Sin embargo, por muchas veces que un angloparlante haya estado en nuestro país atiborrándose de pitanza made in Spain, jamás será capaz de pronunciar correctamente los nombres de los platos.
Cierto es que la fonética castellana supone un desafío tan insuperable para esta pobre gente como el moverse con soltura por una zona en el que se conduce por la derecha. Pero, si somos honestos y humildes, tenemos que reconocer que a nosotros nos pasa lo mismo cuando de hablar en inglés se trata (jelou. Ai llam espanis). Además, seamos honestos y humildes una vez más, pues puedo comprobar casi a diario cómo compatriotas recién aterrizados en Dublín están a punto de volver a casa metidos en una caja por mirar primero a su izquierda antes de cruzar la calle. Que las streets no tendrán name por aquí (vale, por muy dublineses que sean los de U2, la canción habla de Belfast, aunque eso no tenéis por qué saberlo), pero los pasos de cebra vienen con instrucciones para tontos, no me jodas.
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Con su flechica y todo |
Sin embargo, "honestidad" y "humildad" son dos palabras que no me definen en absoluto, así que hoy quiero centrarme en esta vulnerabilidad (la del idioma, no la de mirar mal antes de cruzar) propia de los guiris para echar unas risas. Y, para tal fin, necesito la colaboración de todos aquellos que vivís fuera de España o que habéis tenido la suerte de poder quedaros pero, por un motivo u otro, interactuáis con gente de fuera.
Lo que tenéis que hacer es muy sencillo. La próxima vez que os encontréis en un grupo heterogéneo desde el punto de vista idiomático, sólo tenéis que esperar al momento en el que alguien, tras saber que sois españoles, comience a relatar su última estancia en la piel de toro. Primero resaltará el buen tiempo del que disfrutó, después elogiará lo riquísima que estaba la (seguramente aguada) sangría de la que pudo ingerir litros y litros y, como colofón, hará referencia (siempre lo hacen, lo tengo comprobado) a aquella vez que comió...
—Paela? Pallela? Paelia? Sorry, how do you pronounce it?
Os juro que aún no ha llegado el día en el que un guiri no ha hablado de la paella sin pronunciar la palabra mal al menos tres veces, pedir perdón por ello y preguntar, acto seguido, cuál es la forma adecuada de nombrar este plato.
Un español bien educado se pondría a la altura del respeto que esta gente nos tiene cuando no se encuentra hasta arriba de todo en Magaluf y respondería que la fonética correcta de este preparado valenciano es "pa 'e λa". Y lo haría una, dos, tres o las veces que hiciese falta hasta que la improvisada lección de pronunciación en castellano le entrase bien entrada a míster Englishman.
Pero a estas alturas, llevando ya veinte entradas publicadas, sé que quienes aún seguís este blog tenéis dentro mayor concentración de hijoputa que de buena persona, por lo que es en ese momento cuando, mirando con seriedad a vuestro interlocutor, vais a responder:
—POLLA. Se pronuncia "POLLA".
Si quien está hablando con vosotros tiene la mínima noción de español, os mirará con una ceja levantada, oliéndose el pastel. No pasa nada. La explicación a semejante columpiada viene de la mano de nuestros amigos franceses, pues tradujeron del latín la palabra patella (que significa "sartén"), convirtiéndola en poêle. Y esa letra O la importamos nosotros junto con el cruasán, el gotelé y el echarse colonia en lugar de darse una ducha. Si lo decís con convicción, cuela.
A partir de aquí, la conversación puede continuar por el cauce habitual: que si no es necesario irse a Valencia para comerse una buena POLLA porque se pueden encontrar en cualquier punto de España, que si es normal no tener bastante con una ración de POLLA y quien la prueba acaba repitiendo, que si una POLLA no sabe a nada cuando se enfría, que si una POLLA tiene que tener sabor a marisco pero sin pasarse, que si es tradición en las fiestas de muchos pueblos el que haya una POLLA gigante para repartir entre todos los vecinos, que si lo de Jamie Oliver ni es POLLA ni es ná, que si lo normal cuando se viaja en familia es encargar una POLLA con antelación para que en el restaurante les dé tiempo a tenerla lista...
Y todo esto mientras vuestro miserable yo interior se deleita imaginando a ese pobre turista durante sus próximas vacaciones, sentado en la terraza de Casa Manolo y diciéndole al camarero, con orgullo fruto del avance en su nivel de español hablado: "quiero una POLLA, por favor".
No, no. No tengo doce años. Tengo treinta.
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fuente: espaella.es
Mmm... POLLA |

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