lunes, 17 de julio de 2017

Arranca (I)

La novela de Edwin Abbott Abbott (no le he escrito mal. El tío se llamaba así) Planilandia presenta una realidad bidimensional en la que existen el ancho y el largo, pero no la altura. Pues Dublín es como la puta Planilandia, oye. Que sí, que es muy bucólico eso de que la capital de Irlanda esté llena de casitas y los pocos bloques de pisos que hay no superen las seis alturas, pero una vez estás a ras de suelo, tener que desplazarse kilómetros y kilómetros en sus lentos autobuses (porque es muy raro que el destino esté milagrosamente cerca de una parada de las dos líneas de tranvía con que cuenta Dublín en la actualidad) o tener que pedalear compartiendo calzada con más de un venao teniendo en cuenta que muchas calles conservan el trazado de una época en la que había carruajes, pues puede llegar a desesperar un poco, la verdad.

¿Compensa disponer aquí de vehículo privado? Veamos... Mantener un coche en Irlanda sale más caro que un niño tonto: el seguro (a terceros, ojo) puede llegar a costar más que el coche cuando el carnet de conducir del titular se ha obtenido en un país en el que se circula por el lado correcto, la motor tax no baja de los doscientos tazos en el mejor de los casos (si alguien quiere saltar ahora con un "pues los coches eléctricos no pagan ese impuesto mimimimimi" se lo puede ahorrar, gracias), la gasolina no es ningún regalo y cualquier paso por el taller suele conllevar el dejarse la mitad del sueldo del mes.

Claro que, por otro lado, disponer de un vehículo aparcado en la puerta de casa le permite a uno acercarse al Ikea sin que eso parezca una expedición al otro extremo del mundo o recorrerse las carreteras de Irlanda sin tener que ir primero al aeropuerto a alquilar un coche. Además (y aunque parezca una chorrada, esto es lo más importante ahora mismo para mí), he visto en el Tesco unas sillas de plástico para jardín que llevan semanas poniéndome ojitos y que deseo apasionadamente plantar en mi patio. Que aún quedan dos o tres sábados de sol antes de que acabe el "verano" y quiero aprovecharlos.

Pues bien, sopesando pros y contras, mi novia y yo llegamos a la conclusión de que no nos hace ninguna falta apoquinar por un automóvil en este momento de nuestra vida; peeero hay situaciones en las que "capricho" gana a "necesidad", por lo que decidimos pasar por alto el sentido común y proceder a analizar las muchísimas ofertas de coches de segunda mano disponibles en esta ciudad.

Al final nos decantamos por un Peugeot 308 que se encontraba a la venta en un concesionario algo apartado de nuestros trabajos. Bueno, en realidad nos pillaba directamente a tomar por culo (como casi todo aquí, que ya lo he dicho). Si a esto añadimos el hecho de que el sitio cerraba sus puertas a las 18:30 y yo termino mi jornada laboral a las 17:30, era bastante evidente que me vería obligado a pedalear a toda hostia si quería disponer de tiempo suficiente para poder comprobar que valía la pena pagar por el puto capricho. Por si acaso, escribí un correo al vendedor preguntando si le venía bien recibirme a esa hora. No me respondió. Procedí entonces a llamarle y me dijo con desgana que po bueno, que po vale, que fuese si quería.

Y fui, oye. ME SALTÉ EL DÍA DE PIERNA EN EL GIMNASIO y fui. Llegué a mi destino sudando como un cerdo a consecuencia de la indeseada carrera ciclista (y pocas cosas me joden más que sudar cuando llevo camisa) a eso de las 18:10 y me encontré con mi novia, que también se había acercado desde su trabajo. Tras atar las bicis en la puerta del concesionario, serpenteamos entre varios coches pertenecientes al mismo aparcados sin ningún tipo de orden ni respeto y accedimos a la oficina, donde dos empleados desganados se dedicaron a ignorarnos hasta que uno de ellos, usando un acento difícilmente descifrable, nos dijo que alguien vendría pronto a hacernos casito. "Pronto", mis cojones. Cuando otro chiquillo tuvo la decencia de aparecer por allí para llevarnos a ver el coche ya eran las 18:20 y varios operarios del lugar habían comenzado a echar rejas.

Tras otro rato de serpenteo intervehicular llegamos a la plaza en la que se encontraba aparcado el Peugeot. Por cierto, el cochecito leré tenía más mierda que el rabo de un oso.

fuente: agronotas
Esto es lo primero que aparece en Google al buscar "rabo de oso". No, no me lo estoy currando mucho, las cosas como son

Remarco este detalle porque a mi compañero de trabajo cordobés le costó creérselo cuando se lo conté a la mañana siguiente, pues él acaba de adquirir un coche en otro concesionario y, según sus palabras, "estaba tan limpio cuando me lo enseñaron que se podría comer sobre el motor". Volviendo al concesionario de los coches guarros, el muchacho que nos atendía, visiblemente impaciente por largarse de allí, nos dijo "no tendréis pensado probar el coche ahora, ¿verdad?". Mi respuesta mental fue "no, mira, contaba con pagarlo a ciegas y dejarme sorprender ante cualquier problema, no te jode...", pero me limité a decirle "si fuese posible... Más que nada por probar el motor, las marchas y tal". Ante su cortante "pues lo siento, pero ya estamos cerrando", sólo pude reaccionar dirigiéndome al vehículo, abriendo y cerrando un par de puertas y descubriendo que el interior competía con el exterior en cuanto a nivel de mierda. A todo esto, el empleado, mirando ora su reloj, ora a mi novia y a mí como queriendo decir "ahuecando, que quiero largarme de aquí" nos invitaba a decidirnos cuanto antes con respecto a la compra, pues no iba a ser posible reservar el coche para nosotros. Le hicimos ver que no teníamos nada fácil lo del horario si queríamos volver una segunda vez para hacer un testeo en condiciones, y la respuesta del vendedor fue un impotente encogimiento de hombros acompañado de un alzado de cejas y un nuevo vistazo a su reloj de pulsera.

Y ahí fue cuando mi novia y yo nos miramos y supimos que ambos estábamos pensando "a la mierda este pavo y a la mierda el coche".

De hecho, la vuelta a casa fue un Dragon Khan de emociones de casi una hora de duración (que no miento cuando os he dicho que el concesionario estaba a tomar por culo, hombre). Por un lado, lamentábamos el tener que prescindir de un medio de transporte privado que nos iba a ser de utilidad seis o siete veces al año, y por el otro, fantaseábamos con la idea de irnos de vacaciones a tal o cual país (o países) gracias al pastizal que acabábamos de ahorrarnos.

Días después de la experiencia negativa en el concesionario, y analizando la situación desde una distancia temporal, con frialdad y sin el estrés del momento, nos hemos dado cuenta de que hemos tomado la decisión correcta (algo que ha corroborado más de una persona con la que hemos hablado del tema desde entonces, pues mucha gente ha tenido coche en este país y ha terminado por revenderlo ante lo absurdamente caro que resulta su mantenimiento). Por otra parte, parece ser que las calles y carreteras de Dublín son el campo de batalla de una guerra no declarada entre ciclistas y conductores. Y lo del vendedor me ha terminado de convencer a la hora de elegir bando:

fuente: aliexpress
Esta cosa tan guapa me va a llegar en las próximas semanas y va a provocar que SE HAGA DE DÍA allá por donde pedalee

Queda pendiente el tema de las sillas para mi patio. Pero eso lo voy a dejar para otra entrada, que no tendré coche, pero jeta me sobra.

Licencia Creative Commons

No hay comentarios:

Publicar un comentario