No obstante, y a pesar del éxito de crítica, los Scorpions descubrieron decepcionados una realidad que cayó sobre la banda como un jarro de agua fría: haciendo esa clase de música no follas.
Por ello, dos años después, los de Hannover publicaron Fly to the Rainbow, que constituía un giro radical en su forma de hacer música, dando paso a un estilo caracterizado por alternancia de rock durísimo y baladas ultrapastelosas en las que la voz de Meine insinúa un "tengo otra clase de chorrazo para ti, nena" en álbumes de portadas pseudoeróticas que llegan a rozar la ilegalidad. Este estilo ha perdurado hasta hoy y ha permitido a los Scorpions protagonizar un reparto de semilla a nivel mundial que ríase usted de Monsanto. Final feliz.
Permitidme que os hable ahora acerca de otro tipo de leche.
Durante mi infancia, mi relación con la secreción vacuna fue bastante problemática. Imagino que, de haber nacido varias décadas antes, en una España sumida en una durísima posguerra, no le habría hecho tantos ascos a los vasos de leche que mi madre plantaba ante mí sobre la mesa de la cocina cada mañana. Pero es que en mil novecientos noventa y dos todo iba de maravilla: la Expo de Sevilla, los Juegos Olímpicos de Barcelona, el cantante Francisco ganando por segunda vez el Festival de la OTI con A dónde voy sin ti... Para mí, "vacas flacas" era una marca de ropa que promocionaban en el Club Disney. Además, yo era excesivamente escrupuloso y de un especialito que te cagas, y si la leche (calentada en cazo porque el microfondas llegó a nuestra cocina un lustro más tarde) no estaba colada ANTES Y DESPUÉS de haber sumergido en la misma las dos docenas de galletas TostaRica que me metía de una sentada, sabía Dios que no pensaba beberme ni una gota.
Qué hostia tuve y qué paciencia tuvieron en casa conmigo.
No obstante, al igual que los Scorpions cambiaron su forma de hacer música para lograr bajar más bragas que el común de los mortales, yo cambié mis hábitos alimenticios con respecto a la ingesta de leche años más tarde a raíz de la aparición en mi vida de ese manjar de los dioses llamado café. Algún día daré más detalles al respecto, que aún no se me han ocurrido suficientes chorradas como para sacar una entrada de ello. Ahora sólo diré que el café me gusta con leche, y fue a raíz de la degustación de esta mezcla que comencé a incluir cada vez más al lácteo básico en mi dieta.
Pasaron los años y emigré a Irlanda, hace ya casi un lustro. Una de las muchas cosas buenas que tiene la Isla Esmeralda es que la leche que venden habitualmente en supermercados y tiendas de comestibles es fresca. De hecho, es complicado encontrar tetrabriks UHT tan comunes en España de los que te aguantan meses en un rincón de la cocina hasta que te decides a abrir el siguiente. Que lo de la leche fresca viene muy bien si en casa tienes un frigorífico en condiciones, pero mi novia y yo estuvimos viviendo en dos pisos distintos cuyas neveras tenían el tamaño de una lavadora y la capacidad de enfriamiento de un niño de tres años soplándole a un plato de sopa. Por esta razón, era bastante habitual que el contenido de una botella de dos litros de leche adquirida un par de días atrás tuviese que irse por el retrete convertido en cuajo maloliente.
Pero ahora somos clase media, y la casa de tamaño decente en la que vivimos ahora posee una cocina de tamaño decente en la que hay una nevera de tamaño decente que nos permite guardar la leche de pie en perfecto estado de conservación hasta a última gota.
A partir de aquí, voy a dar detalles acerca de nutrición con la confianza que me otorga el haber buscado toda la información en la Internet, ese lugar en el que cualquier idea tiene tantos argumentos a favor como en contra, por lo que uno siempre encuentra lo que quiere oír. Así que, si descubrís alguna burrada, sabed que yo puedo encontrar un artículo que a su vez os quite la razón.
Y nos hemos dado cuenta de que bebemos MUCHA leche. Entre la que usamos para prepararnos los copos de avena del desayuno, la que añadimos al té/café y la de los polvos de proteínas de después del gimnasio, hay días que nos metemos entre medio litro y un litro entre pecho y espalda. De leche entera, ojo, pues la vitamina D (y la mitad de los componentes saludables), tan necesaria en un lugar en el que sol brilla por su ausencia (jajajajajajajajajajajaja jajajajajajaja jajajaja ja) está en la grasa y la leche desnatada la pierde. Por otra parte, si uno se bebe un vaso al día, no hay mucha diferencia en cuanto a la ingesta de grasas, pero con este nivel de trinque, más nos valía cambiar nuestros hábitos (segunda vez que hablo de cambios en mi historia. Podéis ver que la chorrada que he dicho al principio acerca de los Scorpions no estaba tan fuera de lugar, listos) y encontrar una alternativa.
