lunes, 27 de marzo de 2017

Todo en un fin de semana

Sábado


3:40 UTC Mi novia y yo nos hemos levantado hace una hora y nos hemos dado una ducha mientras mi gata nos miraba como preguntándose "¿qué coño hacéis en pie antes de que yo os haya despertado?". Tras salir de casa y caminar un huevo, hemos llegado a la parada del bus que va al aeropuerto:


Sí, podríamos haber cogido un taxi, pero la carrera desde donde vivimos puede salir por ochenta euros. Y se me ocurren mejores cosas en las que gastar semejante cantidad, la verdad.

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4:30 UTC Tras cruzar Dublín en bus dejando que la aplicación Pokémon GO sobrecalentase mi teléfono móvil y soportando a dos putas cotorras incapaces de callarse, llegamos al aeropuerto.


¿Que por qué nos hemos bajado en la terminal 2 si viajamos con Ryanair? En diez minutos os lo digo.

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4:40 UTC He aquí uno de los motivos por los que merece la pena salir de la cama por las mañanas en este país. El desayuno irlandés:


¿Vosotros sois de los de tomar sólo un café con dos galletas para desayunar? ME DAIS ASCO.

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5:10 UTC ¿Vosotros sois de los de dejar comida en el plato? ME DAIS ASCO. Y a vuestros antepasados, TAMBIÉN:


Tras semejante festín, ahora tenemos que rodar en dirección a la terminal 1, pasar el control y embarcar.

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6:00 UTC Ya estamos en el avión. Ahora sólo tengo que ponerme "cómodo" durante las próximas tres horas:


"Qué suerte tienes por ser tan alto". Os podéis ir a la mierda.

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10:55 UTC +1 El vuelo bien, gracias. Por suerte, sólo he dormido una hora y el asiento-garrote vil característico de los aviones de Ryanair no ha tenido mucho tiempo de joderme la espalda. La madre de mi novia, que aguardaba a nuestra llegada en Adolfosuarezmadridbarajas, ha tenido a bien ahorrarme la combinación bus a la T4 - Cercanías a Chamartín al acercarme a la estación en su coche. Y aquí estoy ahora, sentado junto a varios señores que discuten con entusiasmo acerca de trenes de juguete (os lo juro) mientras espero a la salida del Alvia al calor de mi segundo café con leche del día, parte del cual ha sido derramado con garbo por la camarera:


"Ah, pero ¿no vas en ALSA?" Esta vez, no. Esta vez quiero sentirme como un burgués.

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12:30 UTC +1 Por fortuna, el grupo de chimpancés que ha montado en Chamartín con unas ganas de juerga proporcionales al porculo que ha dado en todo momento, se ha apeado en Segovia:


La web de RENFE, en su seccíon de venta de billetes, debería incluir una casilla bajo la de aceptción de los términos y condiciones que dijese "Pretendo hacer el gilipollas a bordo del tren". Y cobrar un suplemento a todo aquel que la marcase.

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13:05 UTC +1 El Alvia acaba de dejarme en mi destino y un tren cargado de Renaults Captur provenientes de FASA que reposa a un par de vías de distancia me da la bienvenida:


Siempre que vuelvo a Valladolid se cumplen dos hechos que me gustan y desconciertan a partes iguales. El primero es la puntualidad de la que RENFE hace gala. El segundo es que la ciudad huele a facha un poco menos que la vez anterior.

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15:15 UTC +1 En dos horas me ha dado tiempo a encontrarme con mis padres, ofrecerles las muestras de cariño justas fruto de mi formación vallisoletana, llegar a su casa, encontrarme con mi hermano, hacerles entrega de regalos y souvenirs varios, atiborrarme de queso y chorizo, evolucionar a suficientes pokémons como para subir de nivel en Pokémon GO y acercarme al Día a comprar las pipas que me había encargado Laura:


Laura, sé que estás leyendo esto. A ver si quedamos y te doy las pipas. Sí, de nada. Y ahora, con vuestro permiso, me voy a comer.

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18:30 UTC +1 Como era de esperarse, mi madre ha preparado suficiente comida como para alimentar a toda la comunidad de vecinos. Y, como era de esperarse, no he consentido que sobrase nada. Y ahora, mientras mi estómago sigue intentando lidiar con la que se le ha venido encima, me dispongo a disfrutar del motivo por el cual me he plantado en Valladolid esta vez:


"¿Has viajado desde Dublín a Valladolid para ir al cine?" Así es. Con dos cojones, ¿verdad? Luego os cuento qué me ha parecido la película.

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20:30 UTC +1 Os diré lo mismo que dije cuando salí de ver la de Los últimos de Filipinas: para ser una película española con actores españoles y presupuesto español, no está nada mal. Patriotera, sí. Pero es lo que tiene una película sobre militares. Además, que sepáis que esta peli pasa el test de Bechdel. Por cierto, ya que hay un todo a cien por aquí cerca, he comprado una carcasa para mi flamante BQ Aquaris E 4.5 (la E es de "Ébola"):


No, en Irlanda no hay tiendas de todo a cien. Y no, en las tiendas de carcasas de móviles no conocen la marca BQ. Por cierto, el Decathlon cierra a las 22:00, ¿no? A ver si me da tiempo.

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21:30 UTC +1 Voy a compartir con vosotros un secreto: las mejores playeras del Decathlon suelen estar en la sección de calzado para tenis:


De nada.

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23:00 UTC +1 Tras llegar a casa y barajar las diferentes opciones gastronómicas disponibles de cara a la cena, y teniendo en cuenta la hora que es y la pereza que me da volver a salir a la calle, mi hermano y yo hemos decidido que nos traigan pizzas. La mía es de carne de kebab:


"¿De cordero o de pollo?" Esa pregunta, cuando se trata de un kebab, no tiene respuesta. Y yo tengo mucho sueño, así que pienso enterrarme en la cama en cuanto haga desaparecer la pizza.

Domingo


01:59 UTC +1 En un minuto serán las 03:00 porque esta noche empieza el horario de verano. Sí, como si no fuese suficiente con darme la paliza que me estoy dando, he tenido que elegir el fin de semana del cambio de hora para ello. Manda huevos.

No, de esto no tengo foto, que ahora mismo estoy durmiendo, joder.

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07:15 UTC +2 Tras arrearme un madrugón insano por una razón que no viene al caso, lo primero que he hecho al meterme en el coche de mis padres ha sido poner el reloj en hora, que ha habido años que nadie lo ha tocado y la hora incorrecta ha terminado por ajustarse sola al llegar el siguiente cambio:


Luego os enseño una de las cosas más bonitas que se pueden encontrar en Valladolid si se sale de casa por la mañana.

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08:30 UTC +2 Contemplad esta preciosidad:


No voy a sacar foto del plato vacío cuando termine con esta ternura porque no necesito demostrar que no voy a dejar ni una puta miga.

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09:37 UTC +2 He aprovechado que pasaba por aquí para acercarme al Paseo de los Almendros, esperando encontrarme a los árboles vestidos de blanco. Pero llego semanas tarde:


Qué chafe.

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10:45 UTC +2 Añadid a la lista de "cosas que hay en España y en Irlanda no" los MERCADILLOS. Por favor, mirad qué ganga.


No os preocupéis, que no pienso enseñaros cómo me quedan puestos. Porque no tengo tiempo, más que nada. Que tengo que hacer la maleta y comer pronto, no vaya a perder el Alvia a Madrid.

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12:13 UTC +2 Mientras comía, he podido ver al otro lado de la ventana cómo unos pocos copos de nieve caían con vergüenza. Pero ha parado de nevuscar enseguida. Lo justo para salpicar el suelo:


Para salpicarlo, y para dejar claro que este fin de semana el tiempo está siendo una mierda por aquí. Pero eso es bueno, porque cuando marzo mayea, mayo marcea. En fin, voy a dejar en casa al pastor que llevo dentro y me marcho a la estación del Norte.

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12:50 UTC +2 Me toca dedicar unos minutos a analizar el escaparate de la tienda de golosinas de la estación y contemplar caramelos que tienen más años que yo, que he llegado antes que el tren:


En cuanto el mismo aparezca, pienso plantarme en mi asiento asignado y cascarme una siesta que va a durar varias provincias y no va a terminar hasta que digan "Chamartín" por megafonía.

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14:51 UTC +2 Quizá sea por efecto del bocadillo de jamón serrano como la pata de un burro que me he jalado hace diez minutos en uno de los bancos de la estación de Chamartín, pero ahora mismo considero que la luna del cercanías que me va a llevar a la T4 tiene unas chorreras PRECIOSAS:


Vuelvo en unos minutos.

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15:10 UTC +2 De T4 a T1 y tiro porque me toca mientras intento que mi maleta (que pesa dos toneladas) no se estrelle contra el suelo durante el trayecto:


Voy a pedirle algo a mi dios particular: Por favor, Esteban, haz que el Starbucks de la T1 tenga tarta de caramelo.

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16:15 UTC +2 Gracias, Esteban. Te debo una:


Qué coño. Gracias a mi novia, que es quien me ha invitado. Y ahora, a la cola de embarque.

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17:10 UTC +2 El viaje promete ser horrible. Y es que un grupito de estudiantes ha invadido el pasaje. Esto, por norma general, implica que vamos a tener que soportar jaleo durante todo el vuelo. Intentaré distraerme imaginando la historia que puede haber detrás de esta mancha en el techo del avión:


En fin, paciencia. Mucha paciencia.

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19:30 UTC +1 Oye, pues al final el grupito de estudiantes ha sabido comportarse. Y eso que eran paisanos. Lo sé porque han dicho varias veces "Valladolid" (y ese lugar sólo lo mencionas cuando eres de allí) y porque a la salida del aeropuerto, una señora con pinta de profesora aguardaba sujetando un cartel en el que podía leerse REBIRA DE CASTILLA (sic). Blanco y en botella. Y al otro lado de la puerta del aeropuerto, un cielo más azul que gris, para variar:


Pocas veces me encuentro mejor tiempo en Dublín que en Madrid cuando vuelvo. Disfrutaré de ello de camino a casa.

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22:30 UTC +1 Ha sido abrir la puerta y la gata ha salido escopetada a la calle. Aprovechando que no estaba en casa para meterse dentro de las maletas, las hemos desecho y hemos cenado los bocadillos que tendrían que haber caído durante el vuelo porque mi novia y yo somos muy apañaos. Por cierto, Arya acaba de volver de su leve escapada nocturna y quiere que me deje de putas fotos y le deje entrar en casa:


Y yo creo que ya va siendo hora de irse a dormir, ¿no? Porque yo creo que a mí lo que me va a matar un día de éstos es la falta de sueño...

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lunes, 20 de marzo de 2017

Bienvenido, Míster Starbucks

Tras varias decenas de entradas publicadas en mi blog puedo afirmar, sin miedo a equivocarme, que el artículo que tenéis hoy ante vosotros es el peor de todos. Generalmente soy capaz de escribir cada publicación de una o dos sentadas, pero terminar la de esta semana me ha costado Dios y ayuda. Sin embargo, como tengo por máxima quemar las naves cuando decido llevar a cabo cualquier empresa por desastroso que pueda ser el resultado (lo cual explica en parte mi fracaso académico durante los años de facultad), no me queda otra que darle un par de vueltas por escrito a la siguiente noticia:

Starbucks pisa Valladolid

El hecho de que mi hermano me comunicase esta buena nueva pocas horas después de haber publicado una entrada en la que hablaba de Starbucks y Valladolid puede parecerle una serendipia a los lectores de este blog que sean seguidores de Íker Jiménez y mierdas por el estilo. A todos vosotros, frikis del misterio, os recomiendo algún libro de John Allen Paulos para que se os quite la tontería. De nada.

En fin, si la noticia que acabo de compartir con vosotros merece ser mencionada en este blog es por dos motivos. El primero de ellos es que, aunque a los señoritos de Madrid que leéis mis entradas la apertura de un nuevo Starbucks no os haga levantar una ceja, para los habitantes de un pueblo grande como Valladolid se trata de todo un acontecimiento. Al igual que ocurrió con la llegada de IKEA, Primark (hasta la Guardia Civil tuvo que pasarse por allí el día de la inauguración para poner orden), Decathlon o KFC (se acabó lo de tener que coger el AVE para poder comerse un boxmaster), la apertura de la primera cafetería de la sirena en el logo a orillas del Pisuerga constituirá todo un acontecimiento entre los cinco o seis hipsters que andan sueltos por Valladolid y la población joven en general. Para que os hagáis una idea de las ganas que se le tienen al Starbucks, en su día existió una página en Tuenti (en Tuenti, joder, que eso es como de hace ochocientos años) titulada "Queremos un Starbucks en Valladolid".

El segundo motivo (que es el que más chicha tiene para mí) tiene que ver con la población envejecida y tradicional de Valladolid. Vamos, con la gente facha tan característica de este municipio. Y es que, que plantes un Starbucks ante un señor mayor de los que gustan de llamar de todo menos "guapo" a ZP al calorazo de un café con leche en vaso de cristal y ejemplar de La Razón sobre el mostrador equivale a poner un pepino al lado de un gato que está comiendo. La verdad, no cuento con que don Eulalio Fonseca (el nombre me lo acabo de inventar), fachisoletano de los de "con Franco se vivía mejor" y canas engominadas se aventure a cruzar las puertas de la novedosa cafetería pero, teniendo en cuenta que la población de la ciudad que comparte perfil ideológico con el señor Fonseca constituye un porcentaje CONSIDERABLE del total, sería conveniente que los directivos de Starbucks se planteasen llevar a cabo una serie de modificaciones en su local y costumbres que les harían ganar un chorrazo de clientes. Pero sólo en Valladolid, ojo.

Para empezar, el logo va a echar para atrás a muchos ciudadanos. Eso de una sirena, en una ciudad en la que la gente sólo conoce el mar porque pasa los sábados de verano en Santander (también conocida como "Fachadolid B"), como que no va a cuajar. Sería mejor cambiar tal icono por algo más conocido y querido por esta gente:

fuente: brandsoftheworld.com
Perdón por el photoshopeado cutre. Mi nivel no llega más allá
De hecho, el nombre en sí también rechina, pues es extranjero. Y pocas cosas incomodan más aquí que aquello que viene de fuera. Sin embargo, con el objetivo de que la marca no pierda su esencia, quizá sería mejor buscar una mezcla de ambos conceptos. Por ello, Starbucks debería portar un apéndice patrio que diese como resultado, por ejemplo, Santiago y cierra Starbucks.

Vale, lo reconozco. En las semanas que llevo dándole vueltas a todo esto no se me ha ocurrido un nombre más gracioso. Pero si no os gusta, adoptad a una gata que no os deje dormir, abrid un blog y escribidlo vosotros, copón. Además, ahora Barajas se llama Barajas Adolfo Suárez y no os he visto levantando barricadas, copón otra vez.

En cuanto al local en sí, estaría bien que el mismo estuviese orientado al sur, y así podría encontrarse cara al sol durante la mayor parte del día. El interior debería tener las paredes llenas de carteles taurinos y pósters de tonadilleras, y el hilo musical tendría que atronar coplas y pasodobles desde la apertura hasta el cierre. Nada de musicaja hippie interracial de la que suele sonar normalmente en estos sitios.

Hablemos ahora de las bebidas. Concretamente, de sus nombres, pues aquí hay mucha tijera que meter. Empezando por el clásico espresso. Muy mal. Eso suena a "ex preso", a Ley de Amnistía de 1977, a Doctrina Parot y a rojos corriendo libremente por la calle sin que nadie haga nada por imponer el orden. El problema es que no se me ocurre un nombre alternativo que suene bien. Por ello, y siguiendo la solución a la que recurre el facherío cuando se queda sin argumentos, lo más adecuado sería rebautizar a esta bebida como paracuellos y hacer como que no hay nada más que añadir.

Tampoco es fácil encontrar una alternativa al carismático latte, hasta que uno se fija en las dos letras T de la palabra que, cuales cruces clavadas en lo alto del Gólgota, evocan catolicismo, sotana, misa y comunión diaria y otros muchos detalles que harían que la gente más conservadora de la capital pucelana abrazase con fervor religioso esta bebida si se le diese el giro beato adecuado. Para ello, bastaría con renombrarla (bueno, sería más adecuado decir "rebautizarla") y darle un nombre que uniese perfectamente los conceptos "iglesia" y "facherío" (algo no demasiado complicado, por otra parte). En definitiva, que lo perfecto en este caso, cuando alguien quisiera un latte, sería oírle decir "niña, ponme un rouco".

Y ya que hemos topado con la iglesia, voy a dejar caer aquí la sugerencia que ha hecho mi compañero de trabajo cordobés y proponer que el famoso aro de cartón que rodea a los vasos con el objetivo de no quemar a su portador sea denominado cilicio. Otro punto a favor.

Al cappuccino no haría falta cambiarle el nombre, pues le viene originalmente del color de los hábitos de los frailes capuchinos (de nada por la lección de cultura), así que topamos una vez más con la Iglesia y todos contentos.

El americano también podría pasar por este filtro derechón. El problema aquí es que se me ocurren varios estadounidenses, a cuál más facha, a los que homenajear desde un punto de vista vallisoletano dándole su nombre al café. ¿Ronald Reagan? ¿Henry Kissinger? ¿El miserable de Milton Friedman? ¿Richard Spencer? Bueno, creo que lo mejor sería recurrir a alguien más conocido y dejarlo en donaldtrump.

El macchiato debería llamarse facciatto y el frapuccino, fragapuchino. Y me quedaría por renombrar el mocha (bueno, seguro que me quedan más, pero ya me he cansado). Se me ocurre cambiar lo de mocha por mola (entra con calzador y raspando, lo sé). Para los milénicos, no estoy intentando decir que sea un café chachi. Estoy haciendo una referencia a este señor que tan bien cae en una ciudad que desde el primer momento decidió pertenecer al bando Nacional. Vale, estos tres últimos cambios no tiene mucho mérito, pero ya os he dicho que me estaba cansando.

Otra cosa que había que modificar: el nombre de las raciones. ¿Tall, Grande y Venti? ¿Qué mariconada es ésa? ¿Quién querría en Valladolid usar esas palabritas? Nada, nada. Lo correcto aquí sería referirse a las raciones como Una, Grande y Libre. Y que los vasos de cartón fuesen rojigualdas [insertar unity photoshopeado aquí]. Bueno, para tema de merchandising patrio, lo mejor sería contactar con Casa Pepe, que de este tema controlan un rato. Quién sabe, igual los concejales del PP y Ciudadanos de Valladolid acabarían dedicándole una calle a Starbucks en Valladolid.

Ya hemos retocado el local y los productos, y lo siguiente a lo que habría que dar un toque de derechas sería a los empleados en sí. Ese delantal verde tan característico... No. Sería preferible cambiarlo por una camisa azul que estuviese permanentemente remangada por encima del codo para facilitar el saludo, brazo en alto, a todo aquel cliente que cruzase la puerta del local. Y el encargado de dirigir a esta pequeña división azul no ocuparía el cargo de jefe o manager. Sería el caudillo (por la Gracia de Dios, claro). O el generalísimo. Aunque no sería esencial que dicho superempleado careciese de un testículo, no estaría mal que tuviese el culo blanco. Y si estuviese casado con una loca adicta a llevarse collares de las joyerías como si nada, pues miel sobre hojuelas. Por otra parte, sería conveniente dejarlo todo atado y bien atado y que el caudillo contase con un doble. Por razones de seguridad, más que nada. Que entre los clientes de Starbucks suele haber mucho rojo judeomasónico en plena conspiración y toda precaución es poca.

