miércoles, 25 de marzo de 2020

Elogio de la conspiranoia

Me vais a perdonar que no cumpla mi palabra. Días atrás anuncié que mi siguiente entrada trataría sobre la segunda parte de mi visita a la fábrica Zotter, pero lo de hoy me corre más prisa. Y es que quiero tratar un tema del que creo que no se está hablando lo suficiente hoy en día: el puto coronavirus. ¿Os suena de algo?

Vale, ahora en serio. A estas alturas ya se ha dicho DE TODO con respecto al asunto: se ha explicado, se ha argumentado, se ha debatido, se ha discutido y se ha insultado desde los balcones. Hemos alcanzado un punto en el que nos agarramos a las cifras y los gráficos como garrapatas para intentar comprender cuándo y cómo va a acabar este sindiós. Sin embargo, he descubierto hace poco que puedo dejar de mirar noticias y balances oficiales para saber si seguimos en la mierda o si las cosas van mejorando.

Me basta con preguntarle a mi madre: "¿Cuántas chorradas te han llegado hoy por Whatsapp?"

Y es que, desde el momento en el que PDR SNCHZ salió por la tele diciendo "sentaos todos un momento, que tengo que contaros una cosita", la pobre mujer acumula en la memoria de su teléfono (o en la SD, que no tengo muy claro cómo lo tiene configurado) más de cien imágenes y vídeos relativos al puto tema (aquí reconozco que soy en parte culpable porque un par de memes sí que le he mandado yo. Pero tenían su gracia, coño) que familiares, amigos, compañeros y conocidos se han dedicado a difundir aprovechando que nadie les cobra por ello.

Vale, hay veces que viene bien compartir según qué material, pues puede tratarse de una pieza de información contrastada y útil, o simplemente un chistecillo que nos haga reir durante medio minuto en una época en la que a menudo dan ganas de llorar y tirarse de los pelos. Pero, salvo honrosas excepciones, es sorprendente la cantidad de morralla que la gente envía, macho.

Y ahora es cuando meto la contradicción que no os esperábais. Quizá pensaréis que esta entrada es un alegato contra el sinsentido y las paparruchas (teniendo una palabra tan bonita en nuestro idioma, no entiendo por qué hay gente que dice fake news), pero no. De entre todo ese material absurdo que hace sonar el tono de notificaciones del móvil de mi madre con una frecuencia que seguirá aumentando hasta que lleguemos al pico de la curva, considero que hay un género que merece escapar de la quema cual reo salvado en Semana Santa: las conspiraciones.

Mucho gusto le estoy cogiendo yo a esto de los incisos este año, pero tengo que meter aquí uno al haber mencionado la Semana Santa. Ya que este año han decidido que a Jesús ni lo matan ni lo resucitan por el tema del coronavirus, ¿sabéis si la Cuaresma también se ha subido a un árbol hasta el año que viene? Porque a lo mejor hay gente que sigue comiendo pescado los viernes y no tendría por qué. Si hay algún cura leyendo esto que me lo aclare, por favor.

Volviendo al tema que nos ocupa, tengo que confesar que ME FLIPAN las conspiraciones. Cuanto más locas, mejor. Y sé que hay gente que estará gritándole a la pantalla de su ordenador o teléfono al leer esto, porque ¿cómo puedo estar a favor de que se difundan bulos e historias falsas que sólo sirven para confundir y crear caos y convertir a los pobres ciudadanos sin criterio en personajes de un cuadro de Goya? Pues porque me resulta fascinante la capacidad que tienen algunos para elaborar semejante mierda. Teorías que afirman que Jesús Gil sigue vivo porque los que cargaban con su ataúd no ponían cara de esfuerzo, teniendo en cuenta el peso que deberían sumar cadáver y caja; que la sintonía de Oliver y Benji reproducida al revés contiene vivas a Hitler; o que hubo dos Marisoles despiertan en mi un crisol de reacciones, entre el estupor y la incredulidad, pasando por el regocijo, que culminan en un obligatorio "hay que ver lo que se aburre la gente" acompañado de un sacudir de cabeza cada vez que descubro una de estas historias.

Yo creo que todo esto empezó a raíz de la sección que tenía Santi Camacho en Milenio 3 y de la que yo disfrutaba como un enano las madrugadas de sábado de mi adolescencia en las que le tocaba hablar a él durante el programa. Fuese o no aquél el despertar de mi afición, mantengo mi fanatismo al respecto, y el coronavirus me está dando un material calificable como Gran Reserva. De momento, las mejores conspiraciones que he recogido hasta la fecha han sido:


  • Que no hay virus, que lo que ha pasado es que la ciudad de Wuhan ha sido la primera en implantar las redes 5G sin tener en cuenta que esta tecnología le puede hacer mucha pupa al cuerpo humano (al mismo nivel que el wifi o los chemtrails), y eso es lo que ha pasado (ignorando el hecho de que el 5G YA está implantado en otras partes del mundo, España incluida, y lo único que ha demostrado es que las compañías de teléfono, una vez más, lo hacen de culo cuando de adaptar nuevas tecnologías se trata).


  • Que es un virus diseñado a propósito para ventilarse a la gente mayor, pues somos muchos y los yayos nos salen caros.


  • Que ha sido Bill Gates el que ha empezado todo esto hace un par de años, desarrollando veneno y antídoto a la vez, y tras esparcir el virus está esperando Dios sabe a qué para vendernos la vacuna a los pobres mortales.


  • Que ha sido un arma biológica del gobierno chino, pensada para usar contra los protestantes de Hong Kong, pero el invento se ha salido de madre como aquella vez que a los británicos les cambió la dirección del viento en plena suelta de gas cloro duante la batalla de Loos y no veáis qué risas.


  • Y, la mejor de todas, que de forma que ni siquiera el creador de la teoría es capaz de aclarar, el fundador de Papa John's, tras quedar en ridículo diciendo el año pasado que se había comido cuarenta pizzas en un mes pero luego resultó que no o yo qué sé, se puso en plan bruja Lola y afirmó que iba a liar una gordísima para relanzar su cadena de pizzerías y el reparto de comida a domicilio en general al tiempo que iba a hundir el resto de negocios. Por lo que todo esto es idea y cupa suya.


Basura todo, pero basura fascinante. Y no sólo eso, sino que además es muy fácil de elaborar y desarrollar. Y para que veáis que no estoy fanfarroneando, a continuación os voy a colar cinco teorías de la conspiración que se me han ocurrido esta mañana mientras desayunaba, incluyendo en las mismas los detalles que las identifican, sus puntos fuertes y por dónde cojean. ¿Soy un miserable por tratar un tema tan serio con tanto cinismo, y más aún con la que está cayendo? Seguramente, pero nadie os obliga a leer esto, así que si os apetece dejar la página abierta un rato más, allá vamos:

Una teoría basada en lo poco que sabéis de China


Para empezar a construir una conspiranoia de este tipo basta con recurrir a una serie de conceptos del gigante asiático que quizá conozcáis por encima, y aderezarlos con esa manía que tenemos en occidente de meter en el mismo saco a todos los países de la zona.

Es más que probable que os suene de algo "Falun Gong". Se trata de una práctica espiritual religiosa china que combina meditación y ejercicios de qigong con una enseñanza moral centrada en los principios de verdad, benevolencia y tolerancia. Y no, no soy ningún genio. Lo anterior lo he calcado de la Wikipedia. Muchos de vosotros, si no todos, habréis visto alguna vez sus actos de protesta: un grupo de miembros haciendo movimientos de qigong al ritmo de la música suave que sale por los altavoces. Tras ellos, imágenes bastante desagradables que ilustran su denuncia: la persecución y tortura de sus integrantes por parte del gobierno comunista chino. Y además de esto, unas mesas en las que hay panfletos, o folios recogiendo firmas, o a saber qué, pues la movida no iba con vosotros y no os habéis preocupado de parar a preguntar. Lo he clavado, ¿verdad? Pues ahora es cuando aprovecho vuestra ignorancia para colárosla, alternando datos reales y mierda que me voy a inventar sobre la marcha.