Y cuando digo alternativa, me refiero a alternativa dentro de lo que es la leche de verdad, porque esas mierdas de leche de soja, leche de almendras, leche de arroz, leche de papel de periódico, leche de arena de gato, etc. que las modelos de Instagram anuncian a bombo y platillo no nos sirven, pues no dejan de ser mezclas de agua con azúcar y una cantidad ínfima de lo que pregonan llevar.
Pero claro, cuando las marcas le quitan la grasa a un producto y quieren mantener su conservación y sabor, lo que hacen es atiborrarlo de azúcar. Con esta idea en mente, el que está escribiendo estas líneas se pasó un buen rato el otro día en el Tesco durante el descanso de la jornada laboral sacando fotos a la información nutricional de todas las leches a la venta y mandándoselas por Whatsapp a su novia mientras el vigilante de seguridad se paseaba por allí con cierta inquietud ante lo que estaba haciendo semejante elemento.
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Subo la foto para que veáis que no me lo estoy inventando |
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No esperaríais que subiese sólo una foto, ¿no? |
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¿Os imagináis esto en los noventa? Después de hacer las fotos, tendría que haber esperado a terminar el carrete, ir a revelarlas y luego pagar veinte pelas por cada una. Bueno, imagino que habría apuntado la información nutricional en un papel. Seguro que eso habría puesto aún más nervioso al segurata. Hum, lo de enervar al de seguridad suena divertido... Creo que la próxima vez que necesite información de algún producto lo voy a hacer así, sí. Y si llego tarde al trabajo por ello, le pondre a mi jefe exactamente esa excusa: "lo siento, pero he llegado tarde porque estaba en el Tesco poniendo nervioso a un segurata". Me pregunto cómo le sentará a mi jefe que le diga eso. ¿Se reirá? ¿Creerá que soy idiota? La verdad, siendo irlandés, no creo que pille la gracia, que esta gente tiene un sentido del humor muy distinto al nuestro. Con mi anterior jefa era una lucha constante. No paraba de echarme en cara que yo fuese muy sarcástico en el trabajo, y yo le respondía de la forma más irónica posible. Claro que en aquel puesto las cosas eran distintas y uno podía permitirse hacer un poquito el imbécil sin miedo a terminar en la cola del paro. Qué recuerdos... En fin, ¿por dónde íbamos? Ah, si. Yo estaba subiendo aquí la mierda de las fotos |
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Tranquilos, que ya estamos cerca del final |
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Ya está. Ésta es la última. Tampoco ha sido para tanto, quejicas |
La conclusión a la que llegamos es que no había realmente mucha diferencia entre aquellas leches y la leche entera que por aquel entonces se encontraba dentro de nuestro frigorífico. Por ello, aplazamos lo de modificar nuestra lista de la compra sine die.
Y entonces el Lidl hizo una aparición estelar. Hay que reconocer que dicho supermercado está infravalorado. Partiendo de que tiene los productos colocados en los estantes con menos estilo que un mercadillo de bragas y que casi todo lo que vende proviene de ciudades cuyos nombres un español medio sería incapaz de pronunciar correctamente sin tragarse la lengua, se ha creado una leyenda negra en torno suyo que da por sentado que antes de comprar allí hay que dejarse en la puerta las ganas de encontrar género de calidad. Pues no siempre es así. En el Lidl también hay cosas buenas.
El Lidl es como Murcia.
Veréis: el otro día, mientras mi novia y yo descubríamos en el Lidl una crema hidratante DE LA HOSTIA que te deja las manos como si acabases de acariciar a un pulpo, encontramos una variedad de leche fresca desnatada con todas las vitaminas que habitualmente le faltan a la leche desnatada añadidas a mayores y otros nutrientes de los que no me acuerdo (podría levantarme del sofá, acercarme a mirarlo y completar la información, pero... No) a buen precio. Ante tal aparición, mi novia y yo nos abrazamos quizá demasiado efusivamente mientras el vigilante de seguridad se paseaba por allí con cierta inquietud ante lo que estaban haciendo semejantes elementos y minutos después, esa leche tan maravillosa pasó a alojarse en nuestra nevera de tamaño decente. De pie.
Hasta aquí la historia, ¿no? Pues no, porque acaba de llamar a la puerta de nuestra casa un representante de Avonmore (la marca de los vasos mezcladores que mencioné en esta otra entrada) a decirnos que de ahora en adelante tenemos la opción de encargar su leche a domicilio. Con entregas tres veces por semana y el producto en nuestra puerta antes de las seis de la mañana.
Y qué queréis que os diga. Yo aceptaría esta oferta. Siempre y cuando el repartidor esté dispuesto a colarme la leche antes de que me la tome, claro.

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