Ahora sólo queda esperar a la inauguración del local. Y si los de Starbucks, en vez de llamarlo inauguración lo llaman alzamiento y se lo montan para que caiga en 18 de julio, se van a llevar una ovación por parte de los fachisoletanos audible desde Palencia. Y, ¿por qué no? Podrían invitar a algún cantante famoso para actuar durante el evento (vosotros también estáis pensando en Bertín Osborne, ¿verdad?), organizar una capea y traerse a un obispo para que bendiga el local echando agua con el sonajero ése de los obispos que salpica (si los millenials no sabéis a lo que me refiero, buscad cualquier fragmento del NODO, que en casi todas las emisiones aparecían obispos bendiciendo sitios recién inaugurados). Todo ello, aderezado con mucho confeti y, si da para tirar la casa por la ventana, el sorteo de un Jaguar, el cual aparecería mágicamente en el garaje del ganador, por supuesto.

¿Os acordáis de cuando la gente llamaba a Noche de Fiesta y José Luis Moreno se dedicaba a regalar un montón de mierdas pagadas con el dinero de todos como si nada? Pues, siguiendo el ejemplo de tan ilustre personaje, añado una idea de última hora: aplicar un descuento del 36% (el número no está elegido al azar) para los miembros de la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos y para afiliados a las Nuevas Generaciones del Partido Popular.

La verdad, no creo que aplicar todas estas reformas fuese a ayudar a Starbucks a la hora de captar clientes en la capital del Pisuerga. Pero bueno, al menos le serviría para obtener el prestigiosísimo...


Creo que debería hacer lo mismo que va a hacer la ETA con las armas y entregar el Photoshop. Para dejar de hacer daño, más que nada

Ya os dije que esta entrada no iba a ser ninguna maravilla. A lo mejor tendría que haber hecho como Franco y no haberme metido en política. En fin.

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lunes, 13 de marzo de 2017

¿En qué puedo ayudarle?

La próxima vez que os den soporte técnico o de atención al cliente vía chat, rellenad la encuesta de satisfacción que aparece al terminar la conversación. Y rellenad todos los campos con la mejor nota. Me da igual lo desastroso que haya sido el servicio, lo cabreados que estéis con la compañía de turno o los meses que llevéis sin follar. Me da igual a mí y le da igual a quien pueda estar relacionado con la encuesta y tenga un rango superior a soldado raso en la compañía, pues vuestra mala nota no va a mejorar ni a cambiar NADA.

A quien no le va a dar igual es al pobre agente que haya tenido que tragarse vuestra mierda y cuya potencial comisión, la cual puede mejorar considerablemente un salario a todas luces irrisorio, depende del nivel de miseria que decidáis mostrar a la hora de rellenar la puñetera encuesta. Sé de lo que hablo, pues he sido agente de soporte varios años y mis compañeros y yo tuvimos que pasar por esa situación cientos de veces. Dicho esto, voy a contaros una anécdota relacionada con el tema que va a relajar el tono borde con el que he empezado la entrada, aderezando la misma con imágenes de teleoperadoras sonrientes acompañadas de frases REALES de clientes. Veréis qué risas.

Nuestro trabajo consistía en dar soporte técnico para tabletas de una marca que no voy a mencionar aquí, y los clientes nos contactaban por teléfono o por chat. En el primero de los casos, el consumidor recibía la encuesta (también conocida como survey porque trabajábamos desde Irlanda y se suponía que teníamos que decirlo todo en inglés) por correo electrónico dos o tres días después de que cerrásemos su caso, lo cual era una ventaja para aquellos con labia y talento social y una putada para alguien tan seco como yo, a quien los clientes solían confundir con un robot durante nuestras escuetas interacciones telefónicas.

fuente: Holiday Extras
"Sois unos piratas"

Por otra parte, cuando el soporte se daba vía chat, la encuesta aparecía al final de la conversación, y podíamos ver al momento la nota obtenida, o si el cliente había cerrado la ventana sin rellenar nada. Esto nos obligaba a currarnos un soporte estrella que se camelase al consumidor en pocos minutos; pero como había que hacerlo por escrito, yo disfrutaba de ello como un enano y solía tenerlo bastante fácil para llevarme al cliente al huerto.

En cuanto a la encuesta en sí, ésta solicitaba puntuar de 1 a 9 dos conceptos: el agente y la empresa. Sencillo, ¿verdad? Pues no, porque a nosotros se nos valoraba en función de la puntuación que el cliente otorgaba a la compañía. "¿Cómorl?" estaréis pensando. Pues sí, así es. Daba igual que a nosotros nos cayese un nueve, que si la empresa se llevaba un uno (una combinación que se daba con bastante frecuencia, por otra parte), el suspenso nos lo comíamos nosotros. Ma-ra-vi-llo-so.

