lunes, 18 de diciembre de 2017

A moco tendido

Un año más, la llegada de la Navidad trae consigo un festival de buen rollo, felicidad familiar, colorines y alegría acompañada en todo momento de música interpretada por un coro de churumbeles moñas de los que no han roto un plato en su vida. Al menos, eso es lo que se da a entender en los anuncios, carteles, decoraciones y mensajes varios que nos bombardean mañana, tarde y noche entre finales de septiembre y finales de diciembre: que tenemos permitido dejar aparcado lo malo y disfrutar de los mundos de Yupi durante unas semanas.

Bueno, pues yo hoy quiero aprovechar esa bonita coyuntura para traeros el bajón. Lo sé, soy una mala persona que gusta de meterse allá donde la gente es feliz y donde todo funciona para implantar el caos y la destrucción. Soy un Grinch, un Joker, un Gaspar Llamazares... Bueno, en realidad lo que pasa es que no se me ocurre otra cosa de la que hablaros esta semana. Así que, sin más dilación, os presento cinco canciones que me han hecho llorar alguna vez. O que me han dado ganas de ello.

1 - La del barquito chiquitito


Entre las muchas actividades educativas que llevábamos a cabo los alumnos de primero de preescolar se encontraba el cantar canciones infantiles a coro, dirigidos por la profesora (conocida como "señorita" en el ambiente académico de la época). Bueno, pues descubrir el mensaje que esta tonada lanzaba provocó en mi inocente cerebro un efecto tan devastador como el que causa un grupo de hooligans británicos en los aledaños del Bernabeu cada vez que hay partido de champions. Ese barcucho, diminuto y enclenque, viéndose obligado a enfrentarse a la inmensidad de la mar océana, y sin ser capaz de navegar, el pobre.

Pasados los primeros versos durante nuestro ejercicio de interpretación, no fui capaz de seguir soportando la imagen de la tribulada embarcación y arranqué a llorar desconsoladamente. La señorita, asustada al ver que uno de sus alumnos lloraba sin razón aparente, hizo callar al coro y se puso a mi vera mientras me preguntaba por la razón de mi llanto. Cuando le confesé que mi reacción era debida a la pena que me causaba el barquito chiquitito y su incapacidad de navegar, la funcionaria trató de consolarme haciéndome saber que la historia cuenta con un final feliz, en el que la nave acaba flotando de lujo tras varias semanas poniéndole ganas a la tarea. Pero no hubo manera. La parte mala de la canción se me clavó en el cerebro à la Trotsky (esta coña sólo la van a pillar los frikis de la Historia) y desde aquel entonces el barquito chiquitito fue desterrado de mi clase, so pena de causar un nuevo episodio llorón en mí.

Ni tan siquiera Rosa León (para los que hayan llegado a este mundo hace poco y no la conozcan, aquí os dejo un video de Joaquín Reyes bastante explicativo), protagonista de la banda sonora de mi infancia, fue capaz de romper el bloqueo, y cada vez que la cancioncita de marras sonaba en una de las múltiples cintas de casete de la cantante madrileña con las que yo contaba, le daba al botón de FF hasta que pasaba el peligro.

2 - La de Amigo Félix


Félix Rodriguez de la Fuente fue un ser humano de la hostia, las cosas como son. Es una pena que este planeta no cuente con más personajes de su talla (y así nos luce el pelo por ello) y fue una pena que un accidente de avioneta se lo llevase antes de tiempo.

