lo que te hace sonreír
me vale la pena 

De lobos aullándole a la luna llena hablaremos más adelante, por cierto.

Quise hacer el mundo más feliz
y quise volar y hacer un mundo nuevo
Y aunque todo esté por conseguir
no me desespero

Que sepáis que estos últimos versos me han ahorrado cientos de euros en terapia durante los últimos años (y no sólo porque se les cuele un órgano Hammond, algo que me fascina), aunque no son nada comparado con lo que Robe está a punto de cantar:

Hoy tal vez el viento sople a mi favor
y me empuje, me eleve y me lleve y me lleve
Voy caminando y de cuando en cuando encuentro una canción
que me empuja, me eleva, me lleva y me lleva

No sé vosotros, pero yo he encontrado en este disco esa canción que me empuja, me eleva, me lleva y me lleva. Decenas de veces. De todas formas, por si no ha quedado claro, la estrofa anterior se repite. Esta vez con el violín haciendo virguerías a las que se une la guitarra de Woody, y es entonces cuando ambos instrumentos tienen una conversación que sí, son viento que empuja, eleva y lleva y lleva. Y de nuevo:

Siento que me estremezco
Será que, culpa del amor
todo me sabe diferente

Y otra vez guitarras enmarcadas por acordes de piano.

Ha llegado la mañana
y ha entrado por la ventana
un rayito de sol

Y otra vez el violín rubricando entre estas líneas.

Me he pasado tanto tiempo
esperando este momento
que perdí la razón

Y se repiten las estrofas anteriores, las que aúllan a la luna llena, las que me ahorran terapia y las que hablan de viento y canciones que empujan, que elevan y que llevan y que llevan. Y entra el solo de Woody, espectacular, con el Hammond de fondo, y luego el violín uniéndose a la fiesta. Y todos los instrumentos llevan la pieza a lo más alto, y parece que estamos en un clímax insuperable, pero es entonces cuando la banda parece decir "sujétanos los cubatas", porque llega Segundo movimiento: mierda de filosofía y no queda otra que ponerse de pie. Encima de la silla. Y bailar.

Los primeros compases de esta canción son toda una declaración de intenciones, pero por si a alguien le ha pillado despistado, ya se encarga la letra de demostrar que puedes sacar a Robe de Extremoduro, pero no puedes sacar a Extremoduro de Robe: 

Mierda de filosofía
Me iría, me ahoga
Dime si tu te vendrías
y el día, y la hora

Buscando la manera
de hacer revoluciones
pasé la vida entera
tocando los cojones
Tener un ideario
y perder las convicciones
Volver a lo primario
Que yo sólo quiero hacerte bailar...
Bailar... Bailar... Bailar como una puta loca

¿Ha quedado claro? Bueno, por si acaso:

Bailar... Bailar... Bailar como una puta loca

E insiste:

Bailar... Bailar... Bailar como una loca

Se repiten las notas del principio y a continuación el órgano deja claro, esta vez hablando en forma de música, que aquí se ha venido a bailar como una puta loca. No os compliquéis. No le busquéis dobles sentidos. Bueno, mejor os lo explica Robe:

No quiero asomarme
al fondo de abismo
que tengo que acercarme
y pierdo el equilibrio

Y con una estructura de paralelismo, como hiciera minutos atrás en el Interludio, añade:

Que no quiero asomarme
ni al fondo de mi mismo
que pierdo el equilibrio
Y yo sólo quiero hacerte bailar...

Bailar... Bailar... Bailar como una puta loca

El violín subrayando una vez más la letra

Bailar... Bailar... Bailar como una puta loca

El violín se abre paso

Bailar... Bailar... Bailar como una puta loca

El violín finalmente roba el micrófono, para ordenar (con ayuda de la batería) que todos bailemos como putas locas. Y entonces Robe vuelve:

Mierda de filosofía
Me iría, me ahoga
Dime si tu te vendrías
y el día, y la hora

Le toca al bajo, y cumple con creces antes de que la letra vuelva a insistir en que nada de asomarse, que a bailar. Y entonces la guitarra se queda con el resto de la canción clavando un solo épico cuyas últimas notas parecen hacernos volver a pisar el suelo mientras Woody pisa el pedal. Comienza así Tercer movimiento: Un instante de luz con calma. Aunque a estas alturas ya deberíais saber que no hay que confiarse...

Nada después de tu mirada
Nada después de este instante de luz
Sólo una imagen congelada
Nada después de este instante que tú...

Y otra vez música frenética. Es como si echasen una carrera sabe Dios a dónde. Os dije que no os confiaseis.

