Los que os hayáis leído el libro ya sabéis cómo sigue la historia. A los que no, aparte de llamaros vagos (joder, que El Principito se lee en cuarenta minutos) os diré que el pequeño príncipe rechaza el primer dibujo y pide al autor que se lo rehaga una y otra vez, pues ninguno de los corderos le agrada lo suficiente. Al final —spoiler alert one more time— el autor acaba hasta los huevos y pintarrajea una caja, alegando que el cordero está dentro de la misma. Personalmente, considero que esta última jugada es el "Niño, vete a tomar por culo" más elegante que he visto nunca. Y, por si fuera poco, el principito se queda encantado con la caja y con el supuesto cordero que la misma encierra.
Si pensáis que la historia habla del valor que tiene la imaginación, del "sólo se ve bien con el corazón" y de chorradas por el estilo que vuestra compañera un poco rarita de primero de bachillerato solía escribirse en la carpeta, os equivocáis. Antoine de Saint-Exupéry era francés, y la escena de su libro que acabo de resumiros se limita a reproducir la típica relación entre cliente tocapelotas y dependiente borde que se da de forma tan habitual entre la gente de su país.
Pero hoy no quiero meterme con los franceses. Bueno, en realidad SIEMPRE quiero meterme con los franceses, pero esta entrada no va de eso. Si os he hablado de ese fragmento de El Principito es porque he protagonizado una escena parecida recientemente, cambiando al cordero por la imagen de cabecera de este blog. Otras diferencias han sido que la autora de dicha imagen no es ni borde ni francesa (es de algún punto entre Madrid y Gibraltar, pero no me interesa tener más detalles porque no me meto en la vida de la gente), que yo no he sido tan tiquismiquis (creo) y que, desde un primer momento, dejé bien claro que iba a pagarle por ello. No sólo porque pueda permitírmelo y me seduzca la idea de sentirme como un mecenas cuando se lo cuente a mi peluquero vallisoletano la próxima vez que juguemos a los burgueses, sino porque, al contrario que toda esa gentuza gorrona que vive para aprovecharse de los demás y generalmente pone "liberal en lo económico" en su bio de Twitter, considero que todo trabajo merece ser recompensado económicamente por quien se beneficia del resultado del mismo.
¿Podría haber hecho yo la cabecera? No. No. No. Definitivamente, no. Mi nivel artístico dejó de desarrollarse cuando cumplí cinco años, y si no me creéis, os voy a mostrar varios ejemplos que dan fe de mi falta de talento. Y voy a dejar que seáis vosotros quienes adivinéis lo que hay en cada imagen (soluciones al final de la entrada). Están sin pintar, que no sé colorear sin salirme.
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Joseá (2016) Imagen cutre número 1 para entrada de blog [Bolígrafo sobre servilleta de papel del Starbucks]. Colección particular |
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Joseá (2016) Imagen cutre número 2 para entrada de blog [Bolígrafo sobre servilleta de papel del Starbucks]. Colección particular |
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Joseá (2016) Imagen cutre número 3 para entrada de blog [Bolígrafo sobre servilleta de papel del Starbucks]. Colección particular |
Y yo creo que ya vale, que la camarera me ha pillado un par de veces y me está mirando con cara de pena. Que si me apellidase Picasso podría pretender que mis garabatos tienen algún valor, y hasta cobraros sólo por ver mi mierda de dibujos, pero como no es el caso, tengo que delegar en alguien que controle esto de darle a las pinturas. Por suerte, cuento con Isa Gómez para que lleve a cabo dicha tarea y le aporte algo de vida a mi blog desde un punto de vista ilustrativo.
Conocí a Isa en Twitter hace unos años, cuando Twitter molaba (no como ahora, con todos esos pelotas llamando "Don Arturo" a Pérez-Reverte sin conocerle de nada, como si esperasen una invitación a su yate o algo: "Como siempre, muy audaz, Don Arturo". "No le falta razón, Don Arturo". "Verá cómo las féminas se le echan encima por eso que acaba usted de decir, Don Arturo". Me están dando arcadas). En aquella época, mi novia y yo sobrevivíamos con mis trescientos euros mensuales de becario y sus ahorros en un piso del centro de Valladolid con vistas a una familia de gatitos y wifi gratis porque el vecino no lo tenía protegido, y entonces Isa, que es muy seria en su trabajo pero en persona está como una regadera, me cayó bien. Me cayó muy bien. Además, tuvo el detalle de regalarnos a mi novia, a mi hermano y a mí un diseño para una taza que aún utilizo con nostalgia cada vez que voy a Valladolid, mientras evoco aquella época prepeloteo perezrevertiano, y lo único que nos pidió a cambio fue nuestra amistad en Facebook, pues quería vernos la jeta y ninguno estábamos para viajes y quedadas interprovinciales, monetariamente hablando.
Pues bien, gracias a tener a Isa entre mis contactos de Facebook, he visto cómo ha ido perfeccionando su técnica y definiendo su estilo en los bocetos que ha ido colgando en su muro de cuando en cuando, al tiempo que compartía estados con hilarante contenido, fruto de los ataques de nervios que le entraban en época de exámenes mientras finalizaba sus estudios de algo relacionado con Bellas Artes (si queréis más detalles al respecto, esperad a que la chica tenga página de Wikipedia propia, de aquí a un par de años), y sé que la imagen que corona este blog no será el último diseño que veréis con su firma en una esquina.
Para que veáis de lo que hablo, aquí tenéis un enlace a su cuenta de Instagram, con varias de sus obras (su reciente serie dedicada a Halloween con motivo del último inktober me ha dejado con el culo especialmente torcido), a su página de Facebook y a su dirección de Tictail, donde podréis adquirir pegatinas diseñadas por ella con las que dar alegría a vuestro aburrido mobiliario adquirido en Ikea un triste domingo por la tarde. Sosos.
Desde aquí le deseo lo mejor en su carrera artística. Casi puedo imaginar que, dentro de unos veinte años, Isa será portada del periódico que mayor tirada a nivel nacional tenga entonces (y que espero que no sea El País, por otra parte), junto con una entrevista en la que ella misma describirá el proceso que ha seguido para elaborar el retrato del Presidente del Gobierno Aless Gibaja. Y yo, señalando su foto, le diré con orgullo a mi compañero de celda:
—¿Te acuerdas del blog que tuve una vez, en el que escribí que a Aznar le olía el pis fuerte y me metieron aquí porque eso se consideraba terrorismo de acuerdo con la Ley Mordaza-Antimemes del PP? Pues la que sale en esta foto diseñó la portada de aquel blog.De momento, y mientras Isa se convierte poco a poco en una estrella de los pinceles capaz de bañar en billetes a los cinco o seis seguidores que me leéis cada lunes, le dedico esta entrada y le dejo a deber un desayuno irlandés por si algun día pisa Dublín. Qué menos.
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fuente: Isa Gómez
Aprovecho para robarle esta imagen de su Facebook y colarla aquí, que tengo que compensar mis aberraciones con algo bonito |
Soluciones: imagen 1: pingüino; imagen 2: gato; imagen 3: Torbe.

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