La secta Falun Gong lleva casi treinta años recibiendo estopa por parte del gobierno Chino, pues considera una amenaza su tamaño e independencia del Estado (real), casi los mismos años que quienes profesan su fe llevan protestando internacionalmente contra esta persecución (también real. Al párrafo anterior me remito). Sin embargo, la estrategia ha cambiado en ambos bandos. Por una parte, tras la denuncia de la comunidad internacional, el gobierno anunció en 2019 la clausura de la Oficina 610, la agencia de seguridad que se encargaba de la persecución de la secta (real, aunque lo de la comunidad internacional me lo he sacado de la manga). Pero esto sólo ha conseguido que la persecución continúe a día de hoy sin que haya un registro (me lo acabo de inventar, pero cuela porque todos pensáis, independientemente de que sea cierto o no, que en China los derechos humanos brillan por su ausencia), y que las acciones contra Falun Gong se recrudezcan (nuevamente, imaginación mía, pero sigue colando). Ante esta deriva gubernamental, los de la secta prometieron venganza hace meses (empieza a cuadrar todo, pero esto también me lo estoy inventando), y decidieron dejar ser un grupo pacífico para pasar a la acción directa (tampoco sé si son pacíficos o no, pero os estáis imaginando a budistas y os la he vuelto a colar), mediante actos que sacudiesen al aparato del Estado. Y el coronavirus es una de estas cumplidas amenazas, pues Falun Gong tiene MUCHO poder en China y ha recurrido a un laboratorio clandestino de su poderosísima red (no es la primera ni la última vez que leeréis lo de los laboratorios, pero es que la gente no sabe cómo surge un virus y esta explicación, aunque es falsa como los gayumbos de supuesto Levis que me compré en el mercadillo la última vez que estuve en Valladolid, ocupa muy bien el lugar de la ignorancia). Y después de echar ácido clorhídri... Sí, ácido clorhídrico encima de sulfato de so... De cloro... No, sulfato no, no sé lo que era. Lo han echado, ¿sabes? Y ha hecho una reacción que flipas y ha empezado a salir gas amarillo... Que vamos, que la han liao parda. Y si no se sostiene, lo único que tengo que añadir es "como los de la secta Aum Shinrikyo, que hicieron algo parecido con el gas sarín en el metro de Tokio, ¿os acordáis?". Y no, aquello no tiene NADA que ver con lo que me acabo de inventar, pero si pones al mismo nivel Aum Shinrikyo y Falun Gong, así como Japón y China o el gas sarín y un virus, pues ha colado.

Una teoría que tenga que ver con geopolítica


La geopolítica, como su propio nombre indica, abarca dos conceptos (no creo que toque aclararlo, pero son Geografía y Política) que para la mayoría de la población son sinónimos de "coñazo". Es por ello que, salvo que seáis Pedro Baños (ése de las gafitas que sale a veces en la tele vestido de militar para decir que la cosa entre Estados Unidos y el país que toque está muy mal), lo más probable es que no tengáis ni puñetera idea de por qué el estrecho de Ormuz es como una espita en manos de Irán, o de cómo tiene Francia pillados por los huevos a varios países de África desde el punto de vista económico, por ejemplo. Y aprovechando esta ignorancia general voy a soltar alguna burrada que pueda resultar coherente.

Primero, asentemos la teoría sobre una base que resulte convincente: China y Rusia son amigos a la fuerza porque los dos rivalizan económicamente con Estados Unidos por ver quién la tiene más larga. ¿Es esto cierto? Pues no lo sé, pero os lo habéis creido. Al meter a Rusia en la ecuación podemos aprovechar para intentar colar algún dato relativo a dicho país que a día de hoy rechine. Por ejemplo, que con lo grande que es y lo zumbados que están los rusos, se estén dando tan pocos casos de coronavirus entre su población. Y aquí es donde suelto la bola que lo enlace todo: China necesita lavar su imagen internacional después de que todo el planeta les señale con el dedo por la que se ha liado, y entre otras cosas (que no voy a detallar porque si doy demasiadas explicaciones mi propia teoría se acaba desmontando sola) ha llegado a una especie de acuerdo bajo cuerda con Rusia para que Putin (porque siempre que se menciona algo que ocurre en Rusia hay que dejar claro que ha sido idea y orden de su presidente) no comparta las cifras oficiales de contagios (y como "Rusia calla más que habla" es un mantra que llevamos décadas repitiendo, no nos vamos a plantear que ahora no sea así). A cambio de este silencio, los chinos (ojo a la burrada) darían a Rusia preferencia a la hora de repartir una vacuna que, si no han conseguido elaborar ya (porque no sé vosotros, pero yo ya he perdido la cuenta de la cantidad de noticias anunciando a bombo y platillo que la vacuna milagro de China está al caer), es porque la acaban de sacar del horno y se está enfriando en la ventana. Rusia (perdón, quería decir Putin) no ha podido resistirse a semejante oferta, pues (y aquí voy a meter una explicación doble para que mi mierda resulte aún más creíble si cabe) por una parte necesita resolver cuando antes el follón coronavírico que tiene montado fronteras adentro (y que, recordemos, nos oculta porque hay que ver cómo son los rusos para tapar sus miserias), y por la otra va a salir reforzado del trauma mundial frente a Estados Unidos, pues los yankis están cayendo como moscas y lo que te rondaré, morena.

Una teoría centrada en una circunstancia particular derivada del problema que explique la teoría en sí


Ésta es la más fácil de elaborar, porque no hay que calentarse mucho la cabeza y basta con tirar de cómo están las cosas, fijarse en un detalle particular y usarlo como justificación de la causa.

Veamos... ¿Qué os parece lo de que ya no haya tantos aviones volando como antes? Si yo os digo que se han cerrado fronteras y que el tráfico aéreo ha caido en picado, no creo que os dé por revisar horarios de llegadas y salidas de aeropuertos para confirmarlo o desmentirlo. Pues ya está, afirmemos que "ya casi no hay aviones volando". Ahora no hay más que retorcer un poco esta relación causa-efecto y añadir fantasía y ya tenemos la teoría. Aviones volando... Contaminación... Cambio climático... Greta Thumberg. Sí, le ha tocado recibir a la pobre, que hace mucho que no se sabe nada de ella. Pero como sólo es una chiquilla que ni pincha ni corta, vamos a recurrir a alguien por encima en el escalafón conspiranoico que nunca falla: Soros. Porque Soros es un ser todopoderoso al que los conspiranoicos recurren siempre que la teoría se les va de las manos. Soros posee medio mundo y tiene al otro medio acojonado, y dispone de medios infinitos para hacer lo que le salga de los huevos. No sé vosotros, pero yo a Soros me lo imagino así:

fuente: DiC

Así que, con vuestro permiso, voy a usarlo como ingrediente en esta receta conspiranoica en la que afirmo sin ninguna vergüenza que Greta Thumberg, que se ha tirado meses con las venas del cuello a punto de partírsele pidiendo a los gobiernos que cierren el grifo, ha decidido recurrir a Soros, quien a su vez ha tirado de un laboratorio de su propiedad situado en China (porque si ese tío tiene de todo, ¿cómo no va a tener un puto laboratorio en China?). Y ahí es donde se ha cocinado el coronavirus (pido perdón por tirar tanto de lo del virus saliendo de un laboratorio, pero es que es una perita en dulce, joder). La idea era crear algún patógeno de fácil contagio pero que hiciese poca pupa (porque una cosa es sacarse de la manga que Soros tiene que ver con esto y otra es llamarle asesino a la puta cara. Que cuando alguien se inventa historias, por muy locas que sean, tiene que tener cuidado con lo que dice), y crear una "miniepidemia" que se expandiese rápidamente por culpa de la globalización y de los vuelos a veinte tazos de Ryanair. Con ello, no sólo se paralizaría la economía durante un tiempo (lo cual está pasando), sino que se nos obligaría a reflexionar sobre este insostenible modelo (como si no estuviésemos todos hasta los cojones de mirar por la ventana y deseando montar en un avión que nos lleve lo más lejos posible en cuanto se despeje la cuarentena). Pero claro, los del laboratorio de Soros midieron mal los ingredientes (como en ese gag recurrente de Mortadelo y Filemón en el que el escultor francés encargado de hacer la Estatua de la Libertad, que va a ser una figurita para la mesilla del presidente de EE UU, confunde centímetros con metros) y ahora hay gente muriendo, mira tú. Pero bueno, los aviones están en tierra, que es lo que quería Greta (recordad no dejad de repetir el punto fundamental de la teoría cuando ésta empiece a sonar muy disparatada).

Una teoría que apunte a algún evento futuro afectado por el problema y su conveniencia


Es evidente que el coronavirus ha parado medio calendario y ha aplazado el otro medio. Por ello, basta con buscar algún evento cancelado o pospuesto y colar que a China (porque a estas alturas de la película es demasiado fácil culpar a China de todo) le viene bien que así sea.

