lunes, 29 de agosto de 2016

Citius, altius, fortius

Cuando era pequeño, me apunté a un equipo de fútbol infantil. ¿Que por qué lo hice? Pues porque TODOS los niños de mi edad se apuntaban a equipos de fútbol. Sin embargo, mi padre, tras verme entrenar un par de veces, me dijo que yo era un torpe en eso de darle patadas a un balón. Pero me lo dijo de la forma más eufemística posible. Fue algo así como "Se te da bien correr. ¿Qué te parece si pruebas con el atletismo?".

Y me convertí en un friki del correr. Por ello, siempre intento seguir las retransmisiones de atletismo por televisión, y las correspondientes a los recientemente finalizados Juegos Olímpicos de Río no han sido una excepción.

He de reconocer que no me ha sido fácil hacer el seguimiento en directo, ya que las pruebas que tenían lugar por la tarde (según el horario europeo) me pillaban en el trabajo (por lo que he estado más pendiente de que mi jefe no me cazase que de lo que pasaba en el estadio) y, por encima de un friki del correr, me considero un friki del dormir, así que de las pruebas de madrugada, nasti de plasti.

Por lo que al final me he enterado de la mayoría de eventos y resultados a través de las noticias. Y ha sido una de dichas noticias, precisamente, la que más me ha llamado la atención:

Yohann Diniz: El atleta que sufrió diarrea, se desmayó y aún así terminó su carrera en Rio 2016


Me gustaría hacer una reflexión antes de meterme con esta noticia. Hay que reconocer que el deporte en general, y el atletismo en particular, exige un esfuerzo físico y mental considerable a quien lo practica. Entonces, ¿qué es lo que lleva a millones de hombres alrededor del mundo a poner al límite sus capacidades, llegando incluso al extremo de perder el conocimiento y hasta la propia vida en el barro, el tartán, el asfalto, el césped, la lona, o la superficie que corresponda?

Muy sencillo: impresionar a las tías.

No me miréis así. Vale, podéis decirme: "Eso es mentira, so marrana, que también hay mujeres que compiten. ¿Qué motivo tienen ellas, eh? ¿EH? CONTESTA".

Buena pregunta para la que no tengo respuesta, la verdad. De hecho, teniendo en cuenta que la prensa deportiva trata al deporte femenino como si fuera el escaparate de un Ann Summers, el que una mujer haga deporte me parece, bajo todos los puntos de vista, admirable. Y si alguna deportista quiere aportar su opinión, abajo está la sección de comentarios.

En cuanto a la razón que nos mueve a nosotros y que acabo de revelaros, he de decir en mi defensa y en la de todos aquellos que nos calzamos el pantalón corto al menos un par de veces por semana, que no es una decision propia, no. Es una idea muy extendida en occidente la de que la mujer es un premio destinado a aquellos que se entregan al 100% deportivamente hablando (en el caso de los talibanes, por otra parte, dicho premio está destinado para aquellos que se convierten en chocapic en medio de un evento multitudinario. Es otra cultura).

Ahí tenéis a Rocky Balboa, que (spoiler alert) después de haberse llevado más hostias que el portero de un futbolín acaba la película con Adriane abrazándose a su cara sudorosa y sanguinolenta. Os juro que después de ver Rocky me entraron ganas de apuntarme a boxeo, o de meter la cabeza en una hormigonera en marcha (poca diferencia hay entre las dos cosas, al fin y al cabo), creyendo que así mi Adriane particular vendría a darme mimitos.

O Chicho Terremoto. Por Dios, Chicho Terremoto. No había capítulo en el que no terminase recibiendo estopa en la cancha. Pero todo merecía la pena si al final conseguía ganarse el cariño de Rosita. O verle las bragas directamente, que el chaval no se andaba con rodeos. Tres puntos, colega.

fuente: Tatsunoko Production
Esta foto queda muy bien como fondo de móvil. Os la regalo. De nada


Y como bonus, no quiero dejar pasar este maravilloso anuncio promocionando las ligas juveniles de juegos gaélicos en Irlanda. Si conseguís ver el vídeo con detenimiento sin echar la pota (a mí me toca aguantarlo cada vez que voy al cine y me sienta peor que tener a un crío en el asiento de detrás dándome patadas), podréis ver que entre tanta escena protagonizada por rudos adolescentes luchando por convertirse en HOMBRES de pelirrojo pelo en el pecho a fuerza de... hacer deporte (¿?), hay un par de fotogramas en el que aparecen... sí, CHICAS. No es que se hayan colado por error en el plano, no. Es que están representando el papel que les toca: ponerse a un ladito donde no molesten a mirar cómo juegan los MOZOS, y lanzarse de coño a por el triunfador del partido cuando éste termina, o correr a consolar al pobre muchacho que se acaba de llevar un golpe de sliotar en los huevos.

Con esta clase de arquetipos, no es de extrañar que, por ejemplo, Íker Casillas (never forget que había gente en este país que llegó a cometer la imbecilidad de llamarle "San Íker". NEVER FORGET) se lanzase a besuquear a Sara Carbonero tras la final del mundial de 2010 y toda la prensa lo considerase un bonito gesto romántico y no el clarísimo caso de denunciable acoso laboral que fue.

fuente: Mediaset
Gracias, Sara

¿Veis? Nos hacen creer a los hombres que el deporte llevado al extremo es un medio y que vosotras sois el fin último y ahí estamos, pasando un mal rato de cojones en lugar de disfrutar de lo que debería ser una sana afición creyendo que así nos ganaremos vuestro casito.

No voy a convertir esta entrada en un debate sobre la estupidez y el sexismo que puede haber en los ejemplos que acabo de comentar (más que nada porque el debate sería más o menos así: ¿Hay estupidez y sexismo en los ejemplos que acabo de comentar? Sí. Fin del debate). En su lugar, voy a volver a la noticia que he compartido al principio de mi artículo. Y es que es comprensible que te juegues la vida como un imbécil en una competición deportiva estando a punto de morir deshidratado (de hecho, algunos han llegado incluso más lejos si cabe), pues te han hecho creer que las tías se van a volver locas por ti. No obstante, tras una lectura rápida, me surgieron un par de preguntas. A saber:

1-De entre todos los deportes disponibles, eliges la marcha atlética, que es el menos elegante de todos ellos. ¿Crees que moverte a lo largo de cincuenta kilómetros como si fueses el Pato Donald con almorranas te va a ayudar de cara a un cortejo que busca eróticos resultados?

2-Y lo que es peor, ¿de verdad consideras que alguna mujer va a encontrar atractivo que, en lugar de retirarte silenciosamente al primer retortijón, TE HAYAS CAGADO ENCIMA y continúes en la competición mientras millones de espectadores alrededor del planeta contemplan el material fecal deslizándose por tus muslos y rodillas, dando lugar a un dantesco espectáculo que los ecologistas de Greenpeace podrían utilizar como campaña de concienciación contra los vertidos tóxicos al medio ambiente?

Sin embargo, un análisis más detenido de la noticia me ayudó a resolver todas mis dudas: resulta que el atleta es francés.

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lunes, 22 de agosto de 2016

Niños, niños. Futuro, futuro

Hay dos tipos de personas: quienes son capaces de reconocer su propia maldad, y aquellos que se engañan a sí mismos creyendo ser buena gente. Yo soy de los primeros. De hecho, hay ocasiones en las que he llegado a vanagloriarme de mi propia miseria (básicamente, cuando el ser un hijoputa me ha dado buenos resultados, todo sea dicho).

La niñez es esa época de nuestra vida en la que quienes se preocupan por nosotros intentan hacernos ver que todo es de color de rosa, al tiempo que la realidad se encarga de demostrarnos lo contrario. Y es precisamente esta simpática situación la que hace florecer nuestro "yo" miserable. Ahí tenemos a Punky Brewster, que tras contemplar en directo un espectáculo de fuegos artificiales que nadie se esperaba (quién sabe, igual el karma quiso hacerle pagar a los guionistas de la serie el poner en boca de la protagonista que Sally Ride fue la primera mujer en el espacio, ignorando a Valentina Tereshkova y Svetlana Savitskaja. Ay, la Guerra Fría...) se volvió medio macarra, o a Anakin Skywalker, quien prometía ser el mejor Jedi de toda la galaxia y acabó como acabó debido a la frustración que le produjo el ser tan pésimo actor durante su adolescencia.

fuente: Lucasfilm
"Amidala, ¿te apetezco?" 

Y cómo olvidarnos de Magneto y de aquellas vacaciones familiares que le dejaron, digamos, bastante descontento. No hay más que ver la crítica que publicó en Tripadvisor:
"Hotel a evitar. El personal es muy borde."
Intuyo que, de haber pasado por Marina d'Or, el personaje de Marvel habría acabado igual o peor. Pero yo he creado este blog para hablar DE MÍ, y si os cuento esto es porque hoy quiero relatar en qué momento de mi vida me convertí en el cerdo maléfico que soy.

Remontémonos a 1990. Yo era un mocoso de 4 años que cursaba Primero de Preescolar y mi color favorito era (y sigue siendo) el naranja. Este último detalle, que puede parecer irrelevante, tuvo mucho que ver con lo que ocurrió una tarde de primavera del susodicho año.