Aclarado esto, me meto con la anécdota en sí.

Se dio la casualidad de que el producto para el que trabajábamos acababa de aparecer en el mercado, por lo que todos los que estabamos allí dando soporte para diferentes países de Europa estrenábamos el servicio. Debido a esto, durante los primeros días, una nota máxima obtenida por chat era celebrada por quienes se encontrasen cerca del agraciado con un breve aplauso. No obstante, los globitos que había colocados por el call center festejando la inauguración de las líneas, así como nuestros ánimos y ganas de aplaudir resultados de encuestitas, se fueron desinflando poco a poco y acabaron por dar paso a un clima alienante en el que cada uno se dedicaba a lo suyo sin importarle una mierda lo bien o mal que pudiese irle al de al lado. Esta situación desagradaba en gran medida a los jefes, pues no dejaban de llenarse la boca y taladrarnos los oídos con mensajes relacionados con la colaboración y el espíritu de equipo.

fuente: Petr Kratochvil
"A mí no me amenaces, que me tenéis hasta la polla"

Cuando la época del egoísmo bajonero laboral ya estaba plenamente establecida entre nosotros, uno de los agentes españoles recibió el chat de un cliente que acababa de comprarse la tableta y, debido al placentero efecto que los habitantes de países capitalistas sentimos cuando abrimos por primera vez cualquier trasto por el que hemos soltado pasta, dicho consumidor estaba bastante entusiasmado. Además, hay que añadir que, al contrario que a más de un manazas (y más de dos y de tres), al hombre no se le había caído y roto contra el suelo la tableta nada más sacarla de la caja. Lo que este usuario buscaba al acudir a nuestro soporte era obtener información adicional relativa al trasto que no había sido capaz de encontrar antes de apoquinar por él. Y aquí es donde la cosa se empezó a poner chunga.

Cada vez que el cliente preguntaba si esto o lo otro se podía hacer en su nueva tableta ("esto" y "lo otro", generalmente, podían hacerse sin problema en las tabletas de la competencia), el sufrido agente se veía obligado a revelarle que no, que el producto estaba dirigido a un público en concreto con necesidades más sencillas de las que tenía el cada vez más mosqueado usuario del chat y que, a pesar de todo, la tableta contaba con un huevo de características, a cual más chachi. Al usuario, como estaréis imaginando, que la tableta tuviese A, B o C se la traía floja, pues él se la había comprado con la idea de hacer X, Y y Z y mi compañero, al que empezaban a temblarle las manos al teclear ante la tormenta de mierda que se estaba formando, comenzaba a quedarse sin excusas ni frases bonitas de las que nos habían enseñado durante las dos semanas de formación previa que soltarle al maromo.

fuente: Tim Reckmann
"Esto no es un servicio. Esto no es serio. Esto es un chiringuito"

Aprovechando que aquello estaba teniendo lugar a la hora de la siesta (por lo que las líneas españolas estaban tranquilas, por no decir muertas), los miembros del equipo empezamos a acercarnos al sitio de la víctima con dos ideas en mente: ayudar en lo posible a suavizar y adornar los negativos mensajes que se estaba viendo obligado a repartir y, para qué negarlo, disponer de un buen sitio desde el que contemplar con morbo miserable la hostia que el pobre estaba cada vez más cerca de llevarse. De las que van con carrerilla y hacen eco.

Alcanzado cierto punto del chat en el que la mala hostia del consumidor se reflejaba en cada frase que enviaba, TODOS los miembros del equipo nos habíamos arremolinado en torno a la mesa y estábamos pendientes de la pantalla. Nuestra jefa, irlandesa que hablaba inglés y alemán pero cuyo nivel de castellano sólo le daba para levantar la ceja cada vez que nos escuchaba soltar un "joder" o un "puta", no tenía muy claro lo que estaba ocurriendo, así que nos recordó por enésima vez que en sus dominios teníamos que hablar en la lengua de Shakespeare.

No había terminado nuestra manager de llamarnos la atención cuando, tras escribir una oración más larga de lo normal que incluía cuatro veces la palabra "mierda", el cliente finalizó la sesión de chat, haciendo que el agente lanzase un exabrupto que dejó a nuestra jefa con la palabra en los labios y provocó que todos le diésemos la espalda a la irlandesa y fijásemos la vista en la pantalla del chat mientras conteníamos la respiración, a la espera de lo inevitable.

fuente: Alan Clark
"Os voy a llevar a todos a juicio"

Tras unos segundos que se hicieron siglos, la pantalla de mi compañero dejó de mostrar el mensaje "El cliente ha finalizado el chat", el cual avisaba de que un señor muy muy muy cabreado con nuestro producto tenía delante de las narices una survey por rellenar y presentó este otro: "El cliente ha cerrado la ventana", indicando que alea jacta est (mi jefa tampoco sabía latín, y otro de mis compañeros casi la lía por usar esa misma expresión en un email. Pero eso es otra historia). Nuestras jetas se aproximaron hasta casi tocar el cristal del monitor, pero allí no aparecía el resultado de ninguna encuesta de satisfacción.

