lunes, 30 de enero de 2017

Días de cine

Permitidme que dedique la entrada de este lunes al séptimo arte, pues quiero hablaros de una de las trilogías cinematográficas más destacables desde puntos de vista tales como el argumental, el visual o incluso el filosófico. "Esto suena a cultura de la que pesa un huevo" estaréis pensando. Y no os falta razón.

¿Me estaré refiriendo a Tres colores, de Krzysztof Kieslowski? Pues no. ¿Será acaso la trilogía de Apu, de Satyajit Ray? Tampoco. ¿El Padrino, de Coppola, quizá? Nuevo error.

Hoy voy a hablaros de una trilogía que dejaría a las que acabo de mencionar a la altura del betún. Tres obras maestras, tres joyas cinematográficas, tres... ¿A quién quiero engañar? Tres truños como una casa: la trilogía de xXx. Haced sitio en vuestras mentes al camión de cine cutre que acaba de aparcar en la puerta de mi blog y está a punto de descargar toneladas de mierda fílmica sin que nadie pueda evitarlo, pues el pasado sábado me encerré con mi novia en casa a ver las dos primeras mientras abusábamos de Red Bull gratis y, como si no nos bastase con eso, el domingo vimos la tercera en el cine (en 3D, eso sí). Y necesito desquitarme de alguna forma.

Es comprensible que muchos de vosotros ni hayáis visto ni tengáis pensado ver ninguna de estas películas (aunque sería aún más comprensible que fuéseis unos adoradores de lo cutre como yo y ya hubiéseis disfrutado del visionado de estas tres joyas). En todo caso, os aviso de que a partir de aquí os vais a comer unos spoilers como roscas.

Primera entrega: el xXx de Móstoles


Para entrar a analizar esta cinta hay que echar mano de su contexto histórico. La peli es de 2002, y en esta época aún nos escocía la cura de humildad que el Tercer Milenio traía debajo del brazo. Todos esperábamos que la entrada en el siglo XXI nos metiese de repente en una realidad futurista de cagarse (o en un holocausto tecnológico debido al Efecto 2000, que también habría molado lo suyo), y el descubrir que entre 1999 y 2001 no había NINGUNA diferencia cayó a nivel mundial como un jarro de agua fría. Y gente como los creadores de esta película aún se negaban a reconocer que el cambio de centuria no era para tanto. Por ello, el ambiente es de un futurista tan forzado que cae en lo hortera en dos de cada tres escenas: las armas incluyen añadidos metálicos en plan tunning y los colorines fosforito aparecen de repente y te penetran las córneas sin aplicar antes un poco de vaselina.

fuente: Revolution Studios
Voy a decir que llevar anillo en el pulgar es de canis. No es cierto, pero mi compañero de trabajo cordobés (que leerá esto en algún momento) lleva uno, y como me ha pegado un catarro horrible la semana pasada, digo lo del anillo para vengarme de él

En cuanto a los personajes, destacan Samuel L. Jackson dándoselas de sobrao (porque Samuel L. Jackson SIEMPRE se las da de sobrao) y Vin Diesel en el papel de cruasán que parece sacado de votamicuerpo.com y que en la primera escena ya está robando un coche para después dejarlo caer por un viaducto mientras lo graba todo en vídeo, en plan Callejeros. Añadamos a esto una estética merdellona y se nos revelará uno de los secretos mejor guardados de América: en Estados Unidos también hay canis. O al menos los había a principios de milenio.

fuente: Revolution Studios
El abrigo es de marca Rottweiler

Y aquí tiene lugar una encrucijada de la que los guionistas salen bastante airosos: siendo nuestro protagonista un cani es necesario que se vaya a buscar bronca con gente que esté a su altura, y nada mejor que un grupo de mafiosos de Rusia o de la Europa del Este (que desde un punto de vista cani son prácticamente lo mismo) a punto de acabar con una ciudad entera vía misiles que sueltan gas tóxico para que el muchacho se entretenga. Sin embargo, si dicha ciudad fuese Moscú o San Petersburgo la película quedaría coja, pues a nadie le importaría que algo así ocurriese. En serio, probad a decirle a quien sea que están barriendo Moscú del mapa y como mucho se encogerá de hombros. Para resolver este conflicto argumental la ciudad elegida es Praga, pues es bonita y europea pero posee el nivel de barriobajez suficiente como para que xXx (lo del alternar mayúsculas y minúsculas es TAN cani que justifica todo lo que llevo dicho) se encuentre como pez en el agua.

Así que el clímax llega con xXx tratando por todos los medios de evitar que un barquito cargado de misiles que navega por el río Moldava a toda hostia alcance su destino y arrase con todo bicho viviente en la capital checa. Como si eso tuviese algo de malo.