Me encontraba realizando manualidades junto con varios de mis compañeros en torno a una mesa circular. Algunos jugaban con plastilina, otros picaban agujeros en un folio con un punzón, había quienes pintaban y quienes se comían sus propios mocos. Yo recortaba papel. Mientras me dedicaba a tal tarea contemplé las tijeras que sostenía en mi mano derecha y, llevado por algún tipo de posesión demoníaca, o quizás por pura imbecilidad infantil, le metí un tajo a la manga izquierda de mi camiseta NARANJA. Al instante, recobré el sentido, contemplé lo que acababa de hacerle a mi prenda de vestir predilecta, y rompí a llorar.

Mi llanto histérico sobresaltó a la profesora, pues dicho llanto no había sido prececido por el sonido de una hostia y era bastante más exagerado de lo habitual en un niño de preescolar, así que se me acercó y me preguntó qué era lo que había ocurrido para que yo berrease como un gorrino a medio degollar.

―Que Diego me ha cortado la camiseta― fue mi respuesta.

"Diego" era el niño que se encontraba a mi izquierda y quien, debido a la estupefacción que le produjo oir su nombre y mi acusación en una misma frase, no fue capaz de elaborar una defensa adecuada:

―Yo... Yo no he hecho nada, señorita.

Supongo que la fuerza de mi berrinche pudo más que los titubeos de mi compañero, pues la maestra se acercó a este último y, entre zarandeos y reproches, le puso de cara a la pared durante el resto de la tarde. Acto seguido, se acercó a mi sitio para asegurase de que yo dejaba de llorar y recuperaba la calma. Una vez las aguas volvieron a su cauce, la sufrida funcionaria volvió a su mesa, con la satisfacción de haber resuelto la crisis e impartido justicia al mismo tiempo, y yo eché un vistazo rápido al sitio vacío de mi compañero Diego y al dibujo que había dejado a medio colorear. Después, confirmé que yo era el único de todos los que nos sentábamos a aquella mesa que estaba utilizando unas tijeras (las cuales, por cierto, no solté en ningún momento) y agarré un nuevo trozo de papel para proseguir mi tarea recortadora.

Puesto que en aquella época yo tenía bastante descuidada mi salud bucodental, la sonrisa que exhibieron mis dientes de leche tuvo un color ligeramente amarillento. Más o menos el mismo color que el gotelé que mi compañero Diego contemplaba a la fuerza en uno de los rincones de la clase.

Sólo me faltó silbar alguna melodía inquietante, pero por aquel entonces aún no sabía silbar.

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viernes, 19 de agosto de 2016

Un blog. En 2016. No me jodas

Pues sí. Me ha dado por escribir un blog a estas alturas, cuando ha quedado más que demostrado que los blogs son cosa del pasado. Y lo he hecho por varias razones.

La primera es que yo también soy cosa del pasado. A día de hoy, crear un blog es tan absurdo como interesarse por la radioafición. Y resulta que también me estoy interesando por la radioafición. Pero de eso hablaré otro día.

La segunda es el que varias personas me hayan dicho que tengo mucha gracia, que escriba un libro o haga monólogos o algo. Evidentemente, son personas que me conocen, porque quienes no me conocen no saben distinguir entre si estoy bromeando o si estoy hablando en serio, por lo que suelen considerarme, más que un gracioso, un miserable. Y es comprensible.

La tercera es que soy un experto en empezar proyectos que no puedo acabar o desarrollar porque nunca tengo tiempo. De hecho, he perdido la cuenta del número de blogs que he comenzado. Para que os hagáis una idea, coincide con el número de blogs que he dejado morir de hambre y asco. E intuyo que a éste le pasará lo mismo. En unos dos meses.

La cuarta razón es que he dejado que mi gata se vaya a dar una vuelta, y no puedo irme de casa dejando las ventanas abiertas porque ahora mismo aquí no hay nadie más que yo. Así que escribir este blog es una forma tan válida como cualquier otra de hacer tiempo mientras vuelve mi gata.

Y de momento no se me ocurren más razones.

¿Que quién va a leer esto? Yo (porque me gusta repasar las cosas antes de darlas por terminadas), mi novia (qué remedio, la pobre), su madre (porque mi novia le envía todas las mierdas que escribo y le hacen mucha gracia), una amiga que tengo en Facebook a la que envío postales desde los lugares que visito, su madre (porque mi amiga le envía todas las mierdas que escribo y le hacen mucha gracia), un amigo que tengo en Alemania (porque, entre otras cosas, para eso están los amigos), mi hermano (al menos al principio), y alguien más, no sé. Bueno, conozco a una murciana que no va a leerme porque está muy ocupada y no tiene tiempo para tonterías.

Quienes estoy seguro de que no van a leer esto son mis padres, que quiero ahorrarles la vergüenza de descubrir que su primogénito se dedica a esta clase de cosas en su escaso tiempo libre.

Y creo que, como introducción, con esto basta, que me he quedado sin ideas y si me gustase hablar por hablar me haría youtuber. Además, mi gata acaba de volver. Y quiere cenar.

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