Os voy a ser sincero. Llevo mucho escrito de una sentada y se me están acabando las pilas, por lo que no me lo voy a currar mucho y voy a sugerir que, por ejemplo, China tenía previsto usar los Juegos Olímpicos de Tokio para fardar de superpotencia. Esto está cogido con pinzas, pero la idea de usar una cita olímpica para sacarse la chorra a nivel deportivo-nacional no es nada nuevo: lo intentó Hitler en Berlin 36 (y Jesse Owens le pasó la mano por la cara varias veces), lo intentaron rusos y americanos durante la Guerra Fría (con consecuencias tan divertidas como el pastizal que perdió McDonalds en el 84), y en mi historia inventada lo intentarían los chinos. Y es que el gobierno de Xi Jinping habría estado desarrollando (no sé como no he metido el condicional compuesto hasta ahora, que es algo de primero de conspiranoia) un tipo de dopping imposible de detectar con los métodos actuales que haría a sus atletas lograr más medallas que los norteamericanos (que siempre se las llevan todas de calle) humillando a Trump (porque cuando reduces las rivalidades geopolíticas a peleas cuerpo a cuerpo todo el mundo te cree). No obstante, el (aquí viene otra vez) laboratorio clandestino en el que se estaba llevando a cabo el proyecto no tendría la mierda lista para la cita olímpica. Por ello, contaban con lanzar este virus de forma controlada, únicamente entre los países de la zona ("los países de la zona" es un concepto que abarca el área que a mí me dé la gana. ¿O es que acaso sois capaces de dibujar de memoria un mapa del sudeste asiático?), Japón incluido. Esto retrasaría los juegos el tiempo que China necesitaría para culminar su receta dopante, pero la idea se salió de madre. Y ahora meto una comparación que suene fiable para darme credibilidad: al fin y al cabo, los atletas de Rusia llevan años participando con más mierda en el cuerpo que Ramón de Pitis, por lo que no es de extrañar que la vecina China (lo del mapa una vez más) hubiese empezado a aplicar esta fórmula. Con dos cojones.

Una teoría basada en conceptos del propio problema


A esta clase de teorías suelo calificarlas de "idas de olla absolutas". Generalmente suelen ser de un enrevesado que me hacen pensar que quien las crea tiene entre las orejas, en lugar de un cerebro funcional, una especie de pista de patinaje para neuronas.

En el caso que nos ocupa vamos a centrarnos en siglas, neologismos y conceptos exclusivos de la pandemia, y los vamos a enrevesar por arte de birlibirloque como si fueran un cubo de Rubik y nosotros no supiésemos resolver el cubo de Rubik. Por ejemplo... "coronavirus", "COVID-19" o "SARS-CoV-2". Hemos visto esos conceptos repetidos hasta la saciedad pero casi nadie se ha parado a analizar lo que realmente significa cada uno, así que una vez más podemos aprovechar tal ignorancia y apuntarnos un tanto conspiranoico. Voy a tirar de lo de "SARS-CoV-2", que suena a sintaxis de lenguaje de programación que no controlo, como Python, Ruby o el idioma alemán. La peculiaridad de este tipo de teorías es que vienen a gritar "¿no os dáis cuenta? Os están haciendo un mortadelo con los datos y no lo véis porque tenéis la mente dormida y estáis aborregados y os dejáis dominar, joder". Por ello, el nombre SARS-Cov tendría que ser el equivalente a alguna ida de olla en plan Nuevo Orden Mundial Illuminati masón o una mierda de ésas. Vamos, que podría decir que lo de CoV no significa "coronavirus" (y ahora añado "como quieren hacernos creer"), sino que son las siglas de Change of Visibility, pues es una idea de "las élites" (que como concepto difuso viene de puta madre para darle fuerza a cualquier chorrada inventada) para cambiar el orden de las cosas a día de hoy. Y lo de SARS... De severe acute respiratory syndrome nada, monada. En realidad significa Selected Aquarium Relm Society (yo qué sé. A estas alturas ya se me han fundido los plomos), pues es una clave para identificar el cambio de era (lo de "cambio de era" no dejo de verlo por todas partes y me sigue haciendo mucha gracia) y cómo el virus nos va a modificar la vida de forma cataclísmica. Y el 2 es porque ya se intentó aplicar hace muchos años pero aún "no estábamos preparados para ello". Y si no sabéis de que estoy hablando, es que sois unos borregos, insisto.

Y vosotros me preguntaréis "¿Quién se va a tragar semejante milonga, tío?". Y yo os digo que, de entrada, todos los seguidores del canal Mundo Desconocido de Youtube que no están ahí para echar unas risas a costa de JL.

¿Véis? En el rato que he tardado en jalarme un tazón de copos de avena con leche y miel, un plátano y un huevo cocido (porque en mi casa desayunamos MUY sano) me ha dado tiempo a parir cinco mierdas (aunque luego me he tirado media tarde para escribirlas, todo sea dicho) muy similares a las que seguramente os sigan mandando durante las próximas semanas. ¿Es o no es fascinante?

Hasta aquí la entrada de hoy. Es posible que estéis esperando un cierre en plan "¿Mi consejo? Pues mi consejo es que seáis precavidos y no os dejéis engañar por historias que parezcan bla bla bla" leído con la voz de Ter de las cosas pretenciosas. Pero no. Confío en que seáis lo suficiente mayorcitos como para tener un criterio propio que os permita separar el trigo de la cizaña cada vez que vuestro cuñado os dé la turra por Whatsapp. Y si no es así, el problema no es mío. Es sólo vuestro y del pobre reponedor del Mercadona que va a tener que hacer horas extra cuando volváis a arramplar con todo el papel de culo del supermercado.

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sábado, 21 de marzo de 2020

Homenaje a Antonio Escohotado I

En mil novecientos sesenta y cuatro Roal Dahl escribió Charlie y la fábrica de chocolate. Aunque la historia que cuenta en el libro es bastante inocente, hay que reconocer que el señor Dahl, para alumbrar tal ida de olla, algo de droga tuvo que haberse metido. Fijo.

En mil novecientos setenta y uno Mel Stuart dirigió Willy Wonka y la fábrica de chocolate. Cualquiera que haya visto el despliegue surrealista en que consiste semejante obra no dudará que durante su desarrollo se tuvo que recurrir a bastante droga (y este artículo que no he escrito yo con curiosidades sobre la peli da fe de ello).

En dos mil cinco Tim Burton dirigió Charlie y la fábrica de chocolate. Y si al leer "Tim Burton" no habéis pensado automáticamente "drogas, drogas a cascoporro", os invito a que veáis o volváis a ver cualquier película suya porque no hay mucho que decir al respecto, la verdad.

Si he hecho estas menciones ha sido porque semanas atrás fui testigo de una de esas situaciones en las que se puede decir que la realidad supera a la ficción. A mis treinta y tres añazos visité, por primera vez en mi vida, una fábrica de chocolate, y... JODER, LA DE DROGA, MACHO. Es posible que no os suene el nombre Zotter (yo hasta entonces no tenía ni idea, pues lo único que sabía es que en la región hay una fábrica de chocolate, otra de embutido y otra de queso y que es fácil morir empachado si se logra visitar las tres en un día), pero puedo aseguraros que es inevitable asociar la marca con el concepto "se os ha ido MUCHO la puta olla". Así que preparad espejito y turulo y come with me and you'll be in a world of pure pero qué cojones, porque os voy a describir aquello con la mayor claridad que me permita mi ajada memoria.

Meto aquí un inciso, por si os ha extrañado que haya dejado caer el tema de mi avanzada edad en relación con la visita. Y es que cuando yo era pequeño se estilaba ir con el colegio a las fábricas de Bimbo y/o Panrico que había (y no sé si sigue habiendo) en Valladolid, y volver a casa con un huevo de merchandising alusivo que molaba que te cagas (como una bolsa reutilizable de Donuts y cosas así). Pero como la diosa Fortuna siempre me ha tratado a patadas para estas cosas, los privilegiados que disfrutaban de tales excursiones eran los de un curso por encima y un curso por debajo, y a nosotros nos podían ir dando mientras nos teníamos que conformar con visitar el vertedero municipal, la planta potabilizadora de Las Eras o, por enésima vez, el puto Campo Grande.
Mi infancia. Ese oscuro lugar.

Llegamos al lugar a media mañana mi novia, una compañera de trabajo argentina (que fue la que tuvo la idea), la hermana de mi compañera de trabajo argentina (que estaba de visita), el marido austriaco de mi compañera de trabajo argentina y yo (que aunque no haga falta que lo diga porque se entiende, soy el compañero de trabajo de mi compañera de trabajo argentina. Pido disculpas por forzar este chiste tan malo), en un coche de alquiler conducido por mí (y no lo digo por tirarme flores, sino porque me alegro de encontrarme al fin en un país donde las cosas se hacen como Dios manda desde el punto de vista vial tras siete años llevando coches por el lado equivocado). Al poco de dejar el vehículo en el aparcamiento y cruzar un área llena de bañeras reconvertidas en jardineras, nos dimos casi de bruces con una estatua que representaba a ¿un... joven... con... la... chorra... fuera? Pues sí:

Joven con la chorra fuera (la mayoría de fotos son obra de mi novia porque yo estaba flipándolo demasiado como para echar mano del móvil, así que culpadle a ella de los traumas que puedan causaros)
Tras reponernos de tal imagen y saber cómo os sentís las tías cuando algún que otro imbécil os manda fotopollas sin pedir permiso, pasamos al baño, que el viaje en coche no había sido largo, pero chico, la costumbre.

El cuarto de baño había sido diseñado de tal forma que hacía sentir a sus usuarios como si estuviesen en la selva:

Evidentemente, esta foto NO la hizo mi novia

Y no sé vosotros, pero cuando de mear se trata, yo busco la tranquilidad. Y un lugar con altavoces atronando sonidos de animales salvajes que le hacen a uno pensar que en cualquier momento una serpiente de ésas de colores o una araña gorda le va a saltar a la entrepierna y le va a preparar un cristo de los de no saber qué contarle después al urólogo a mí me cierra los esfínteres.

Qué angustia pasé. Qué angustia.

Tras esta parada en boxes nos dirigimos a la recepción (no sé si llamarlo así, pero ando escaso de vocabulario en mi propio idioma), donde adquirimos las entradas. Como aún quedaba una media hora para el comienzo de la visita, hicimos tiempo mientras catábamos muestras de sirope de chocolate con sabores misteriosos: la idea era probar, intentar adivinar el sabor y luego descubrirlo: desde vino a caracoles pasando por pescado y mierdas por el estilo. Y para acompañar la experiencia, gusanos para picar. Y me jode no tener fotos de aquello porque os juro que no me lo estoy inventando.

Además de lo anteriormente descrito, también había palomitas de maíz de balde (que en Argentina se llaman pochoclos. No lo sabíais y ahora lo sabéis) bañadas en distintos tipos de chocolate: con sabor a café, a caramelo, a chocolate blanco... Y yo me puse hasta el culo.

Craso error. Ya lo veréis.

Llegado el momento de comenzar la visita, los integrantes del grupo correspondiente pasamos a la sala de audiovisuales.

Una especie de cuerda de tender con ropa interior en movimiento sobre la pantalla porque sí

Allí vimos el clásico vídeo con el que empieza toda visita contando la historia de la fábrica (de hecho, os jodéis y os tragáis el trailer. En alemán). Algo así como que el dueño empezó a elaborar tabletas en una especie de sótano, la cosa se vino arriba y toda la familia acabó viajando a Perú para firmar el contrato con los locales, creo (no, no presté mucha atención). Que, todo sea dicho, ver a un grupo de austriacos haciendo el pelele en barriadas y montañas de Perú me descolocó bastante, y más aún cuando cada tres escenas hablaban de cuánto daño ha hecho siempre el tráfico de coca en la zona y cómo iniciativas como el comerciar con Zotter buscaban acabar con el problema (algo que me costaba creer mientras miraba a la surrealista cuerda de tender del techo).

El vídeo acababa con un grupo de niños metiendo granos de cacao en sacos mientras el protagonista decía entre risas que gracias al trabajo infantil la producción salía más barata, y los cuatro hispanohablantes nos miramos con cara de "no puede ser verdad". El marido austríaco de mi compañera de trabajo argentina nos intentó tranquilizar diciendo que era parte del sentido del humor de su país, pero con eso consiguió un efecto totalmente contrario al deseado. Tras salir de allí y recoger una audioguía y una cucharilla por persona comenzamos la visita en sí. Estaba organizada de tal forma que seguía el orden de elaboración de los productos, y prácticamente cada máquina y estación contaba con su propia explicación en la guía. Por eso no es de extrañar que yo, que me canso enseguida de las cosas (de hecho, a estas alturas llevo como diez intentos de escribir esta entrada, así que imaginad), al cuarto audio contando mierdas ya había apagado el cacharro, el cual pasó la siguiente hora colgando inerte de mi cuello.

