lunes, 10 de octubre de 2016

Carta abierta a un ciudadano de Dublín en particular

Estimado habitante de la capital irlandesa:

No tengo el placer de conocerte en persona, y hasta es posible que no entiendas el castellano y esta carta sea una pérdida de tiempo. Cierto es que podría escribir la misma en inglés, pero me da una pereza horrible. Así que, con tu permiso, voy a dejar el English para otra ocasión.

El motivo por el que te dedico estas líneas es, principalmente, el darte una buena noticia: ya tengo bici.

Reconozco que no ha sido nada fácil. Desde que empecé a tramitarlo con mi empresa (porque una de las cosas buenas que tiene Irlanda es el programa bike2work) hasta que he podido por fin calentar el sillín de mi burra han pasado varias semanas en las que no he sabido nada del proceso. Y a mí, que para algunas cosas soy un cagaprisas (por cierto, estoy intentando extender el término hurryshitter entre los angloparlantes con poco éxito por el momento), no me ha venido nada bien tener que esperar tanto tiempo.

Pero no pasa nada, porque mi bici ya está aquí. Es una flamante híbrida cuya estética combina perfectamente con el otoño permanente de Irlanda, y lo mejor de todo es que me ha salido baratísima si tenemos en cuenta que es casi imposible encontrar un modelo decente en toda la isla por menos de ochocientos euros.

Así que ya puedo disfrutar de esa sensación de libertad que da pedalear por el asfalto de camino al trabajo cada mañana. Bueno, la verdad es que no, que el recorrido es cuesta arriba y me cuesta un cojón llegar a la oficina. Pero la vuelta a casa... ¡Ay, la vuelta a casa! Es una maravilla dejarse llevar por las pendientes sin tener que hacer el más mínimo esfuerzo. De hecho, hay algunos tramos en los que me veo obligado a apretar los frenos mientras pienso "No hagas locuras, que tienes una familia".

Mi familia. Tengo que ponerme esta pegatina en la bici

Y quien dice ir al trabajo dice acercarse a Phoenix Park, a Dun Laoghaire, a Bray, a Howth... A cientos de lugares en esta maravillosa ciudad en los que poder comerme un desayuno irlandés, que es el motivo por el que salgo de casa una de cada cinco veces. Sí, podría haber enlazado cada sitio a su entrada en Wikipedia pero, por segunda vez en lo que va de carta, me da una pereza horrible.

¿Que qué voy a hacer los días que llueva (es decir, casi todos los días)? Esa pregunta tiene fácil respuesta porque he pensado en todo: me he hecho con un pantalón y una cazadora del Decathlon de Belfast (el viaje que hice a la capital de Irlanda del Norte merece ser relatado, por otra parte) que prometen ser impermeables. La verdad es que el tiempo ha sido benévolo conmigo en los últimos días, pero tarde o temprano (más bien temprano. La gente que lee mi blog sabe que las desgracias me rondan habitualmente) me tocará disfrazarme de condón gigante y podré confirmar la supuesta impermeabilidad del material. Hasta entonces, cazadora y pantalón aguardan pacientemente en las alforjas situadas sobre la rueda trasera, junto con el almuerzo que llevo al trabajo y la ropa del gimnasio. ¿Ves? Todo pensado.

Vota PACMA

Además, la bici tiene incorporados guardabarros (de plasticorro, sí, pero guardabarros) que van a venirme de perlas cuando tenga que pedalear in the rain y los charcos del eficientemente pavimentado suelo irlandés intenten atacarme con sus mortales zurraspas.

STOP zurraspas

Sí, también he tenido en cuenta el hecho de que aquí se hace de noche a las cuatro de la tarde la mayor parte del año. La bici incluye luz trasera y luz delantera, y poco a poco iré añadiendo más artilugios luminescentes y/o fosforitos. Quizá este raro fetiche por la iluminación artificial tenga que ver con el hecho de que pasé todas las noches de mi infancia durmiendo con un gusiluz en mi mesilla, o que el contemplar un grupo de luciérnagas en un cámping de los Picos de Europa a los seis años me provocase un ligero síndrome de Stendhal, pero la idea que tengo en mente es que la bici acabe pareciendo un puticlub ambulante. Todo se andará.

A estas alturas de la carta, me imagino que ya estarás tan ilusionado como yo, o incluso más, ante el hecho de que me haya hecho con la bicicleta. Y no es de extrañar, pues tú y yo sabemos que vas a intentar robármela.

Ignoro si fuiste tú quien me levantó mi anterior bici hace un par de años pues, teniendo en cuenta que en Dublín roban una media de catorce bicis al día, que tu fueses el único responsable de los robos te convertiría en una especie de Papá Noel del mal, y habría que darte un premio por el esfuerzo en vez de castigarte. Lo que sí tengo claro es que eres tú quien va a intentar apropiarse de la que tengo ahora. La vez anterior fue sencillo, ya que la dejé aparcada en un lugar mal vigilado y estaba atada con un candado de mierda que me costó dos o tres euros en el Tiger.

Pero ahora es diferente. Para empezar, mi bici tiene un color "cagalera de señor mayor enfermo" que la hace poco atractiva y, por consiguiente, menos susceptible de ser robada; duerme en un cuarto vigilado por cámaras de seguridad al que no es nada fácil acceder (de hecho, a mí me ha costado dos semanas de peleas con la management company de mi comunidad de vecinos el conseguir que me activasen correctamente la tarjeta de acceso); el tiempo que estoy en la oficina la dejo en una jaula (vigilada también por cámaras) cerrada con varios candados cuyas combinaciones tengo dificultad para recordar. Por otra parte, cuando dejo la bici en la calle es porque yo me encuentro en algún sitio cercano desde donde puedo verla poniendo la misma cara que Clint Eastwood cuando toma café sin azúcar y, por si fuera poco, he sustituido la mierda de cadenita del Tiger por un candado gordo que no puede joderse así como así.

Candado gordo

Me imagino que a ti todo esto no te supondrá ningún problema a la hora de afanarme el vehículo, pues debes estar ya curtido en este arte. Vamos, que eres el Houdini del mangoneo. Sólo voy a pedirte una cosa: cuando vayas a robarme la bici, procura que yo no te vea, porque si llego a pillarte, pienso cortarte los huevos y ponerlos en el manillar para disuadir a quien pretenda seguir tus pasos. Entre la luz delantera y el timbre, para más señas.

Colocar huevos aquí

Eso es todo, creo. Sólo me queda desearte suerte en la difícil tarea que tienes por delante, aunque confío en que, siendo tan buen profesional como eres, esta vez tampoco vas a defraudarme.

Recibe un afectuoso saludo, hijo de la gran puta.

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