Ni un millón
de besos que te diera
de abrazos que te diera
de versos que te hiciera

Date prisa, métete en la cama
que el vis a vis se acaba
Y empieza aquí, con esta flor, la primavera

Ojalá me muera de repente, ahora
fruto de esta alegre sobredosis
que me da el tenerte justo enfrente, ahora
Ya no necesito nada más

La música baja un poquito el ritmo, lo justo, y así Robe puede destacar mientras nos dice:

Que tú, queriendo descifrar
mi empeño por poner
un cielo azul aquí entre tanto trasto

Tú, tratando de entender
qué he venido a buscar
perdí el gobierno de mis propios actos

Tú, capaz de adivinar
mensajes escondidos
en mis aullidos bajo la luna llena

Tú, haciéndome llegar
al límite, al deseo. Tú...

La música acelera de nuevo. Y tiene sentido, porque la música es siempre un reflejo de lo que intenta transmitir Robe cada vez que abre la boca en este disco

Y ahora, ahora, ahora siento el cuerpo
Ahora, ahora, ahora es el momento
Ahora, ahora, ahora siento el cuerpo
Ahora, ahora, ahora...

Y es justo ahora cuando los instrumentos ya no corren. Ahora es cuando dan vueltas y más vueltas, El violín se ha vuelto loco y el resto le siguen. Es un tornado. La locura se contagia a toda la banda. Me encanta.

Pero todo se calma de nuevo, la melodía es otra vez suave y el piano se asegura de contener al violín. Vuelven los versos que introducían el primer movimiento:

No quedan sombras del pasado
desde que te has acercado
ahora todo es claridad

No quedan penas atrasadas
ni quedan puertas cerradas
ni nada que derribar

Esta vez, sin glissando ni ritmo demoledor. Esta vez unas notas de piano van a marcar el paso, como si subiésemos unos escalones que no sabemos dónde llevan, pero que a estas alturas no podemos evitar seguir como si letra y música, spoiler alert se estuviese haciendo dueña de nuestras emociones.

Nada después de tu mirada
Nada después de este instante de luz
Sólo una imagen congelada
Nada después de este instante que tú...

El órgano y la guitarra avisan de que se vienen cositas:

Ni un millón, ni de cataclismos

(cataclismo de piano)

Ni de cataclismos

(cataclismo de piano)

Ni de cataclismos

(cataclismo de piano)

Date prisa, métete en la cama
que el vis a vis se acaba
Y empieza aquí, con esta flor, la primavera

Y sigue la carrera, con una batería potentísima (Alber tiene mi edad y eso me da muchísima rabia) y una guitarra espectacular. Pero, de repente, el ritmo cambia drásticamente y uno se pregunta: ¿qué es esto? Pues esto son diez minutos de canción, ni más ni menos, y Robe no puede estarse tanto rato haciendo lo mismo, así que disfrutad de este cambio mientras dure.

Y estoy harto de sobrevivir
el tiempo que no te veo
Y ahora que tú te has pasado por aquí
estoy en pleno apogeo

De todas formas, si esta especie de reggae no os ha pillado preparados, el ritmo habitual vuelve enseguida con este deseo macabro repitiéndose:

Ojalá me muera de repente, ahora
fruto de esta alegre sobredosis
que me da el tenerte justo enfrente, ahora
Ya no necesito nada más

De la expresión "alegre sobredosis" no dije nada antes y tampoco lo voy a hacer ahora, porque la canción alcanza una intensidad, marcada por los coros de Lorenzo, que me obliga a callarme unos segundos. Y otra vez tú, tú, tú y más tú. Y ahora otra vez. Es ahora como lo fue antes, pero es ahora. Un ahora al que siguen un violín y una guitarra que, a toda velocidad, le indican a Robe que tiene pista libre para ir donde quiera. Y robe cumple:

Pongo rumbo a la locura
que me sabe a poco
andar a ras de suelo, despacito

He subido a tanta altura
que el cielo es poco
y sólo tu mirada necesito

Esto es precioso, joder. Pero Robe no se queda en lo precioso. Va aún más allá, con la melodía marcado cada frase:

Y has venido, me has mirado
y de repente se ha parado el tiempo. Tú...

Sí, tú. Y a estas alturas ya sabemos que detrás de tanto viene una ristra de ahoras para sentir el cuerpo porque ahora es el momento. En este caso precedida por un órgano espectacular.