Aunque para pena, pena, la que da la canción que le dedicaron Enrique y Ana meses después de su muerte: una elegía dirigida al público infantil (lo cual manda cojones) en la que todos los animales se lamentan ante la pérdida del naturalista y divulgador. La primera vez que escuché esta canción fue a los seis años, mientras hacía tiempo en la puerta de mi casa un sábado por la tarde antes de ir con mis padres a dar un paseo vespertino. Junto a mi residencia se encontraba el quiosco responsable de que en los resultados de mis análisis de sangre siempre hubiese más colesterol malo del adecuado; y aquel día, la hija de la quiosquera (a la que yo sacaba un par de años) jugaba con varios amigos y familiares de su edad a bailar al ritmo de una cinta para críos que sonaba de fondo. Bueno, pues Amigo Félix comenzó a atronar a través de los altavoces del aparato y la niña, que se conocía el playlist de memoria, alertó a los demás de que aquello era imbailable, sugiriendo que durante los minutos de duración de la pieza aprovechasen para comer y beber algo o ir al baño. Y yo, que no formaba parte de aquel grupo pero me vi envuelto en los tristes compases, me quedé clavado en la puerta de mi casa hasta que la cinta dio paso a un nuevo tema más alegre, momento en el que pude meterme corriendo en mi habitación y llorar como una Magdalena.

A punto estuvimos de tener que cancelar el paseo familiar aquel día, habida cuenta de mi estado anímico. Pero bueno, al final se me pasó la llorera y pude disfrutar de un buen rato en los columpios poco después.

Claro que, ahora que lo pienso, creo que no ha habido nada relacionado con Enrique del Pozo que no dé ganas de llorar.


3 - La intro de Mofli, el último koala


Hay cosas que no cambian con el paso de los años. Ahora dedico un rato cada mañana antes de marchar a la oficina a desayunar con mi novia mientras vemos un episodio de Bola de Dragón; y durante mi infancia, los minutos previos a mi entrada en el colegio los dedicaba a atiborrarme de galletas Tosta Rica bañadas en leche ante los dibujos animados que emitiesen en la tele.

Durante un tiempo, la serie animada que coincidió con mis desayunos fue Mofli, el último koala. Ambientada en Australia a principios del siglo XXI, narraba la historia de Mofli quien, como el nombre de la serie indicaba, se trataba del último koala vivo sobre la Tierra (¡ay! Si Félix levantara la cabeza...). Esta circunstancia provocaba que cazadores furtivos de todo el mundo tratasen de hacerse con el pobre animal para poder exponer su cadáver disecado a modo de trofeo y compensar así el diminuto tamaño de sus genitales (esto último no salía explícitamente en la serie, pero todos sabemos que la caza va de eso). Y claro, Mofli vivía puteado las veinticuatro horas del día, como si los koalas no tuviesen ya de por sí cara de estar viendo venir una hostia:

fuente: san diego zoo
¿POR QUÉ tanto odio, humanos?

Bueno, pues la sintonía que sonaba al principio y al final, resumiendo las desventuras del animal, no ayudaba en absoluto a levantar los ánimos. Y las tostarica no compensaban, joder. Por ello, no era de extrañar que viajase al colegio con rostro compungido (no tanto como el de un koala, pero casi) en aquella época.

Por cierto, el año pasado por estas fechas aproveché que mi novia pasó las navidades en familia y me tragué La corona mágica, así que igual hago lo mismo con Mofli este año. Ya veremos.

4 - El tema principal de Dirty Dancing


Lo sé, no tiene ningún sentido que esta canción forme parte de mi lista triste, pero es así. Al fin y al cabo, la letra relata el clímax de una historia de amor en la que los dos miembros de la pareja, gracias al momento que están compartiendo, sienten tanta felicidad que no pueden ocultar su relación y necesitan gritar a los cuatro vientos su situación sentimental. Como podéis ver, el tema es atemporal y un poquito premonitorio, pues habla de las parejitas que actualmente dan por culo a sus contactos de redes sociales con estados llenos de corazoncitos, fotos de perfil en las que ambos integrantes de la pareja parecen siameses, tequieromuchosyotequieromases, puesyotequieroinfinitos, entoncesyotequieroinfinitomasunos, enesecasoyotequierodosinfinitos, ahsipuesyotequieroinfinitosinfinitos y moñerías por el estilo. Y esto me da asco, no pena. Idos a un puto motel, en serio. Al Motel Hilbert, por ejemplo (y esta coña va para los frikis de las matemáticas).