La hermana de mi compañera de trabajo argentina (y enseguida entenderéis por qué insisto en la nacionalidad) no apagó su guía. Esto causó que, una vez llegados a cierto artilugio del proceso de elaboración chocolatera que en alemán recibía el nombre de Konch, no pudiese evitar doblarse de risa al escuchar la traducción. Que si "no se qué de la concha", que si "el proceso de concheado", que si "lo que hacemos dentro de la concha es un secreto"... Y yo, que quería unirme al festival de polisemia iberoamericana, me quedé a cuadros cuando descubrí lo que había a pocos lados de la susodicha concha:

Mr. Wonderful mal

¿Conocéis el concepto "póster motivacional"? Bueno, pues parece que la gente que se encarga de decorar la fábrica Zotter no. Y no era un caso aislado, pues poco metros después, otra mierda de similar calibre:

Austria, NO te entiendo

Y así durante toda la visita. De todas formas, no todo era dadaísmo audiovisual. Las cucharillas del principio servían para algo. Y es que se podía probar TODO lo que se iba creando allí durante las distintas fases: los granos de cacao en crudo, el polvo añadido al principio para darles otro sabor (si hay algún chocolatero entre el público llevándose las manos a la cabeza porque he soltado una burrada, insisto en que no presté demasiada atención), el chocolate tras pasar por diferentes tiempos de concheado, los aditivos... Esperad, que os pongo una ristra de fotos sin pie de página para que me creáis y para daros envidia:





Pero no sólo eso. Hacia el final de la visita, mientras operarios envolvían y empaquetaban tabletas al otro lado del cristal, nosotros nos poníamos como cerdos. Trocitos de chocolate de literalmente decenas de sabores se nos ofrecían para nuestro cada vez menor deleite. Y es que tanto azúcar en el estómago empezaba a pasar factura (calculo que, pedazo a pedazo y sin contar el batido que nos sirvieron a media visita, me pude meter entre pecho y espalda, fácilmente, unas cinco tabletas).

Otra ristra de fotos sin pie que hable por mí:








Por supuesto, el circo de lo groteso no había tocado a su fin aún, y en el recorrido descubrimos lindezas como esta abeja modelo ciberpunk Chernobyl:

Recién llegada de tu peor pesadilla

O un maniquí dentro de una bañera que colgaba del techo:


Por no hablar del expositor de parafernalia médico-dental que me hizo evocar los experimentos de Vipeholm porque tengo el sentido del humor más negro que los cojones de un grillo:


O, válgame Dios, esta maravillosa performance de gente en bolas con tabletas encima, posando a lo largo de las líneas de la fábrica:

[Cualquier canción de David Bowie starts playing in the distance]

Y sé que a estas alturas me vais a creer si os cuento esto, a pesar de no contar con prueba gráfica de ello, pero os juro por mi aspiradora Dyson cyclone v10 animal que la entrada del lugar estaba presidida por otra foto, aún más loca si cabe, en la que varias personas de diversas edades (avanzadas en algunos casos) se mostraban recostadas sobre la hierba (intuyo que a las afueras de la fábrica) y también como Dios las trajo al mundo, untadas de una sustancia marrón que confío, espero y deseo fuese chocolate.

A ver, que uno se encuentra tales mierdas en un estado mental normal, y no levanta una ceja. Pero recordemos que yo ya me había metido al cuerpo cinco tabletas, y estaba borrachísimo de chocolate, por lo que cada esperpento que encontraba en el lugar me sumergía aún más en aquel mal viaje equivalente a lamer uralitas. Para más inri, la última estación de la visita consistía en una cinta transportadora en plan buffet libre de sushi por la que corría una serie de chocolates rocambolescos más larga que el puto The Irishman, cuyos sabores apenas logro recordar porque mi cerebro estaba demasiado ocupado tratando de mantenerme con vida. El hallarme a las puertas de una azucarada muerte no evitó que engullera varias porciones, pues cual concursante de 50x15 no paraba de decirme a mí mismo "aquí hemos venido a jugar, Carlos", y sabía que me iba a arrepentir si no probaba el chocolate con sabor a mazapán, a champiñones o a madera.

¿Pensáis que el festival surrealista terminó una vez que devolvimos las cucharas y salimos con alivio a la superficie para volver a encontrarnos con la estatupolla? De eso nada. Al igual que en la secuencia de Charlie y la fábrica de chocolate, a nosotros también nos esperaba nuestro gran ascensor de cristal particular.

Sólo que de ascensor nada, monada. Un elevador que te lleva al espacio es una mierda comparado con esto. Lo que Zotter tenía reservado para nosotros era el "zoo comestible". Pero de ello os hablaré en la siguiente entrada.

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