Que sí, que la frustración producida por tener que enfrentarse a un mundo asolado por las perneras skinny puede dar lugar a cierta actitud y cierto lenguaje, pero es que he hecho un repaso por mis últimos escritos y joder, me paso todo el blog quejándome. Que cualquiera diría que estáis leyendo a Pumares en vez de a un joven de treinta años al que le va más o menos bien en la vida.
Así que me he tomado como desafío el hablaros hoy sobre algo positivo que me haya ocurrido recientemente. Y he decidido que ese algo va a ser la visita a Potes rodeando por Unquera que hice con mi familia durante mi última estancia en Valladolid. Además, así cumplo el deseo de mi madre, con quien mantuve la siguiente conversación al poco de arrancar el coche aquel día:
—Podrías hablar en tu blog de lo que vamos a hacer hoy.
—Pues yo espero no tener que hacerlo.
—¿Por qué?
—Porque contar cosas que salen bien no tiene gracia.
Avisados quedáis, y si no os reís con lo que vais a leer a continuación, sabed una cosa:
![]() |
fuente: memecrunch
Pues eso |
La idea de meter a mis padres y a mi hermano en el Citröen C3 familiar y echar kilómetros desde Valladolid hasta Cantabria fue evidentemente de un servidor; el mismo lumbreras al que hace unos meses se le ocurrió un viaje de ida y vuelta Dublín-Valladolid de cuarenta y dos horas. Pero es que, mientras planificaba mi semana de vacaciones a orillas del Pisuerga, descubrí que había un domingo en el que no iba a poder dedicarme a buscar pantalones desesperadamente por encontrarse las tiendas cerradas, así que sugerí en casa lo de la escapada y a todos les pareció bien. Además, considerando que en estas fechas está haciendo un calor DE LA HOSTIA de Picos de Europa para abajo, no vendría mal pasar unas horas a menos temperatura, ¿no?
La primera parada en el camino tuvo lugar en Frómista, pues de todos es sabido que es OBLIGATORIO cuando se pasa por allí hacer un alto para comprar los mejores cruasanes del mundo. En esta ocasión cayó medio kilo, pero no guardo testimonio gráfico de mi adquisición porque antes de abandonar la provincia de Palencia ya me los había jalado todos.
El camino continuó Castilla arriba hasta que el cruce del túnel de Las Caldas hizo que pasásemos de sufrir un solazo abrasador a vernos inmersos en una niebla espesísima acompañada de una caída de diez grados de temperatura que me hizo temer que hubiésemos viajado a otra dimensión o algo. Pero esto es algo normal, así que os podéis ahorrar el avisar a Íker Jiménez. Poco después, y tras girar a la izquierda en Torrelavega, llegamos a Unquera.
No tenía pensado hacer parada aquí, pero resultó que se estaba celebrando la Fiesta de la Gaita. Y como soy de la misma opinión que Quequé, quien afirmó en La vida moderna eso de "una gaita mal, cien gaitas bien" (lo cual puedo corroborar porque me encontré con algo parecido cuando visité Edimburgo con mi novia), tocó aparcar y bajarse del coche para poder disfrutar del evento:
![]() |
Que sí, que los escoceses también tendrán gaitas, pero ellos no tienen ALMADREÑAS |
Por cierto, aquí aproveché para hacerme con un libro acerca de las incursiones cántabras en Irlanda que no he tenido tiempo de leerme, y la mujer que me lo vendió fue muy amable y me hizo entrega un póster más feo que un bizco inflando un globo. Pero a caballo regalado... Y no, no compré ni corbatas ni palmeras gigantes, que aún tenía los cruasanes de Frómista dedicándome un cariñoso empacho a aquella altura y pensar en comida me lo revolvía todo por dentro.
Y ahora os voy a revelar los dos motivos que me llevaron a planificar esta escapada. El primero fue poder recorrer el que considero hasta la fecha el tramo de carretera más bonito de España: el Desfiladero de la Hermida (evidentemente, no hice fotos que poder compartir con vosotros porque me encontraba al volante del coche y soy un conductor responsable, no un gilipollas temerario), a pesar de que la presencia del hotel-balneario que hay allí le siente al paisaje como una mierda de pájaro a la carrocería de un coche nuevo. El segundo motivo fue éste:
![]() |
Ñam |
Como lo véis. Si hace unos meses volé a España únicamente para ver una puta película en el cine, en esta ocasión no he querido quedarme corto y me he comido un viaje en carretera de quinientos kilómetros para poder sentarme en la terraza de un restaurante con vistas a un aparcamiento y meterme una fabada entre pecho y espalda. Que vosotros diréis "pero Potes está en Cantabria. A lo mejor no es el sitio más adecuado para pedir una fabada ASTURIANA". Y yo os respondo por segunda vez en lo que va de entrada:
![]() |
fuente: memecrunch
PUES ESO |
Por cierto, por si el viaje no estuviese saliendo lo suficientemente redondo, he de añadir que mientras mi padre adquiría en una tienda de recuerdos del lugar la enésima lámina de la Ruta del Cares que colocar en el pasillo, yo me acerqué al gimnasio Pokémon de la Torre del Infantado y dejé allí a un rihorn que aguantó tres días como un jabato.
Hay veces que adoro mi vida.
Venga, y como no quiero decepcionar a quienes se meten aquí únicamente para verme pasarlo mal (que sois la mayoría, cabrones), os diré que a ninguno de los que íbamos en aquel Citröen se nos ocurrió aprovisionarnos de música con la que alimentar el reproductor del coche antes de salir. Y como Rock FM (emisora que se escucha por defecto en mi casa) no tiene recepción de Cubillas de Santa Marta para arriba, nos tocó hacer malabarismos con las emisoras para poder romper el clásico silencio que caracteriza a mi castellana familia durante el viaje. Bueno, pues fue durante la vuelta a casa, atravesando Piedrasluengas, que en Radio Nacional estaba sonando Tenía tanto que Darte, de Nena Daconte. Y desde entonces no hay dios que me quite esa canción de la cabeza. Claro que ahora a vosotros tampoco. Os jodéis como yo.
¿No os parece suficientemente terrible? Tranquilos, que seguro que en menos de siete días me vuelve a pasar alguna desgracia con la que nos podremos reír todos juntos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario