lunes, 14 de agosto de 2017

Torito noble, ten compasión

Me gustan los toros. Me gustan mucho (ahora podeís dejar de seguir leyendo, sacar esto de contexto y cagarla. Allá vosotros). Al igual que me pasa con el personaje de Lagertha en Vikings, veo en ellos fuerza, nobleza, valentía y coraje.

Por eso (y por otras razones) me jode tanto que los toreen. O que su tortura se convierta en motivo de diversión para los cuatro mastuerzos de turno hasta arriba de kalimotxo durante las fiestas populares de Villapaleta del Libro Cerrao. Me jode muchísimo que aún existan esta clase de actividades mal llamadas "tradiciones" y que nuestro país se siga viendo obligado a cargar con este sambenito allende nuestras fronteras, haciendo que quienes vivimos fuera de España tengamos que pedir perdón en nombre del sentido común cada vez que sale el tema y gente de otros países nos contemple con cara de asco y horror al descubrir que, para ciertas cosas, lo de "España profunda" nos viene de perlas.

Y ahora que me he desahogado, voy a contaros una anécdota taurina.

La recuerdo como si hubiese ocurrido ayer, a pesar de que aconteció hace ya veinte años. Fue portada de periódicos y abrió informativos en televisión. Hasta en Esta noche cruzamos el Mississippi dieron la brasa de lo lindo con el asunto, pues ya no podían sacarle más chicha a lo de Alcasser. Los no pocos amantes del morbo de nuestro país (entre ellos un compañero de mi clase, quien no dejó de marearnos al resto de compañeros durante dos semanas) pudieron deleitarse de lo lindo al contemplar las imágenes retransmitidas desde la sevillana Plaza de Toros de la Maestranza: comenzaban con un plano del torero Jesús Franco Cardeño, sujetando el capote con ambas manos frente a toriles, esperando la salida del astado. El detalle que llamaba la atención estaba en su postura, pues se encontraba arrodillado. Juraría que esto de recibir al toro de rodillas se llama porta gayola, pero he de reconocer con orgullo mi ignorancia al respecto, pues la televisión de mi casa sólo sintonizó corridas de toros las dos o tres veces que un cuñado de mi abuela vino de visita (las cuales aprovechaba para salir a la calle a llevar a cabo actividades más enriquecedoras desde un punto de vista cultural, como escalar señales de tráfico o tirar piedras a los charcos), y a pesar de que alguna que otra vez jugamos a toros y toreros en nuestro colegio cuando éramos niños, llegó un punto en el que adquirimos la madurez suficiente como para darnos cuenta de que aquello era una salvajada propia de cavernícolas. Creo que fue cuando cumplimos siete años, más o menos.

En fin, que estaba Franco Cardeño hincado de rodillas sobre la arena de la Maestranza aquella tarde de primeros de abril del noventa y siete, cuando el morlaco hizo su aparición estelar, galopando salvajemente hacia el torero. Éste, por un motivo que sólo conocerá él (pues tendría huevos que no se esperase la salida del toro, a aquellas alturas), intentó incorporarse levemente, para volver a arrodillarse después, en un movimiento que sólo puedo calificar como "cutre imitación de Chiquito de la Calzada". Tal actuación provocó que su capacidad de reacción se viese disminuida considerablemente; condición aprovechada por el toro (que, las cosas como son, iba a lo que iba) para embestirle con fuerza y arrearle una cornada que ríase usted de la de Freezer a Krilin en Bola de Dragón Z:

fuente: toei animation
Hago chas y aparezco a tu lado

Pensaba acompañar la imagen anterior con un pie en plan "Freezer en segunda forma normal" o algo por el estilo, pero bastante me cuesta encontrar a frikis de los dibujos animados de mi infancia, como para encima esperar que sean también frikis de las bases de datos relacionales. En fin, sigo con la historia.

No habiéndose superado la conmoción inicial (imaginad a esas señoras mayores en la grada con gafotas de sol, dándose golpes de abanico en las tetas y resoplando y diciendo "oyoyoyoy" con voz de pito), y mientras Franco Cardeño hacía planking sobre la arena de la Maestranza lustros antes de que quienes por aquel entonces eran sólo unos bebés pusieran de moda en las redes sociales esta curiosa práctica, varios de sus compañeros intentaban evitar a toda costa que el toro volviese por allí a rematar la jugada, pues se le notaba con ganas de guerra al animalillo. Tras unos segundos muy locos, el torero era levantado del suelo por varios de sus compañeros (no me acuerdo de cuántos y no he querido revisionar la escena para documentarme. El que tenga estómago que la busque por internet) y sacado de allí medio en volandas, medio a rastras. Lo que las cámaras captaron en ese momento puede calificarse como dantesco: debido a que el cuerno del toro había viajado de su barbilla a su frente en plan abrefácil, la cara del novillero parecía, por decir algo bonito, una planta piraña del Super Mario bros.

fuente: nintendo
Ouch

Al final, los médicos lograron arreglar semejante desaguisado (lo cual tuvo su mérito, porque vaya cromo, oiga), y el hombre, tras no aprender nada de aquel incidente, pudo seguir dedicándose al noble arte de torturar animales hasta la muerte por diversión troglodita. Afición que conserva a día de hoy, pues creo que hace crónicas de corridas o algo por el estilo, no sé.

Podría dedicar el resto del artículo a reflexionar acerca de qué lleva a gente sin problemas mentales aparentes a plantarse frente a un animal de quinientos kilos con la intención de acabar incrustándole un espadazo en la nuca, pero considero que la respuesta a esta pregunta habría que solicitársela a un educador social. O a un psiquiatra, directamente. Y yo no soy ni lo uno, ni lo otro. Lo que sí que voy a revelaros es qué fue lo que llevó a Jesús Franco Cardeño a terminar con un mapa en relieve de la dorsal mesoatlántica en plena cara: una huelga de hambre. Como lo leéis, un año antes de que el toro le dijese "¿A quién llamas tú caranchoa?" y ante la puerta grande de la misma plaza de toros donde ocurrió aquello, Jesús se tiró ocho días sin jalar como forma de protesta, pues por el motivo que fuese no tenía permitido torear allí dentro. Su acción tuvo el efecto deseado y lo que vino después os lo acabo de relatar respetando en mayor o menor medida la historia original.

Y hablando de historia, seguro que muchas veces habréis oído decir que quien la olvida está condenado a repetirla, ¿verdad? Pues yo me acordé de esa frase (y de la anécdota repelusera que os he contado) precisamente el otro día, cuando me enteré de la siguiente noticia:


fuente: el digital de Albacete
Año 2017: las pancartas no incluyen aún autocorrector

Vaya por delante que yo no le deseo el mal a nadie, pero no estaría de más que los sanitarios del coso albaceteño fuesen haciendo acopio de grapas e hilo de sutura, que hoy en día estamos en pleno revival noventero y miedo me da que al chaval le tengan que acabar dedicando alguna copla.

Posdata: Soy consciente de que esta entrada ha sido más corta de lo habitual, pero así podréis disponer de más tiempo para visualizar el capítulo de Juego de Tronos que estrenaron ayer y que a estas alturas ya os habréis descargado ilegalmente. Delincuentes, que sois unos delincuentes.

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