¿Por qué? Porque el cliente no había rellenado la encuesta.

EL CLIENTE NO HABÍA RELLENADO LA ENCUESTA.

Y mi compañero, que en ese momento estaba que no le cabía un piñón por el culo, saltó de su silla y alzó los brazos como un evangelista negro en pleno éxtasis religioso, mientras se giraba hacia mi jefa y gritaba "NO SURVEY!!! NO SURVEY!!!". Los demás, arrastrados por su emoción, comenzamos a aplaudir como energúmenos, con muchísima más efusividad que si de una buena nota se hubiese tratado, iniciando una imparable reacción en cadena como nunca se había visto en el lugar. Primero se nos unieron los agentes italianos y portugueses. A continuación, franceses, ingleses e irlandeses. Inmediatamente después, escandinavos, rusos y finlandeses... Cuando quisimos darnos cuenta, todo el puto call center se había transformado en el fondo sur del Santiago Bernabéu, con agentes en pie aplaudiendo, gritando y silbando. Y no sólo de los que dabamos soporte a las tabletas. Había gente de otros productos, a quienes nuestro trabajo ni les iba ni les venía, que aplaudían a rabiar desde sus puestos situados en la otra punta de la inmensa nave. Hasta el encargado de mantenimiento, un europeo del este que hablaba español con acento gallego al que la marea de aplausos había pillado fregando el charco de café creado por un empleado francés especialmente torpe, soltó el mocho para unirse al jolgorio. Aquellos que se encontraban en medio de una llamada se vieron obligados a finalizarla, incapaces de hacerse oir sobre el estruendo, y se apresuraron a unirse al mismo, prolongando un rato más el ambiente festivo del lugar.

fuente: Tim Reckmann
"A ver si trabajáis un poco, joder"

Quienes no aplaudían eran los jefes. Descolocados ante un acontecimiento que les había pillado desprevenidos, se miraban unos a otros con incredulidad sin saber qué hacer, pues el manual de supervisor de call center no prevee que entre los empleados se pueda dar un "Fuenteovejuna, todos a una" como aquél. Mi jefa, en particular, viendo que le iba a ser imposible controlar a semejante rebaño desbocado, agachó la cabeza hasta casi desaparecer bajo su mesa. De todas formas, la situación se fue calmando poco a poco, y la ovación brutal se fue disipando hasta que lo único que se pudo escuchar en el recinto fueron las carcajadas de los del equipo español, quienes aún no éramos capaces de asimilar la que habíamos liado en un momento.

¿No queríais espíritu de equipo? Pues tomad dos tazas.

fuente: elconfidencial.com
"Os merecéis que os pongan una bomba"

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lunes, 6 de marzo de 2017

Echando abajo la Torre de Babel

Año mil novecientos noventa y nueve. Un grupo de mocosos que por aquel entonces cursan Primero de ESO (entre los que yo me encuentro) está a punto de enrolarse en una odisea de dos semanas titulada "Intercambio cultural con Lille, Francia". Asunción, la profesora de francés, empeñada en que los niños elegidos den buena imagen cuando crucen los Pirineos y se alojen en los hogares de sus familias gabachas asignadas, dedica varias de sus horas de clase a insistir en lo importante que es que respeten unas mínimas normas de urbanidad y convivencia y que, por encima de todo, sean voluntariosos y se ofrezcan, siempre que sea posible, a ayudar con las tareas del hogar (sin caer en el esclavismo, por otra parte).

Una vez en tierras francesas, el grupo anteriormente mencionado dedica diez días a una rutina que apenas se ve alterada: por la mañana, los alumnos asisten a un collège d'enseignement secondaire y, tras una breve sesión informativa con Asunción repasando el orden del día y dando instrucciones de última hora que puedan tener algo de relevancia, los niños españoles se integran durante un par de horas en las aulas francesas, pudiendo disfrutar de una total inmersión lingüística y asistir a clases en francés.

Uno de los alumnos españoles, especialmente tocapelotas, y autor de la entrada que estáis leyendo y de todas las que han aparecido en este blog hasta ahora (ejem, ejem), aprovecha que se encuentra en clase de Espagnol para realizar toda clase de correcciones ortográficas y gramaticales a la profesora, quien, entre otras lindezas, escribe con orgullo la palabra "Alemaña" en la pizarra para referirse al país germano. Pero no es de esto de lo que quiero hablar hoy. Esto lo pongo aquí para tirarme flores y ya.

A media mañana, el grupo es rescatado de las fauces del sistema educativo galo y realiza diversas actividades fuera del collège que suelen finalizar bien entrada la tarde, cuando el precoz atardecer de marzo llena de tristeza las calles de Lille e invita a todos los habitantes de la ciudad francesa a meterse en sus casas y cerrar con llave desde dentro.