Peeero... Mi reacción tiene que ver con todos esos enigmas que rodean al cerebro humano y que aparecen reflejados en los trabajos llevados a cabo por Freud et al.

Me explico. Algo muy chungo debió de pasarme de pequeño aunque, habida cuenta de la acomodada vida que he llevado siempre, en la que nunca me ha faltado comida en el plato y he sido agasajado con todos los caprichos que haya podido tener y más, lo más probable es que se tratase de una pijada sin importancia. Sin embargo, mi cerebro calificó el hecho como lo suficientemente traumático como para enterrarlo en lo más profundo de mi subconsciente y así evitar que pudiese recordar el momento. El problema es que soy capaz de acordarme de un detalle al respecto: cuando "aquello" pasó, o bien estaba sonando Time of my life o bien una televisión estaba reproduciendo la escena final de Dirty Dancing, tema incluido. No soy capaz de asegurar cuál de las dos, ni logro enmarcar la historia en un lugar y momento adecuados, pero la canción sigue siendo para mí un detonante de bajona instantánea y cada vez que la oigo, me vienen un desasosiego y un pesar que no son normales.

Aunque a día de hoy lo llevo mejor, gracias

5 - La de Madre anoche en las trincheras


Ésta es en particular la que más me jode de todas. Resulta que el otro día, mientras una pila de tareas por hacer del tamaño de una baja por estrés laboral se amontonaba en el escritorio de mi curro, aproveché para procrastinar y buscar en Youtube canciones que versionasen obras de poetas de la generación del 27 (sí, así es mi día a día). Poco después, y decidido a trabajar en lo mío de una vez por todas, dejé Youtube como si fuese un coche en punto muerto en mitad de una pendiente y confié en que su reproducción automática me diese buenos ratos.

Pero no fue así. Minutos después de haber comenzado la lista de piezas al azar, comenzó a sonar ESTO a través de mis auriculares. A ver, no tengo nada en contra de Raquel Eugenio. De hecho, he escuchado el resto de canciones que ha tenido a bien subir al portal de vídeos y me gusta bastante su estilo. Y en cuanto a la canción en sí... Que no es para tanto, coño. Que esta canción la cantan los críos en los campamentos. La historia es triste y tal, pero no es como para hacer un drama de ello (si hasta La oreja de Van Gogh tiene una versión, no me jodas). Bueno, pues no sé si fue porque me pilló con el pie cambiado o qué, pero en aquel momento me vinieron unas ganas terribles de hacerme un ovillo bajo mi mesa y vaciarme por los ojos.

No hubo llorera por el canto de un duro, pero sí que tuve que aplazar lo que estaba haciendo durante un rato y dejar la mirada perdida mientras me mordía los carrillos y pensaba en cosas alegres para evitar que mis compañeros descubriesen a un bigardo de treinta y un años gimoteando como una plañidera en su puesto de trabajo. Qué cosas.

Bonus: Cualquier canción de La Fuga elegida al azar


No voy a enlazar aquí ningún tema suyo porque no quiero convertir mi blog en un Gloomy Monday, que bastantes pocos lectores tengo como para que encima os dé por reducir aún más el número al cortaros las venas, saltar por puentes o ver Telecinco. Sólo diré que cuando me enteré de que Rulo dejaba el grupo para formar La Contrabanda, supe que a partir de entonces la humanidad tendría no uno, sino DOS motivos para abandonarse a la desolación y el vacío existencial.

Hasta aquí la entrada de hoy. Espero que mi lista haya ayudado a que recordéis canciones amargas para contrarrestar tanto mensaje buenrollista navideño y tanto villancico. Muajajajaja.

En fin, en lo que empezáis a odiarme por ello, voy a ir terminando, que se me ha metido una cosa en el ojo.

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