lunes, 20 de marzo de 2017

Bienvenido, Míster Starbucks

Tras varias decenas de entradas publicadas en mi blog puedo afirmar, sin miedo a equivocarme, que el artículo que tenéis hoy ante vosotros es el peor de todos. Generalmente soy capaz de escribir cada publicación de una o dos sentadas, pero terminar la de esta semana me ha costado Dios y ayuda. Sin embargo, como tengo por máxima quemar las naves cuando decido llevar a cabo cualquier empresa por desastroso que pueda ser el resultado (lo cual explica en parte mi fracaso académico durante los años de facultad), no me queda otra que darle un par de vueltas por escrito a la siguiente noticia:

Starbucks pisa Valladolid

El hecho de que mi hermano me comunicase esta buena nueva pocas horas después de haber publicado una entrada en la que hablaba de Starbucks y Valladolid puede parecerle una serendipia a los lectores de este blog que sean seguidores de Íker Jiménez y mierdas por el estilo. A todos vosotros, frikis del misterio, os recomiendo algún libro de John Allen Paulos para que se os quite la tontería. De nada.

En fin, si la noticia que acabo de compartir con vosotros merece ser mencionada en este blog es por dos motivos. El primero de ellos es que, aunque a los señoritos de Madrid que leéis mis entradas la apertura de un nuevo Starbucks no os haga levantar una ceja, para los habitantes de un pueblo grande como Valladolid se trata de todo un acontecimiento. Al igual que ocurrió con la llegada de IKEA, Primark (hasta la Guardia Civil tuvo que pasarse por allí el día de la inauguración para poner orden), Decathlon o KFC (se acabó lo de tener que coger el AVE para poder comerse un boxmaster), la apertura de la primera cafetería de la sirena en el logo a orillas del Pisuerga constituirá todo un acontecimiento entre los cinco o seis hipsters que andan sueltos por Valladolid y la población joven en general. Para que os hagáis una idea de las ganas que se le tienen al Starbucks, en su día existió una página en Tuenti (en Tuenti, joder, que eso es como de hace ochocientos años) titulada "Queremos un Starbucks en Valladolid".

El segundo motivo (que es el que más chicha tiene para mí) tiene que ver con la población envejecida y tradicional de Valladolid. Vamos, con la gente facha tan característica de este municipio. Y es que, que plantes un Starbucks ante un señor mayor de los que gustan de llamar de todo menos "guapo" a ZP al calorazo de un café con leche en vaso de cristal y ejemplar de La Razón sobre el mostrador equivale a poner un pepino al lado de un gato que está comiendo. La verdad, no cuento con que don Eulalio Fonseca (el nombre me lo acabo de inventar), fachisoletano de los de "con Franco se vivía mejor" y canas engominadas se aventure a cruzar las puertas de la novedosa cafetería pero, teniendo en cuenta que la población de la ciudad que comparte perfil ideológico con el señor Fonseca constituye un porcentaje CONSIDERABLE del total, sería conveniente que los directivos de Starbucks se planteasen llevar a cabo una serie de modificaciones en su local y costumbres que les harían ganar un chorrazo de clientes. Pero sólo en Valladolid, ojo.

Para empezar, el logo va a echar para atrás a muchos ciudadanos. Eso de una sirena, en una ciudad en la que la gente sólo conoce el mar porque pasa los sábados de verano en Santander (también conocida como "Fachadolid B"), como que no va a cuajar. Sería mejor cambiar tal icono por algo más conocido y querido por esta gente:

fuente: brandsoftheworld.com
Perdón por el photoshopeado cutre. Mi nivel no llega más allá
De hecho, el nombre en sí también rechina, pues es extranjero. Y pocas cosas incomodan más aquí que aquello que viene de fuera. Sin embargo, con el objetivo de que la marca no pierda su esencia, quizá sería mejor buscar una mezcla de ambos conceptos. Por ello, Starbucks debería portar un apéndice patrio que diese como resultado, por ejemplo, Santiago y cierra Starbucks.

Vale, lo reconozco. En las semanas que llevo dándole vueltas a todo esto no se me ha ocurrido un nombre más gracioso. Pero si no os gusta, adoptad a una gata que no os deje dormir, abrid un blog y escribidlo vosotros, copón. Además, ahora Barajas se llama Barajas Adolfo Suárez y no os he visto levantando barricadas, copón otra vez.

En cuanto al local en sí, estaría bien que el mismo estuviese orientado al sur, y así podría encontrarse cara al sol durante la mayor parte del día. El interior debería tener las paredes llenas de carteles taurinos y pósters de tonadilleras, y el hilo musical tendría que atronar coplas y pasodobles desde la apertura hasta el cierre. Nada de musicaja hippie interracial de la que suele sonar normalmente en estos sitios.

Hablemos ahora de las bebidas. Concretamente, de sus nombres, pues aquí hay mucha tijera que meter. Empezando por el clásico espresso. Muy mal. Eso suena a "ex preso", a Ley de Amnistía de 1977, a Doctrina Parot y a rojos corriendo libremente por la calle sin que nadie haga nada por imponer el orden. El problema es que no se me ocurre un nombre alternativo que suene bien. Por ello, y siguiendo la solución a la que recurre el facherío cuando se queda sin argumentos, lo más adecuado sería rebautizar a esta bebida como paracuellos y hacer como que no hay nada más que añadir.