Y entra un solo de guitarra, que ya he perdido la cuenta de los que llevamos, pero con éste se me hace un nudo en el pecho, os lo juro. ¿A vosotros no? Un nudo que va a desatar el piano de Álvaro con una melodía preciosa a la que Carlitos va a unir su violín. Música clásica. ¿Y qué hace Robe para acompañar este dueto?

Pues aullar.

Olé sus huevos. Pero sólo si la luna brilla. Aunque debe brillar lo suyo, pues el resto de banda aúlla con él. Hasta la guitarra aúlla. Todos aúllan ahora, el ahora de sentir el cuerpo, que ahora es el momento, y guitarra y violín ponen el broche a esta increíble pieza. Broche que interrumpe muy abruptamente la batería para indicar que está aquí Cuarto movimiento: Yo no soy el dueño de mis emociones. A cada golpe de Alber se atreve a responder el violín, la guitarra aparece entonces para echar una mano a la batería y, tras veinte segundos de rapidísimo "tú la llevas", una melodía preciosa da la entrada a un Robe que vuelve a vestirse de Extremoduro:

Aunque no supiera qué decir
no dudaría en abordarte
Hoy no dudaría en embestirte
si te tuviera aquí delante

Y se pone metafórico:

Y hoy el espacio-tiempo nos concedió
un tren que pasa, una estación

La melodía hace que la canción se eleve por los aires y, desde allá arriba, Álvaro juega con el órgano como sólo él puede, y la pieza se torna alegre, con punteos que salpican una letra sensorial a más no poder:

Los sabores eran tan potentes
y los colores eran tan brillantes
Sólo son destellos
sé que sólo son destellos

Los sonidos eran tan potentes
y las estrellas eran tan brillantes
Sólo son destellos
sé que sólo son destellos

Y estos dos últimos versos, desvaneciéndose, se funden con la melodía del violín, cuyo posterior pizzicato acompaña este trozo de poesía:

Mírame, acabas de llegar
y subo otro escalón
Me acabo de enterar
de que ha salido el sol
y ha prometido darme en adelante
un cielo azul
Un cielo siempre azul

El cambio que se viene me sienta siempre como una caricia.

Empieza la función
Aquí se admiten peticiones
Todos los sueños que no se han cumplido
Hablamos del amor
y ya no existen condiciones
Cruza la puerta y quédate conmigo
Conmigo. Conmigo

Venga, haced caso y quedaos un rato más, que os aseguro que va a merecer la pena. Aunque sea por la genial melodía de bajo que suena, aupada por teclas y guitarras, y rematada por la espectacular voz de Lorenzo. Pero vuelve Robe, y nos trae una estructura similar a la que usó cuando empezó todo esto hace media hora:

Dejo las ventanas sin cerrar
y la cama sin hacer
y la puerta abierta
por si vuelve a aparecer
que no se entretenga

Y dejo las canciones sin final
porque no puedo saber
cómo acaba el cuento
por si no quiere volver
y nada fuera cierto

Yo no soy el dueño de mis emociones

La música se vuelve intensa

Yo no soy el dueño de mis emociones

Más intensidad. La melodía crece

Yo no soy el dueño de mis emociones

Aún más intensidad. La melodía crece a más no poder

Yo no soy el dueño de mis emociones

Y todo revienta cuando entra el tema una vez más. Como cuando no había nada que derribar pero todo reventó. Y ahora el violín mantiene el tipo ante el tono que ha adquirido la música, y su melodía desemboca en un nuevo "tú la llevas" como el que sirvió de carta de presentación a este movimiento que quiero que dure para siempre. Más violín espectacular, y vuelve una letra que, muy bien acompañada por las notas de fondo, nos va a llevar al mar, a las nubes, a las flores, a donde sea:

Sé que hay algo que nos aproxima
No. Yo no sé si el mar
Si el mar, si el mar, si el mar
soltará una nube y si sube
y si viene un viento que la ayude
O puede que suba
y que tenga miedo a las alturas

No, y no hay nada que nos incrimine
No, no, no, no dependió de ti
No, y no dependió de mí
que se secaran las flores

Que fue, yo te puedo asegurar
culpa de un lejano mar
que no lloviera, no llores

Que hoy el espacio-tiempo nos concedió
un tren que pasa, una estación

Y ahora es el órgano el que se hace notar. Y cómo. Y cuánto. Filigranas a las teclas que nos devuelven la letra, esta vez con un nuevo pizzicato de fondo que suena como un arpa imposible:

Siento que estoy fuera de lugar
hoy en mi mente. Ay, ay
Y veo que me entran ganas de escapar
urgentemente. Ay, ay

Quiero volver a empezar
una noche sin luna. Oh, uh oh
Que quiero verte brillar
cuando esté todo a oscuras. Oh, uh oh

La voz se viene arriba

Una luz de agarradero
necesito porque el suelo se mueve
En serio, se mueve
Me desequilibra

Robe insiste en lo del suelo que se mueve, que le desequilibra. Y Woody y su guitarra vienen al rescate, con una melodía tranquila a la que se une Carlitos. Pero ya deberíais saber que cuando en este disco se calman las cosas es como cuando el mar se retira antes de un tsunami. Y así es: las guitarras enloquecen y contagian al órgano, y vuelve la caricia, esta vez dos veces, que advierte que empieza la función, y que si peticiones, y que si sueños que no se han cumplido. Y tenéis que cruzar la puerta y quedaros una vez más, que ahora ya no se sabe si es la voz (el vozarrón) de Carlitos o el violín quien me está poniendo los pelos de punta, porque sus sonidos se mezclan en uno sólo, antes de que Robe sentencie nuevamente:

Dejo las ventanas sin cerrar
y la cama sin hacer
y la puerta abierta
por si me quiero marchar
que nada me entretenga

Y dejo las canciones sin final
porque no puedo saber
cómo acaba el cuento
por si no quiero volver
y nada fuera cierto

Una vez más, Robe deja clarísimo que no es el dueño de sus emociones, y le sigue un solo de guitarra apoteósico, interminable, con el tema del disco golpeando de fondo. Todo lo que ha pasado hasta ahora concentrado en unos segundos apabullantes en los que un Robe que no es el dueño de sus emociones y perdió el gobierno de sus propios actos hace que todos bailemos como una puta loca. El violín avisa de lo que parece ser el inevitable final de esta maravilla, pero es una falsa alarma. Carlitos berrea para que la magia dure un poco más y, de nuevo, la banda entera lanza la melodía a lo más alto. Y ahora sí, el violín toma las riendas ordenando que, poco a poco, nota a nota, toda la pieza eche el freno.

¿Se ha acabado? Por suerte, no. Robe, desgarrador, declara al comienzo de la Coda feliz:

Ahora soy un adicto
feliz
A mí nadie me ha visto
llorar
Ahora soy un adicto
de ti
Y del aire que respiras
que nunca se me termina

Insiste:

Y ahora soy un adicto
feliz
A mí nadie me ha visto
llorar
Ahora soy un adicto
de ti
Y del eco de tus pasos al llegar

Y una tercera vez, ahora con el resto del grupo haciéndole los coros:

Ahora soy un adicto
feliz
A mí nadie me ha visto
llorar
Ahora soy un adicto
de ti
Y de tu piel
Y de tu boca

Entra la melodía, con fuerza, pero es una ilusión, pues al poco se desvanece como si fuese arena cayendo entre los dedos y nos quedamos con las ganas de saber más de esta maravilla. Pero Robe no ha dejado de advertirlo al decir que dejaba las canciones sin final, así que miel en los labios. Bueno, más bien en los oídos. Que si uno viaja en el tiempo y asiste a alguno de los conciertos de la gira que acompañó al lanzamiento de este disco puede disfrutar de la coda al completo (o si busca en Youtube grabaciones que hizo la gente, aunque no es lo mismo). No es por presumir, pero yo estuve en tres de esos conciertos, bailando como una puta loca. Vale, sí es por presumir. Por presumir y por buscar una forma de terminar esta interminable entrada.

Y si alguien es lo suficientemente masoquista como para considerar que esto se ha quedado corto, puede echarle un ojo al video de Lewis Texidor para saber más detalles sobre la técnica del disco, o al de Judit Valkiria analizando la letra. O a los dos de Juancaraes: uno sobre las bases filosóficas que se cuelan en cada tema y otro con detalles sobre los instrumentos y algunas autorreferencias. Tengo que reconocer que me he subido a hombros de todos ellos para poder soltaros semejante turra.

Imagino que después de leer (y escuchar) todo esto os estaréis preguntando, en primer lugar, si me he quedado a gusto y, en segundo lugar, si tiene algo que ver el disco de Robe con el viaje. Pues bien, os voy a responder a ambas preguntas con un "sí, y mucho". Mayéutica es lo que yo estuve escuchando a través de mis auriculares durante el breve vuelo que nos llevó de Siem Reap a Hanoi.

Y ahora, como dijo el presidente yanki Lyndon B. Johnson en 1964, metámonos con Vietnam. Os dejo una de las primeras fotos que hice allí para ir abriendo boca:


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