A ver, que yo he estado en Praga y guardo muy buenos recuerdos de mi estancia allí; como mi visita al Hooters, el haberme hinchado a cafés y bollos a un precio irrisorio o el que mi novia y yo cambiásemos de sitio el sofá de la habitación del hotel para ponerlo frente al espejo clavado en la pared por una razón que no viene al caso y que encontrásemos tantas monedas en el suelo como para cenar gratis aquella noche. Sin embargo, defiendo a ultranza la idea de que la población de una ciudad que tiene candaditos en sus puentes merece ser exterminada por no haber hecho nada para evitar semejante atentado a la inteligencia.

En fin, Vin Diesel acaba evitando la masacre y podemos ir pasando a la segunda parte de la saga.

Segunda entrega: el xXx de Las Barranquillas


En esta ocasión, un enemigo mucho más sofisticado que los rusos canis de la primera peli ataca una de las sedes de la NSA, por lo que Samuel L. Jackson (que sigue yendo de sobrao) necesita la ayuda de un nuevo agente xXx que sea más duro que Vin Diesel, más chulo que Vin Diesel, más chungo que Vin Diesel... En definitiva, más NEGRO que Vin Diesel (eso que pita, ¿son vuestros ofensiómetros, millenials?). Ice Cube, por ejemplo, que encaja en el papel de negrata perfectamente, pues hace muy bien eso de mirar a todos los hombres en plan "te voy a partir la cara" y a todas las mujeres en plan "te voy a partir el ojete".

fuente: Revolution Studios
Dar cera, pulir cera

Y como poner cara de portada de disco de hiphop durante toda la película no es un estereotipo negrata lo suficientemente marcado, hay que añadir una banda sonora plagada de rap, conflictos tó chungos entre negratas que se resuelven gracias a la magia de Hollywood y demasiado tunning. En serio, hay momentos en los que los personajes hablan entre sí de mierdas relacionadas con coches de las que no tengo ni puta idea. Pero es que a mí me basta con que un coche consuma poco y tenga reprís suficiente para pasar a un camión cuando voy cuesta arriba por el puerto de Pajares, que estoy bastante contento con el tamaño de mis genitales.

El malo malísimo en esta ocasión, por cierto, es Daniel Defoe (que junto con Jeremy Irons y Christopher Walken forma el trío Calatrava angloparlante. Buscad sus caras si no entendéis de lo que hablo). Y del argumento no os voy a dar muchos detalles porque sólo de pensar en ello bostezo. Sin embargo, el colofón cutre llega con la existencia de un tren bala generado por ordenador (en 2005, así que se nota que el trenecito es más falso que las tetas de la Veneno, Dios la tenga en Su Gloria) y xXx destrozando los neumáticos de su buga ultratuneado y clavando las llantas en los raíles para darle alcance. Si esto no es cutre, decidme vosotros.

Tercera entrega: el xXx de Móstoles, el retonno 


Teniendo en cuenta que nos encontramos en una época en la que la correción política está acabando con lo cutre tal y como mi generación lo conocía (y esto en parte puede que sea bueno, ojo), yo fui a ver esta película con miedo a encontrarme algo relativamente serio, pero ya en la primera escena, junto con Samuel L. Jackson (sobradísimo, ¿lo dudábais?) aparece nada más y nada menos que... Neymar (sí, el jurgolista). Así que pude relajarme sobre mi butaca y ser consciente de que estaba a punto de disfrutar de noventa minutos supercutres en 3D. Y así fue.

Porque el tener a Donnie Yen repartiendo hostias y tiros a partes iguales (y eso que el muy cerdo tiene cincuenta y tres añazos) puede restarle cutrismo al asunto, pero el que Tony Jaa se haya transformado en un ladyboy para esta película pone la balanza de lo cutre en equilibrio. Si a esto añadimos a Vin Diesel surfeando en seco por lo que intuyo es una selva brasileña con el objetivo de conectarse a la televisión de gratis y así permitir que todo el pueblo pueda ver el fútbol (si la escena estuviese ambientada en España, los guionistas habrían cambiado fútbol por toros o por un Eurovisión mariachi. Me juego lo que queráis), podemos respirar tranquilos y confirmar que, en lo que a trilogías macarras se refiere, no hay dos sin tres.

De esta película no voy a compartir capturas con pies de foto chorras, que no era plan de ponerme a sacar el móvil en mitad de la sala (y más siendo la peli en 3D. Hay veces que, viendo una de estas peículas, me quito las gafas para confirmar que sin ellas se ve raro). Si lo hiciese, lo más seguro es que la captura incluyese alguna jamelga en bikini o lencería semierótica. Y no por decisión personal, que conste. Es que la concentración de mujeres objeto por escena supera con creces incluso a vídeos subidos a xhamster.

En fin, tampoco quiero daros muchos detalles acerca del argumento, pues es algo así como la suma de las dos películas, en plan cierre redondo de la trilogía. ¿Lo más destacable, desde el punto de vista cutre? Que Neymar no aparece sólo al principio. También sale al final. Así que yo le doy las gracias a los guionistas por partida doble. Qué coño. Por partida triple, que se lo han ganado.

Larga vida al cine cutre.

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