No me podéis negar que nos vamos a la mierda, ¿eh? A nivel internacional, un fascista de color naranja vuelve a la Casa Blanca por Navidad; aquí, en Austria, los fascistas están pillando sitio como hicieran sus predecesores hace casi cien años; en España, la riada que se ha llevado media Valencia ha dejado la otra media bajo una capa de barro y una capa de mierda fascista que va a costar Dios y ayuda limpiar... No sé vosotros, pero yo, cada vez que echo un ojo a las noticias o piso una red social pierdo un poco más de pelo. Por ello, he de recurrir con frecuencia a lo que llamo "burbujas de evasión": esos ratos en los que aparto la vista del mundo para poder coger aire antes de tener que volver a cagarme en todo.
Una de esas burbujas es Expediente X, que la tenía pendiente desde hacía décadas. Resulta reconfortante pasar cuarenta y cinco minutos de cuando en cuando viendo a los dos protagonistas persiguiendo marcianitos, fantasmas o la frikez de turno parida por sus guionistas en un tiempo en el que no existían smartphones y las temporadas tenían veintipico capítulos con una trama sencillita de digerir en lugar de ocho trepidantes que hay que ver YA so pena de que te comas un puto spoiler. Que uno llega a los títulos de crédito de cada episodio como si volviese de un paseo agradable por el bosque, no como si acabase de bajar del Ratón Vacilón. Y eso se agradece, oye.
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fuente: fox ¿Hay sitio en el OVNI del póster? Que me quiero ir |
Otra burbuja en la que suelo meterme es el podcast El dragón invisible, que es a su vez un programa de radio manchego (y un campo de nabos, todo sea dicho). Sus entregas, de una hora de duración, tocan temas de todo tipo que van más allá de las chorradas paranormales de turno, pues también tocan palos que tienen que ver con ciencia e historia. Por ejemplo, acabo de escuchar el que trata acerca del Campo de radiación gamma de El Encín. Yo no estaba al tanto de ello, pero a raíz de esto me he acordado de una anécdota también relacionada con el asunto nucelar que ocurrió hace hoy exactamente (pero qué tino tengo, joder) cincuenta y cuatro años en esa época de la historia de España que fue más en blanco y negro de lo que debería.
Lo que yo os decía, fascismo por todas partes. Hasta en mi blog.
La primera vez que oí hablar del tema fue en un episodio de Histocast, OTRO podcast que solía seguir pero dejé de hacerlo porque sus capítulos llegan a durar hasta cinco horas y yo tan inteligente no soy. Existe un artículo de El país que lo describe en detalle, pero para poder acceder al mismo hay que estar suscrito y paso. Por suerte, alguien tuvo los huevos en su día de copiar el artículo íntegro en una proyección de diapositivas y subirla a internet como si fuese un trabajo propio, y yo estoy a punto de hacer lo mismo para contaros la historia a vosotros. Pero primero, algo de contexto.
Resulta que a finales de los cuarenta se creó en España, así sin que se enterase mucha gente, la Junta de Investigaciones Atómicas. Años más tarde pasaría a llamarse Junta de Energía Nuclear, y aunque públicamente se anunció que el objetivo de dicha junta era la investigación en medicina y agricultura, en realidad se buscaba obtener plutonio para fabricar una bomba atómica patria, el sueño húmedo del almirante y primer astronauta español Luis Carrero Blanco.
En QuantumFracture hay un vídeo guapísimo que explica todo esto, por cierto.
Con el paso de los años, la JEN fue creciendo y adquiriendo material con el que poder llevar a cabo pruebas cada vez más complejas (reactores nucleares y otras movidas tochas, para que me entendáis). Una de dichas pruebas hizo necesario que la mañana del siete de noviembre de 1970, a eso de las once, los técnicos del centro situado en la madrileña Ciudad Universitaria tuviesen que trasvasar setecientos litros de agua contaminada de uno de los tanques del reactor al depósito de tratamiento de residuos. Y cuando digo "agua contaminada" me estoy refiriendo a desechos tales como estroncio-90, cesio-137, rutenio-106 y un pelín de plutonio, que ni vosotros ni yo sabemos muy bien qué son pero nos acojonamos sólo con oir esos nombres, ¿verdad?
De todas formas, toda esa mierda iba derecha al susodicho depósito, ¿no? Pues... No exactamente. Y es que algún lumbreras responsable del trasvase no estuvo atento, o se perdió unas cuantas partidas del Pipemania, pero a los cinco minutos los técnicos se dieron cuenta de que, como si de los litros de alcohol que corren por las venas de Ramoncín se tratasen, litros de agua contaminada con residuos nucleares corrían por el desagüe y se dirigían al río Manzanares.
Y entonces alguien haría algo al respecto, ¿no? Pues... (segundo pues) al menos no inmediatamente. No he logrado encontrar el motivo, pero aquel vertido se siguió produciendo durante horas, hasta las tres de la tarde aproximadamente.
Bueno, pero se tomarían medidas una vez finalizó el vertido para solucionar aquello cuanto antes, ¿no? Pues... (y van tres) se me ha olvidado mencionar que el siete de noviembre de 1970 fue SÁBADO, así que los responsables del follón miraron sus relojes, se miraron unos a otros, se encogieron de hombros y decidieron que de quedarse a echar horas un sábado por la tarde, nanay. Que ya arreglarían aquella movida el lunes, por muy nuclear que fuese. Y si hay algo más español que esto, que baje Dios y lo vea.
Clase rápida de Geografía: el Manzanares desemboca en el Jarama. Y el Jarama en el Tajo. Y el Tajo recorre España y llega a Portugal antes de morir en el océano Atlántico. Muchos kilómetros y mucha agua que los campesinos de la zona, en aquella época, usaban para regar sus huertas.
Tarde y mal (y no me extraña, con la actitud que tuvo el personal), se recogieron hortalizas en la zona que, para sorpresa de nadie, estaban contaminadas. De todas formas, se tomaron estrictísimas medidas de contención tales como enterrar dichas hortalizas en un terraplén cercano o recomendar DOS MESES DESPUÉS DEL INCIDENTE no consumir los vegetales que creciesen en la zona afectada. A buenas horas, cuando las cosechas ya habían sido recolectadas, comercializadas y consumidas por cientos de personas.
Pero bueno, parece ser que no hubo que lamentar un disgusto a nivel nacional como el que ocurriese años antes por culpa del orujo metílico (lo tengo pendiente y ya os contaré al respecto, tranquilos). El único problema real aquí fue la ocultación de información a la población, ya que, aparte de alguna filtración que acabó en los periódicos al año siguiente, no se supo del incidente hasta 1994, cuando los documentos oficiales fueron desclasificados.
Por ello, cada vez que oigo que alguien siente nostalgia por este capítulo de la historia tan feo, le deseo una ensalada bien aliñada de mierda radiactiva. Y si le sienta mal, que sea un buen patriota y se espere al lunes para mirárselo.