Es en la cocina de una de esas casas donde un ama de casa gabacha, mientras sus hijos gabachos juegan al Olympic Gold Barcelona '92 en la Megadrive y su marido gabacho está a punto de regresar del trabajo con dos baguettes bajo el brazo, prepara una cena con una cantidad de mantequilla considerablemente excesiva desde un punto de vista sanitario, pero no seré yo quien le diga a las amas de casa gabachas cómo tiene que hacerse la cena. En esa misma cocina, un jovencito estudiante español de Primero de ESO (que no soy yo), contempla la escena mientras trata de asociar ese concepto con un vago recuerdo alojado en algún rincón de su cerebro.

Pasados unos segundos de incertidumbre y sobresfuerzo craneal, el chaval (que no soy yo, en serio) se acuerda de toooodas las veces que Asunción insistió en lo de ayudar en la casa francesa y, como accionado por un resorte que le patea el culo desde dentro, se levanta de la silla y se sitúa junto a la mère, que continúa arrojando kilos de mantequilla dentro de la olla en la que está preparando Dieu sait quoi.

La mujer, gratamente sorprendida ante esta inesperada intrusión que acaba de romper la monotonía del crepúsculo a la que se ha visto condenada desde que se casó con el mastuerzo de las baguettes que vuelve todos los días sospechosamente tarde sin dar explicaciones, deposita sobre la encimera el bidón de mantequilla y dedica una sonrisa al chiquillo (que no soy yo, joder. Dejadlo ya) a la espera de que éste le diga qué se le ofrece. El joven, consciente del qué pero no del cómo, descubre horrorizado que no es capaz de ofrecer ayuda en la lengua de Víctor Hugo. Quizá sea debido al esfuerzo mental que ha tenido que llevar a cabo en el párrafo anterior, o puede que sea porque realmente no sabe cómo se dice (lo cual mandaría huevos, macho, que a esas alturas ya llevábamos seis meses dando Francés). En todo caso, lo único que el pobre acierta a articular, con un temblequeante hilo de voz, y en un perfecto castellano, es un leve:

   —¿Te ayudo?

Con dos cojones. La señora, que acaba de ser testigo de cómo al español le cambiaba la expresión y el color de piel, y alarmada ante el galimatías hispano que acaba de escuchar y que no es capaz de comprender, echa mano rápidamente del traductor electrónico Lexibook de uno de sus hijos (os recuerdo que estamos en mil novecientos noventa y nueve, así que ni Reverso, ni Wordreference, ni Google Translate, ni pollas) y teclea lo que cree haber escuchado. La diminuta pantalla refleja las pulsaciones de sus dedos impregnados de mantequilla y muestra lo siguiente:

TE, AYUDA

A continuación, madame Le Beurre pulsa el botón de "traducción al gabacho" y aguarda un interminable segundo a que el Lexibook le diga qué leches le pasa al niño. El artilugio, tras ejecutar un par de arcaicos algoritmos de búsqueda y emparejamiento contra su pobre base de datos interna (las cosas como son, aquellos trastos eran una puta mierda), devuelve un resultado que, en francés, viene a decir algo parecido a esto:

INFUSIÓN, SOCORRO

Este mensaje sumerge a la mujer en un estado que roza la histeria, provocando que recorra toda la casa abriendo cajones y armarios en busca de una tila, manzanilla o similar con la que poder socorrer al pobre mocoso. Tras esta infructuosa búsqueda, y totalmente presa del pánico (porque las madres francesas son como los actores franceses y también sobreactúan y exageran un poco, las cosas como son), decide telefonear a Asunción y ponerle al corriente de lo que está pasando. La profesora, con la calma que le otorga el tener más mili que el palo de la bandera en esto de los intercambios, tranquiliza a la gabacha y le explica que al chico no le pasa nada, que sólo estaba ofreciendo su ayuda a nivel doméstico y que deje de buscar infusiones, que a ese paso va a tener que ser ella quien se la tome. Por último, antes de finalizar la llamada, solicita que el chaval se ponga al teléfono para poder soltarle un "Anda, que ya te vale. A ver si atiendes más en clase, que esto os lo enseñé casi al principio".

Pasa la noche, llevándose consigo el mal rato y la vergüenza y cediéndole el turno a un nuevo día. El chico (por última vez, que no soy yo) se dirige al collège como cada mañana durante los días que lleva en el país vecino y se encuentra con sus compatriotas en la salita destinada a las breves sesiones informativas de cada día. Asunción ya está allí, esperando a que hagan aparición los alumnos más rezagados. Cuando el grupo al completo ya está reunido, la profesora empieza su discurso con un "No os vais a creer lo que pasó anoche" y, a continuación, relata con detalle todo lo que os acabo de contar, añadiendo una pausa de treinta segundos al final de su exposición destinada a que todos nos riamos como hienas y a que el protagonista de la historia, que se ha puesto rojo como un tomate y está deseando que se lo trague la tierra o algo, asimile que acaba de recibir la más importante lección de Francés de su puta vida.

fuente: greg-007
Le collège


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