Tampoco es fácil encontrar una alternativa al carismático latte, hasta que uno se fija en las dos letras T de la palabra que, cuales cruces clavadas en lo alto del Gólgota, evocan catolicismo, sotana, misa y comunión diaria y otros muchos detalles que harían que la gente más conservadora de la capital pucelana abrazase con fervor religioso esta bebida si se le diese el giro beato adecuado. Para ello, bastaría con renombrarla (bueno, sería más adecuado decir "rebautizarla") y darle un nombre que uniese perfectamente los conceptos "iglesia" y "facherío" (algo no demasiado complicado, por otra parte). En definitiva, que lo perfecto en este caso, cuando alguien quisiera un latte, sería oírle decir "niña, ponme un rouco".

Y ya que hemos topado con la iglesia, voy a dejar caer aquí la sugerencia que ha hecho mi compañero de trabajo cordobés y proponer que el famoso aro de cartón que rodea a los vasos con el objetivo de no quemar a su portador sea denominado cilicio. Otro punto a favor.

Al cappuccino no haría falta cambiarle el nombre, pues le viene originalmente del color de los hábitos de los frailes capuchinos (de nada por la lección de cultura), así que topamos una vez más con la Iglesia y todos contentos.

El americano también podría pasar por este filtro derechón. El problema aquí es que se me ocurren varios estadounidenses, a cuál más facha, a los que homenajear desde un punto de vista vallisoletano dándole su nombre al café. ¿Ronald Reagan? ¿Henry Kissinger? ¿El miserable de Milton Friedman? ¿Richard Spencer? Bueno, creo que lo mejor sería recurrir a alguien más conocido y dejarlo en donaldtrump.

El macchiato debería llamarse facciatto y el frapuccino, fragapuchino. Y me quedaría por renombrar el mocha (bueno, seguro que me quedan más, pero ya me he cansado). Se me ocurre cambiar lo de mocha por mola (entra con calzador y raspando, lo sé). Para los milénicos, no estoy intentando decir que sea un café chachi. Estoy haciendo una referencia a este señor que tan bien cae en una ciudad que desde el primer momento decidió pertenecer al bando Nacional. Vale, estos tres últimos cambios no tiene mucho mérito, pero ya os he dicho que me estaba cansando.

Otra cosa que había que modificar: el nombre de las raciones. ¿Tall, Grande y Venti? ¿Qué mariconada es ésa? ¿Quién querría en Valladolid usar esas palabritas? Nada, nada. Lo correcto aquí sería referirse a las raciones como Una, Grande y Libre. Y que los vasos de cartón fuesen rojigualdas [insertar unity photoshopeado aquí]. Bueno, para tema de merchandising patrio, lo mejor sería contactar con Casa Pepe, que de este tema controlan un rato. Quién sabe, igual los concejales del PP y Ciudadanos de Valladolid acabarían dedicándole una calle a Starbucks en Valladolid.

Ya hemos retocado el local y los productos, y lo siguiente a lo que habría que dar un toque de derechas sería a los empleados en sí. Ese delantal verde tan característico... No. Sería preferible cambiarlo por una camisa azul que estuviese permanentemente remangada por encima del codo para facilitar el saludo, brazo en alto, a todo aquel cliente que cruzase la puerta del local. Y el encargado de dirigir a esta pequeña división azul no ocuparía el cargo de jefe o manager. Sería el caudillo (por la Gracia de Dios, claro). O el generalísimo. Aunque no sería esencial que dicho superempleado careciese de un testículo, no estaría mal que tuviese el culo blanco. Y si estuviese casado con una loca adicta a llevarse collares de las joyerías como si nada, pues miel sobre hojuelas. Por otra parte, sería conveniente dejarlo todo atado y bien atado y que el caudillo contase con un doble. Por razones de seguridad, más que nada. Que entre los clientes de Starbucks suele haber mucho rojo judeomasónico en plena conspiración y toda precaución es poca.

Ahora sólo queda esperar a la inauguración del local. Y si los de Starbucks, en vez de llamarlo inauguración lo llaman alzamiento y se lo montan para que caiga en 18 de julio, se van a llevar una ovación por parte de los fachisoletanos audible desde Palencia. Y, ¿por qué no? Podrían invitar a algún cantante famoso para actuar durante el evento (vosotros también estáis pensando en Bertín Osborne, ¿verdad?), organizar una capea y traerse a un obispo para que bendiga el local echando agua con el sonajero ése de los obispos que salpica (si los millenials no sabéis a lo que me refiero, buscad cualquier fragmento del NODO, que en casi todas las emisiones aparecían obispos bendiciendo sitios recién inaugurados). Todo ello, aderezado con mucho confeti y, si da para tirar la casa por la ventana, el sorteo de un Jaguar, el cual aparecería mágicamente en el garaje del ganador, por supuesto.

¿Os acordáis de cuando la gente llamaba a Noche de Fiesta y José Luis Moreno se dedicaba a regalar un montón de mierdas pagadas con el dinero de todos como si nada? Pues, siguiendo el ejemplo de tan ilustre personaje, añado una idea de última hora: aplicar un descuento del 36% (el número no está elegido al azar) para los miembros de la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos y para afiliados a las Nuevas Generaciones del Partido Popular.

La verdad, no creo que aplicar todas estas reformas fuese a ayudar a Starbucks a la hora de captar clientes en la capital del Pisuerga. Pero bueno, al menos le serviría para obtener el prestigiosísimo...


Creo que debería hacer lo mismo que va a hacer la ETA con las armas y entregar el Photoshop. Para dejar de hacer daño, más que nada

Ya os dije que esta entrada no iba a ser ninguna maravilla. A lo mejor tendría que haber hecho como Franco y no haberme metido en política. En fin.

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